29/07/2021, 01:29
Ranko pensó que tal vez podría hablar con Kuumi para surtir de material aquella pequeña tienda de la señora Zhaoren. Tal vez. Sonrió como una tonta al imaginarlo.
"«Conocí a su hija en una misión y me cayó tan bien que le traigo telas», sí, perfectamente normal, Ranko" pensó.
—De-de todas maneras me gustaría visitarla.
Luego escuchó la historia de la familia de Lyndis. Varias emociones y pensamientos cruzaron su mente mientras hablaban. El sonido del tren se hacía más fuerte conforme se acercaba, pero no interrumpía la conversación
—¿Tu madre con otra...? Oh, entiendo, yo también s- ¡Ah! ¡D-digo...! ¿Eh? ¿Oni? —Ranko no comprendía. ¿Significaba que su padre...? ¿Padre-madre? ¿Era una ogresa de leyenda? ¿Entonces ella, Lyndis, era…? Por un momento, Ranko se la imaginó con la piel roja, cuernos y colmillos, y se sintió… intimidada. Tan intimidada que se sonrojó y su corazón se aceleró.
"¿Qué te pasa, Ranko? ¿Por qué reaccionas así ante ello? ¿Acaso sientes algo hacia los seres mitológicos? ¿O es por el solo hecho de ser… ella?"
Pero la de la trenza fue arrancada de sus pensamientos por las palabras y la sonrisa maquiavélica de Lyndis. Por un momento, su cuerpo siguió caminando por sí solo cual autómata. Ranko sólo pudo controlar su cabeza, y su mirada, y dirigió ambas a la cara de la peliplateada.
¿Qué había dicho? ¿El destino? ¿Por qué sonaba a verdad absoluta viniendo de sus labios?
—Sí, el destino nos unió. —soltó Ranko con un suspiro. Pero un segundo después, cayó en la cuenta —. ¡N-NO, ESP-! ¡QUISE DEC-!
Entonces, el tren que se acercaba al fin las alcanzó y calló a la coneja. Ranko no supo por qué, tal vez fue una mezcla del ruido del ferrocarril, de la ráfaga de viento que éste soltó, y de sus nervios a punto de estallar, pero dio un pequeño salto, asustadiza, y chocó contra Lyndis. No fue un choque suficiente para derribarla, pues Ranko no llevaba prácticamente nada de impulso, al contrario, era como una hoja chocando contra un árbol.
Lyndis era un poco más alta que Ranko, pero justo en ese momento, al mirar hacia arriba a centímetros de sus ojos, la notó gigantesca. Ranko se sintió un gazapo diminuto, indefenso, atrapado en las zarpas de una bestia titánica. Sentía que si se movía, sería devorada.
Y Ranko se emocionó.
El tren pasó por lo que Ranko sintió una eternidad, haciendo que las prendas de Lyndis ondearan, y los mechones de su cabeza se movieran vigorosamente. Pero los ojos de la… ogresa hechizaban a Ranko y la mantenían en su lugar, al menos hasta que el tren se les adelantara y el silencio interrumpiera la escena.
"«Conocí a su hija en una misión y me cayó tan bien que le traigo telas», sí, perfectamente normal, Ranko" pensó.
—De-de todas maneras me gustaría visitarla.
Luego escuchó la historia de la familia de Lyndis. Varias emociones y pensamientos cruzaron su mente mientras hablaban. El sonido del tren se hacía más fuerte conforme se acercaba, pero no interrumpía la conversación
—¿Tu madre con otra...? Oh, entiendo, yo también s- ¡Ah! ¡D-digo...! ¿Eh? ¿Oni? —Ranko no comprendía. ¿Significaba que su padre...? ¿Padre-madre? ¿Era una ogresa de leyenda? ¿Entonces ella, Lyndis, era…? Por un momento, Ranko se la imaginó con la piel roja, cuernos y colmillos, y se sintió… intimidada. Tan intimidada que se sonrojó y su corazón se aceleró.
"¿Qué te pasa, Ranko? ¿Por qué reaccionas así ante ello? ¿Acaso sientes algo hacia los seres mitológicos? ¿O es por el solo hecho de ser… ella?"
Pero la de la trenza fue arrancada de sus pensamientos por las palabras y la sonrisa maquiavélica de Lyndis. Por un momento, su cuerpo siguió caminando por sí solo cual autómata. Ranko sólo pudo controlar su cabeza, y su mirada, y dirigió ambas a la cara de la peliplateada.
¿Qué había dicho? ¿El destino? ¿Por qué sonaba a verdad absoluta viniendo de sus labios?
—Sí, el destino nos unió. —soltó Ranko con un suspiro. Pero un segundo después, cayó en la cuenta —. ¡N-NO, ESP-! ¡QUISE DEC-!
Entonces, el tren que se acercaba al fin las alcanzó y calló a la coneja. Ranko no supo por qué, tal vez fue una mezcla del ruido del ferrocarril, de la ráfaga de viento que éste soltó, y de sus nervios a punto de estallar, pero dio un pequeño salto, asustadiza, y chocó contra Lyndis. No fue un choque suficiente para derribarla, pues Ranko no llevaba prácticamente nada de impulso, al contrario, era como una hoja chocando contra un árbol.
Lyndis era un poco más alta que Ranko, pero justo en ese momento, al mirar hacia arriba a centímetros de sus ojos, la notó gigantesca. Ranko se sintió un gazapo diminuto, indefenso, atrapado en las zarpas de una bestia titánica. Sentía que si se movía, sería devorada.
Y Ranko se emocionó.
El tren pasó por lo que Ranko sintió una eternidad, haciendo que las prendas de Lyndis ondearan, y los mechones de su cabeza se movieran vigorosamente. Pero los ojos de la… ogresa hechizaban a Ranko y la mantenían en su lugar, al menos hasta que el tren se les adelantara y el silencio interrumpiera la escena.
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