30/07/2021, 18:09
Fue demasiado repentino. Una ola tan súbita de frío que le entumeció todos y cada uno de sus músculos. Trató de rugir. De revolverse. De sobrepasar aquel inconveniente a base de pura fuerza de voluntad y determinación. Era algo que solía funcionarle…
… mas no aquella vez.
Sus ojos, llenos de rencor, miraron por última vez a Kuroyuki antes de que su cuerpo paralizado por el hielo se desplomase sobre el techo. No podía moverse. No podía siquiera hablar. Habían paralizado al rayo de la tormenta y tan solo podía pensar. Maldecir. Cagarse en los muertos de aquella zorra y aquel zorro y emponzoñar su sangre de un odio primitivo y visceral. ¿Cómo había sido tan rápida? ¿Cómo no le había cortado el brazo a tiempo? Quiso levantarse y patearle el culo, pero era inútil. Estaba inmóvil, vulnerable, mas no se sentía impotente. Era un sentimiento de débiles, y ese no era uno de sus muchos defectos. No, lo tenía claro. La Tormenta de nieve la había cazado a la intemperie, pero ella todavía no había dicho su última palabra. Iba a matarla. Iba a matarla. Iba a…
«Hazlo».
Sin importarle sufrir las consecuencias. Era dura, y el hielo que le recubría era más duro todavía. Podría soportarlo. Que la jodiesen. A Kuroyuki y al zorro. ¡Que la jodiesen bien jodida!
El clon, olvidado desde hacía unos minutos, hizo su parte: estallar en una terrorífica explosión que engulló la nave, el suelo y todo ser viviente a cincuenta metros a la redonda.
… mas no aquella vez.
Sus ojos, llenos de rencor, miraron por última vez a Kuroyuki antes de que su cuerpo paralizado por el hielo se desplomase sobre el techo. No podía moverse. No podía siquiera hablar. Habían paralizado al rayo de la tormenta y tan solo podía pensar. Maldecir. Cagarse en los muertos de aquella zorra y aquel zorro y emponzoñar su sangre de un odio primitivo y visceral. ¿Cómo había sido tan rápida? ¿Cómo no le había cortado el brazo a tiempo? Quiso levantarse y patearle el culo, pero era inútil. Estaba inmóvil, vulnerable, mas no se sentía impotente. Era un sentimiento de débiles, y ese no era uno de sus muchos defectos. No, lo tenía claro. La Tormenta de nieve la había cazado a la intemperie, pero ella todavía no había dicho su última palabra. Iba a matarla. Iba a matarla. Iba a…
«Hazlo».
Sin importarle sufrir las consecuencias. Era dura, y el hielo que le recubría era más duro todavía. Podría soportarlo. Que la jodiesen. A Kuroyuki y al zorro. ¡Que la jodiesen bien jodida!
¡¡BBOOOOOOOOOMMMMMMM!!
El clon, olvidado desde hacía unos minutos, hizo su parte: estallar en una terrorífica explosión que engulló la nave, el suelo y todo ser viviente a cincuenta metros a la redonda.