20/01/2016, 20:50
Las estruendosas carcajadas de Cicatrices, primero, lo avergonzaron, haciendo que sus mejillas se colorasen aún más por el efecto de la bebida. Luego, a medida que el alcohol hacía más ligera su cabeza, era el orgullo el que estaba herido. ¡Menuda pócima, el alcohol! Había logrado atenuar sus miedos y dudas. Sus músculos, antes tensos, se relajaron, y su lengua volvió a aligerarse, como si estuviese ante tres primos cualesquiera. Quizá el sake no sea tan malo como creía.
Sus ojos chispeantes captaron un movimiento extraño. Tenía la vaga sensación de que la última carta que Cicatrices había repartido provenía de su manga, y no de la baraja. Así que el primo en realidad soy yo.
- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.
- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?
"- Datsue-san, ten cui..."
Algo pasaba a sus espaldas. Oyó unas voces. Alguien estaba desconcentrando a Kunie. El camarero. Creía que le iba a dar un ataque. Nervioso, dio otro trago al sake. En aquella segunda ocasión ya no raspaba tanto como la anterior. Cuando se dio cuenta, había vaciado el vaso, y los nervios, como por arte de magia, se habían vaciado junto con el líquido.
Se sentía maravillosamente bien. Su cuerpo parecía menos pesado, las preocupaciones y miedos que hasta hacía un momento le habían atormentado eran ahora un simple recuerdo lejano, empañado por al aturdimiento que sentía. ¿Por qué se había preocupado tanto? ¡Él era Uchiha Datsue, proveniente de uno de los clanes más prestigiosos de Ōnindo! No necesitaba a Kunie. No necesitaba a nadie.
Sonrió, mientras la sangre cubría sus iris y dos aspas adornaban sus pupilas, y estrelló el vaso, con fuerza, contra la mesa.
—¡CAMARERO! —rugió, sin quitar la mirada de Cicatrices—. ¡Mi vaso está vacío! —le informó con toda la seriedad del mundo, como si aquello fuese una afrenta hacia su persona—. ¿Y qué es una timba sin alcohol? —Eructó —. ¡Una fiesta sin mujeres, eso es lo que es! —exclamó, recordando lo que había dicho un vecino bebido en las fiestas de La Ribera del Norte—. ¡Así que haga el favor de llenármelo!
Entonces, con manos torpes, extrajo todo el dinero que tenía en la cartera y lo estampó contra la mesa.
—¡Voy con todo! —rugió, ebrio de determinación. Ebrio de confianza. Ebrio de seguridad y, en definitiva, ebrio de alcohol—. ¡CON TODO!
Sus ojos chispeantes captaron un movimiento extraño. Tenía la vaga sensación de que la última carta que Cicatrices había repartido provenía de su manga, y no de la baraja. Así que el primo en realidad soy yo.
- Paso. - dijo, casi al momento, el de la wakizashi.
- Subo quinientos ryos más. - replicó el de las cicatrices, ensanchando su característica sonrisa mientras apilaba en la mesa cinco gruesos fajos de billetes.- ¿Qué dices, Carnefresca?
"- Datsue-san, ten cui..."
Algo pasaba a sus espaldas. Oyó unas voces. Alguien estaba desconcentrando a Kunie. El camarero. Creía que le iba a dar un ataque. Nervioso, dio otro trago al sake. En aquella segunda ocasión ya no raspaba tanto como la anterior. Cuando se dio cuenta, había vaciado el vaso, y los nervios, como por arte de magia, se habían vaciado junto con el líquido.
Se sentía maravillosamente bien. Su cuerpo parecía menos pesado, las preocupaciones y miedos que hasta hacía un momento le habían atormentado eran ahora un simple recuerdo lejano, empañado por al aturdimiento que sentía. ¿Por qué se había preocupado tanto? ¡Él era Uchiha Datsue, proveniente de uno de los clanes más prestigiosos de Ōnindo! No necesitaba a Kunie. No necesitaba a nadie.
Sonrió, mientras la sangre cubría sus iris y dos aspas adornaban sus pupilas, y estrelló el vaso, con fuerza, contra la mesa.
—¡CAMARERO! —rugió, sin quitar la mirada de Cicatrices—. ¡Mi vaso está vacío! —le informó con toda la seriedad del mundo, como si aquello fuese una afrenta hacia su persona—. ¿Y qué es una timba sin alcohol? —Eructó —. ¡Una fiesta sin mujeres, eso es lo que es! —exclamó, recordando lo que había dicho un vecino bebido en las fiestas de La Ribera del Norte—. ¡Así que haga el favor de llenármelo!
Entonces, con manos torpes, extrajo todo el dinero que tenía en la cartera y lo estampó contra la mesa.
—¡Voy con todo! —rugió, ebrio de determinación. Ebrio de confianza. Ebrio de seguridad y, en definitiva, ebrio de alcohol—. ¡CON TODO!