3/08/2021, 19:31
Lyndis suspiró de nuevo, Ranko tenía toda la razón, no podían simplemente dejarla sola y partirle el corazón. Y si llegaban los autenticos Yuriko y Yamato, podrían intentar explicar lo sucedido, con suerte no era la primera ni la última vez que ocurría y podían entablar algo de conversación para deshacer aquel entuerno.
— De acuerdo Ranko, confió en ti — añadió asintiendo levemente, todavía con una mueca de duda en su rostro y con las manos sobre su propia cintura. — En cuanto amanezca, nos marchamos. No se si deberíamos de dejar una nota para esas personas; la señora es demasiado amable y podría suponer un problema si alguien quisiera aprovecharse de ella... — Miraba a los lados algo preocupada, dirigiendo la atención al interior de la casa y posteriormente a la señora mayor. — En fin, comamos algo
Se dirigiria entonces a su propia mochila, que estaba en la espalda de Ranko para sacar los bollos de carne que ella misma había cocinado. Apenas quedaban dos o tres, pero era suficiente para que fuera un gesto de amabilidad por aquel hospedaje; total, tampoco parecía que pudieran ceder de otra forma. Caminaría entonces hasta la mesa, donde la comida estaba servida.
— Abuela, te he traido un par de bollos que yo misma he cocinado. Son de esta mañana, pero te aseguro que siguen estando igual de buenos — añadió tras dejar la bolsa sobre la mesa.
— De acuerdo Ranko, confió en ti — añadió asintiendo levemente, todavía con una mueca de duda en su rostro y con las manos sobre su propia cintura. — En cuanto amanezca, nos marchamos. No se si deberíamos de dejar una nota para esas personas; la señora es demasiado amable y podría suponer un problema si alguien quisiera aprovecharse de ella... — Miraba a los lados algo preocupada, dirigiendo la atención al interior de la casa y posteriormente a la señora mayor. — En fin, comamos algo
Se dirigiria entonces a su propia mochila, que estaba en la espalda de Ranko para sacar los bollos de carne que ella misma había cocinado. Apenas quedaban dos o tres, pero era suficiente para que fuera un gesto de amabilidad por aquel hospedaje; total, tampoco parecía que pudieran ceder de otra forma. Caminaría entonces hasta la mesa, donde la comida estaba servida.
— Abuela, te he traido un par de bollos que yo misma he cocinado. Son de esta mañana, pero te aseguro que siguen estando igual de buenos — añadió tras dejar la bolsa sobre la mesa.