3/08/2021, 14:30
—No quisiera molestar a nadie... —suspiró Ranko su frase de siempre.
Lyndis tenía razón. O se quedaban, medio abusando de la hospitalidad de una ancianita y se arriesgaban a que los verdaderos Yuriko y Yamato llegasen, o bien se iban y dejaban sola a una mujer que parecía contenta de tener compañía.
Antes de que la de la trenza pudiese decir algo más, la mujer regresó, con sendos tazones con sopa en las manos, y los dejó en la mesa. Instantes después un exquisito aroma casero llegó hasta las kunoichi.
—¡Ya tenían tanto sin venir a verme! Espero que no olvides quién es tu mamá, Yuriko. —La mujer miró a Ranko con afable sonrisa.
—S-señora, por favor, noso-
—Ja ja, ya sé, sé que no lo olvidas. Eres una buena chica. Sólo quisiera que te pasaras por aquí más seguido. Me entretiene trabajar en el huerto, pero a menudo me siento un poco sola. ¡Y tú también, Yamato! No creas que me olvido de tu deber de yerno de recordarle a Yuriko de visitarme. ¡Ah ja ja!
Con lentos pasitos y suaves movimientos danzarines, la mujer regresó a la cocina. Ranko suspiró de nuevo.
—No podemos dejarla sola. No quiero dejarla sola, Lyndis. Si... Si esas personas vienen... Le-les explicaremos. Creo que entenderán que no queríamos abandonarla así. ¿No? Por favor.
Ranko miró directamente a los ojos de Lyndis, pidiéndole que se quedaran.
Lyndis tenía razón. O se quedaban, medio abusando de la hospitalidad de una ancianita y se arriesgaban a que los verdaderos Yuriko y Yamato llegasen, o bien se iban y dejaban sola a una mujer que parecía contenta de tener compañía.
Antes de que la de la trenza pudiese decir algo más, la mujer regresó, con sendos tazones con sopa en las manos, y los dejó en la mesa. Instantes después un exquisito aroma casero llegó hasta las kunoichi.
—¡Ya tenían tanto sin venir a verme! Espero que no olvides quién es tu mamá, Yuriko. —La mujer miró a Ranko con afable sonrisa.
—S-señora, por favor, noso-
—Ja ja, ya sé, sé que no lo olvidas. Eres una buena chica. Sólo quisiera que te pasaras por aquí más seguido. Me entretiene trabajar en el huerto, pero a menudo me siento un poco sola. ¡Y tú también, Yamato! No creas que me olvido de tu deber de yerno de recordarle a Yuriko de visitarme. ¡Ah ja ja!
Con lentos pasitos y suaves movimientos danzarines, la mujer regresó a la cocina. Ranko suspiró de nuevo.
—No podemos dejarla sola. No quiero dejarla sola, Lyndis. Si... Si esas personas vienen... Le-les explicaremos. Creo que entenderán que no queríamos abandonarla así. ¿No? Por favor.
Ranko miró directamente a los ojos de Lyndis, pidiéndole que se quedaran.
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