20/01/2016, 22:37
(Última modificación: 20/01/2016, 22:39 por Uchiha Akame.)
La situación se volvía más y más tensa por momentos. Los otros dos hombres, o más bien el hombre y el joven, que acompañaban al Veterano podían ser tan peligrosos como él, aun sin tener su tamaño. Incluso habiendo perdido ellos mismos dinero, no parecía que fueran a quedarse al margen de una posible disputa. El hombre que había estado bebiendo solo en la otra mesa, apartado en un rincón como un viejo armario escobero, se levantó y, sin decir una palabra, se encaminó hacia la puerta. Dejó unos cuantos billetes en la barra al pasar junto a la misma, empujó la puerta con aire ebrio y se perdió en la oscuridad de la noche notsubeña. Sólo quedaban en el local el camarero, que observaba todo con gesto tenso, Kunie, Datsue, y los tres hombres.
Ella tenía los ojos fijos en Datsue. Puede que, desde el otro lado de la mesa, los parroquianos no le hubieran visto sacar algo de su portaobjetos, pero ella sí. Las palabras del Uchiha no hicieron sino corroborarlo. ¿Qué piensa hacer ahora?. Cerró los ojos un instante, volvió a concentrarse, y pudo ver retazos del plan que bullía en la cabeza de Datsue.
"- ¡Para Datsue-san, estás loco! ¡No puedes hacer eso aquí en medio, en menos que canta un gallo habrá guardias por todas partes! ¡Perderás todo el dinero! ¡No seas imbécil!"
Esperaba que sus advertencias fueran suficientes para disuadir al Uchiha de su loco plan. Volar la taberna por los aires iba a causar más problemas de los que solucionaría.
- ¡Eso es, un jugador debe tener sentido de la derrota! ¿Ves, Shiki? Podrías aprender un poco del chaval. - respondió el de las cicatrices, aprovechando la ocasión para lanzar una puya a su compañero más joven.
Kunie no esperó. Tenía que actuar. Clavó la mirada en el hombre del uwagi color oliva, que todavía estaba de pie. Sus ámbares le miraban con tanta fijeza que parecían querer traspasarlo allí mismo. La kunoichi alzó ambas manos lentamente, en un gesto casi ritual, y suspiró profundamente.
- Shintenshin no Jutsu.
Al instante su delicado cuerpo cayó inerte al suelo. Todos los presentes miraron a la chica, inconsciente, con evidente sobresalto. Todos menos uno. El hombre del uwagi color oliva sacó su wakizashi con un movimiento de su brazo derecho. Veloz como una centella, clavó la hoja de acero templado en el cráneo del hombre de las cicatrices. La espada perforó sin dificultad la cabeza de aquel tipo con un característico crujir de huesos. Inexpresivo, el espadachín sacó la hoja con decisión y giró el torso hacia su derecha. Fue un corte rápido, fluido y limpio, que seccionó la garganta del llamado Shiki como quien corta mantequilla. Un reguero de sangre empezó a borbotear de la herida, manchando las ropas del muchacho y también la mesa.
- Datsue-san, coge el dinero.
La expresión en el rostro de aquel hombre recordaba a una lápida de fría piedra. No se reflejaba emoción alguna en sus facciones, incluso después de haber matado a sus dos compañeros. Como un autómata, saltó por encima de la mesa y dio tres pasos raudos hacia la barra. El camarero, presagiando lo que le aguardaba, trató de resguardarse tras la pieza de madera mientras gemía.
- ¡No, no, no por favor! ¡No diré nada! ¡Por todos los dioses Hisagi, nos conocemos desde hace años!
- Sin testigos. - replicó el interpelado, ejecutando al pobre hombre con un corte tan limpio como los otros dos. Luego se acercó a Datsue, ofreciéndole el mango de su espada.- Cuando ella despierte, mátame rápidamente.
Kunie abrió los ojos de repente, incorporándose tan rápido como le permitían sus entumecidos reflejos. Inmediatamente alzó la mirada, esperando encontrar ante sí el cadáver del último hombre.
Ella tenía los ojos fijos en Datsue. Puede que, desde el otro lado de la mesa, los parroquianos no le hubieran visto sacar algo de su portaobjetos, pero ella sí. Las palabras del Uchiha no hicieron sino corroborarlo. ¿Qué piensa hacer ahora?. Cerró los ojos un instante, volvió a concentrarse, y pudo ver retazos del plan que bullía en la cabeza de Datsue.
"- ¡Para Datsue-san, estás loco! ¡No puedes hacer eso aquí en medio, en menos que canta un gallo habrá guardias por todas partes! ¡Perderás todo el dinero! ¡No seas imbécil!"
Esperaba que sus advertencias fueran suficientes para disuadir al Uchiha de su loco plan. Volar la taberna por los aires iba a causar más problemas de los que solucionaría.
- ¡Eso es, un jugador debe tener sentido de la derrota! ¿Ves, Shiki? Podrías aprender un poco del chaval. - respondió el de las cicatrices, aprovechando la ocasión para lanzar una puya a su compañero más joven.
Kunie no esperó. Tenía que actuar. Clavó la mirada en el hombre del uwagi color oliva, que todavía estaba de pie. Sus ámbares le miraban con tanta fijeza que parecían querer traspasarlo allí mismo. La kunoichi alzó ambas manos lentamente, en un gesto casi ritual, y suspiró profundamente.
- Shintenshin no Jutsu.
Al instante su delicado cuerpo cayó inerte al suelo. Todos los presentes miraron a la chica, inconsciente, con evidente sobresalto. Todos menos uno. El hombre del uwagi color oliva sacó su wakizashi con un movimiento de su brazo derecho. Veloz como una centella, clavó la hoja de acero templado en el cráneo del hombre de las cicatrices. La espada perforó sin dificultad la cabeza de aquel tipo con un característico crujir de huesos. Inexpresivo, el espadachín sacó la hoja con decisión y giró el torso hacia su derecha. Fue un corte rápido, fluido y limpio, que seccionó la garganta del llamado Shiki como quien corta mantequilla. Un reguero de sangre empezó a borbotear de la herida, manchando las ropas del muchacho y también la mesa.
- Datsue-san, coge el dinero.
La expresión en el rostro de aquel hombre recordaba a una lápida de fría piedra. No se reflejaba emoción alguna en sus facciones, incluso después de haber matado a sus dos compañeros. Como un autómata, saltó por encima de la mesa y dio tres pasos raudos hacia la barra. El camarero, presagiando lo que le aguardaba, trató de resguardarse tras la pieza de madera mientras gemía.
- ¡No, no, no por favor! ¡No diré nada! ¡Por todos los dioses Hisagi, nos conocemos desde hace años!
- Sin testigos. - replicó el interpelado, ejecutando al pobre hombre con un corte tan limpio como los otros dos. Luego se acercó a Datsue, ofreciéndole el mango de su espada.- Cuando ella despierte, mátame rápidamente.
Kunie abrió los ojos de repente, incorporándose tan rápido como le permitían sus entumecidos reflejos. Inmediatamente alzó la mirada, esperando encontrar ante sí el cadáver del último hombre.