21/01/2016, 20:59
(Última modificación: 21/01/2016, 21:03 por Uchiha Akame.)
La kunoichi se puso en pie, intentando calmarse. Tenía que pensar con claridad. A su alrededor el suelo estaba manchado de sangre aquí y allá, igual que la mesa. Los cadáveres seguían vertiendo aquel líquido pegajoso, y un olor extraño invadía la taberna. A mugre, a sangre, a cadáver. A muerte. Kunie se había criado en las calles, conocía bien ese hedor. Respiró hondo una vez, dos, hasta tres veces. No era la primera vez que asesinaba a alguien, aunque sí la más sangrienta.
- ¿Hacer lo que me dijiste? - preguntó el Uchiha con voz ronca-. ¡¿Hacer lo que me dijiste?! - repitió, furioso-. ¡Mira a lo que me ha llevado hacer lo que me dijiste! - exclamó, trazando un arco con el brazo que trataba de abarcar todo el garito.-. ¡A una puta carnicería, joder! ¿De verdad era necesario? ¿Por unos cientos de ryos…? - preguntaba incrédulo-. ¿¡Pero a ti que te pasa, joder!?
- ¿Cómo te atreves...? - masculló la kunoichi, apretando los dientes.- ¡Tarado de mierda! ¡Si no te hubieras gastado todo el dinero en la primera mano, podríamos haber seguido jugando!
Furiosa por la réplica del Uchiha, Kunie se acercó a la mesa. El tacto del suelo era viscoso y desgradable. Se puso de rodillas, buscando algo debajo de la mesa. Cuando lo encontró, se irguió en toda su estatura, señalando a Datsue con un índice acusador.
- ¿¡Crees que habrías conseguido un resultado distinto con tu papelito de paz y amor!? ¡Al menos a mi manera estaremos lejos de aquí cuando lleguen los guardias!
La kunoichi respiró hondo una vez más. Tras desahogarse con Datsue, estaba mucho más tranquila, y su cabeza empezó a pensar otra vez con normalidad. Echó un rápido vistazo a la taberna y luego fue hasta la puerta con pasos veloces. La abrió ligeramente, observando el exterior del local. No se escuchaba un sólo ruido.
- Tenemos que largarnos de aquí, y rápido. - señaló la mesa empapada de sangre, como si hubieran degollado a un cerdo sobre ella.- Pero antes tienes que quitar el sello. Si nos pillan por esa tontería, la muerte de un hombre inocente habrá sido en vano.
Cerró los ojos un momento, intentando aclarar sus ideas. Podía ver con claridad los rostros de aquellos cuatro hombres que había matado ni cinco minutos antes. Joder, joder... ¡Joder! Vale. Tienes que tranquilizarte, tomar el control de la situación. Hay que esfumarse, no has dejado pruebas, nadie te encontrará. Son sólo unos borrachos de tres al cuarto... Sacó la cabeza por la puerta del local, mirando a ambos lados de la calle. Nada.
- ¿Hacer lo que me dijiste? - preguntó el Uchiha con voz ronca-. ¡¿Hacer lo que me dijiste?! - repitió, furioso-. ¡Mira a lo que me ha llevado hacer lo que me dijiste! - exclamó, trazando un arco con el brazo que trataba de abarcar todo el garito.-. ¡A una puta carnicería, joder! ¿De verdad era necesario? ¿Por unos cientos de ryos…? - preguntaba incrédulo-. ¿¡Pero a ti que te pasa, joder!?
- ¿Cómo te atreves...? - masculló la kunoichi, apretando los dientes.- ¡Tarado de mierda! ¡Si no te hubieras gastado todo el dinero en la primera mano, podríamos haber seguido jugando!
Furiosa por la réplica del Uchiha, Kunie se acercó a la mesa. El tacto del suelo era viscoso y desgradable. Se puso de rodillas, buscando algo debajo de la mesa. Cuando lo encontró, se irguió en toda su estatura, señalando a Datsue con un índice acusador.
- ¿¡Crees que habrías conseguido un resultado distinto con tu papelito de paz y amor!? ¡Al menos a mi manera estaremos lejos de aquí cuando lleguen los guardias!
La kunoichi respiró hondo una vez más. Tras desahogarse con Datsue, estaba mucho más tranquila, y su cabeza empezó a pensar otra vez con normalidad. Echó un rápido vistazo a la taberna y luego fue hasta la puerta con pasos veloces. La abrió ligeramente, observando el exterior del local. No se escuchaba un sólo ruido.
- Tenemos que largarnos de aquí, y rápido. - señaló la mesa empapada de sangre, como si hubieran degollado a un cerdo sobre ella.- Pero antes tienes que quitar el sello. Si nos pillan por esa tontería, la muerte de un hombre inocente habrá sido en vano.
Cerró los ojos un momento, intentando aclarar sus ideas. Podía ver con claridad los rostros de aquellos cuatro hombres que había matado ni cinco minutos antes. Joder, joder... ¡Joder! Vale. Tienes que tranquilizarte, tomar el control de la situación. Hay que esfumarse, no has dejado pruebas, nadie te encontrará. Son sólo unos borrachos de tres al cuarto... Sacó la cabeza por la puerta del local, mirando a ambos lados de la calle. Nada.