4/08/2021, 16:46
La cena siguió en calma por unos instantes, hasta que Lyndis abrió la boca. Ranko casi se atragantó con la sopa, y comenzó a toser hacia un lado. Cuando se irguió de nuevo, estaba imposiblemente roja. Entendía que había que seguirle el juego a la anciana, pero ¿Tenía Lyndis que decir algo así?
Ranko miró a su compañera y su imaginación le jugó otra mala pasada.
La vio vestida de ropas formales de oficina, entrando a casa desde la lluvia, diciendo un "Cariño, ya estoy en casa".
El corazón de Ranko se aceleró, y ella hundió la mirada en la sopa.
—Oh, es natural. ¡Me alegra que sigas las tradiciones culinarias de tu familia, Yuriko! ¡Jaja! —comentó la anciana, más que alegre, mientras Ranko asentía con rigidez.
Pero al alzar la vista de nuevo hacia Lyndis, Ranko la vio: la mirada pícara de la semiogresa.
"¿Ah? ¿Lo ha dicho... A propósito?" Ranko torció los labios brevemente. Lyndis había sido tan amable durante todo el día, ¿Por qué habría dicho algo así para molestarla?
"Bueno, no me molestó, es sólo... ¡P-pero debería! ¡Qué atrevimiento!"
Ranko abrió la boca para decir algo, pero no sele ocurrió. Querría contraatacar, decir algo en broma en contra de su "esposo", pero nada se le vino a la mente. Maldijo mentalmente su honestidad y amabilidad.
—Debe ser horrible estar rodeados de tanto bullicio por allá. No olviden salir a caminar cada tanto al campo y tomar el sol —La mujer canturreó, con ligera pero sincera preocupación. Luego se dirigió a Ranko —. ¿Yuriko, querida? ¿Estás bien? Te ves muy roja.
—¿Ah? Y-yo... Yo estoy b-bien. No se preocupe. E-es sólo... Es sólo... —Miró una vez más a Lyndis, pero no pudo decir más. ¿Qué tenía esa chica?
—Oh, debe ser lo caliente del caldo. ¡A que te enciende el alma! Jaja~
—S-sí. E-es posible.
La de la trenza volvió a hundir sus ojos en el tazón, apenada.
Ranko miró a su compañera y su imaginación le jugó otra mala pasada.
La vio vestida de ropas formales de oficina, entrando a casa desde la lluvia, diciendo un "Cariño, ya estoy en casa".
El corazón de Ranko se aceleró, y ella hundió la mirada en la sopa.
—Oh, es natural. ¡Me alegra que sigas las tradiciones culinarias de tu familia, Yuriko! ¡Jaja! —comentó la anciana, más que alegre, mientras Ranko asentía con rigidez.
Pero al alzar la vista de nuevo hacia Lyndis, Ranko la vio: la mirada pícara de la semiogresa.
"¿Ah? ¿Lo ha dicho... A propósito?" Ranko torció los labios brevemente. Lyndis había sido tan amable durante todo el día, ¿Por qué habría dicho algo así para molestarla?
"Bueno, no me molestó, es sólo... ¡P-pero debería! ¡Qué atrevimiento!"
Ranko abrió la boca para decir algo, pero no sele ocurrió. Querría contraatacar, decir algo en broma en contra de su "esposo", pero nada se le vino a la mente. Maldijo mentalmente su honestidad y amabilidad.
—Debe ser horrible estar rodeados de tanto bullicio por allá. No olviden salir a caminar cada tanto al campo y tomar el sol —La mujer canturreó, con ligera pero sincera preocupación. Luego se dirigió a Ranko —. ¿Yuriko, querida? ¿Estás bien? Te ves muy roja.
—¿Ah? Y-yo... Yo estoy b-bien. No se preocupe. E-es sólo... Es sólo... —Miró una vez más a Lyndis, pero no pudo decir más. ¿Qué tenía esa chica?
—Oh, debe ser lo caliente del caldo. ¡A que te enciende el alma! Jaja~
—S-sí. E-es posible.
La de la trenza volvió a hundir sus ojos en el tazón, apenada.
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