27/07/2021, 22:36
El brazo de Kuroyuki avanzó hacia el cuello de Yui. Yui levantaba su brazo y hacía aparecer de la nada —un poder que compartía, quizás sin saberlo, con su adversaria— una gran cuchilla. Ninguna de las dos cedió. Ambas completaron el movimiento, y Los dedos de Kuroyuki casi rozaron el cuello de la Tormenta cuando...
Se escuchó un crujido. Kuroyuki ahogó un quejido de dolor, mordiéndose el labio, haciéndose sangre. El ōkunai de Yui rasgó y quedó clavado en algo sólido. Yui consiguió desviar un poco el brazo, pero Kuroyuki se aferró con tanta fuerza entonces a su cara que hasta marcó las uñas en su piel. Y entonces llegó el frío.
Una aterradora ola de frío que la entumeció y la dejó completamente rígida.
Cuando te adentras de lleno y de frente en una Tormenta de nieve, debes estar dispuesta a pagar el precio.
El cuerpo paralizado de Yui cayó al tejado con un golpe seco. Kuroyuki sacudió su brazo. La gruesa capa de hielo púrpura negruzco cayó tras dos sacudidas.
Yokuna sujetó a Ayame por los hombros firmemente, tratando de tranquilizarla, y asintió. Los tres hombres se miraron, perplejos. Yokuna la miró a los ojos y parpadeó varias veces.
—Lo sé. Lo sabemos. Tu padre nos envió a Yukio —dijo—. Envió un águila a Shinogi-To. Estábamos destinados a palacio, ya sabes, por lo de Dra... Es igual. ¡Somos los refuerzos! Pero...
»Teníamos entendido que tú también estabas prisionera. ¿Qué ha pasado? ¿Qué haces aquí? ¿Y Zetsuo? ¿Y... y la Tormenta?
¡¡crrRRREEEAK!!
Se escuchó un crujido. Kuroyuki ahogó un quejido de dolor, mordiéndose el labio, haciéndose sangre. El ōkunai de Yui rasgó y quedó clavado en algo sólido. Yui consiguió desviar un poco el brazo, pero Kuroyuki se aferró con tanta fuerza entonces a su cara que hasta marcó las uñas en su piel. Y entonces llegó el frío.
Una aterradora ola de frío que la entumeció y la dejó completamente rígida.
Cuando te adentras de lleno y de frente en una Tormenta de nieve, debes estar dispuesta a pagar el precio.
El cuerpo paralizado de Yui cayó al tejado con un golpe seco. Kuroyuki sacudió su brazo. La gruesa capa de hielo púrpura negruzco cayó tras dos sacudidas.
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Yokuna sujetó a Ayame por los hombros firmemente, tratando de tranquilizarla, y asintió. Los tres hombres se miraron, perplejos. Yokuna la miró a los ojos y parpadeó varias veces.
—Lo sé. Lo sabemos. Tu padre nos envió a Yukio —dijo—. Envió un águila a Shinogi-To. Estábamos destinados a palacio, ya sabes, por lo de Dra... Es igual. ¡Somos los refuerzos! Pero...
»Teníamos entendido que tú también estabas prisionera. ¿Qué ha pasado? ¿Qué haces aquí? ¿Y Zetsuo? ¿Y... y la Tormenta?
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