22/01/2016, 15:29
(Última modificación: 22/01/2016, 15:32 por Uchiha Akame.)
- Así que hemos matado a cuatro hombres por algo que no necesitabas. - mumuró el Uchiha.- Bien.
Kunie se detuvo. Sabía que no debía picar el anzuelo. Volvió la vista hacia Datsue y lo observó de arriba a abajo. Flacucho, con ropas gastadas y el ingenio bien entrenado. Kunie había visto a mucha gente con dinero, y aquel chico no encajaba en ninguno de los arquetipos que ella conocía.
- Sólo los ricos y los que no tienen absolutamente nada rechazan tanto dinero cuando tienen la oportunidad de cogerlo sin más. - replicó con un tono tan suave que sonaba incluso amable.- Así que, primero, he matado a cuatro hombres porque tú la cagaste. - apostilló, sin modular ni un ápice la dulzura de su voz.- Y segundo, espero que me invites a jugar al shōgi y tomar té de importación en los jardines de tu finca mientras tus sirvientes tocan un poco de música, como agradecimiento por haberte salvado el pellejo.
Sin esperar contestación por parte de Datsue, se dio media vuelta y empezó a caminar, con intención de alejarse cuanto antes de la taberna. No pudo contener una sonrisa cuando oyó los pasos del Uchiha, veloces, que la seguían. Kunie todavía tenía muchas cosas que quería preguntarle al chico, y la perspectiva de poder hacerlo la llenaba de entusiasmo. Ambos siguieron andando en dirección al hostal, fundiéndose con las sombras del entramado de callejones, mientras hablaban.
- ¿Y cómo es que una kunoichi de Takigakure se dedica a estas chapuzas de timos? ¿Es que no te pagan bien las misiones? ¿O es simplemente por diversión?
Kunie suspiró, resignada. Lo cierto era que ni ella misma sabía por qué se sentía atraída por el peligro. Quizá fuera cosa de la edad. O quizá hubiese una razón más profunda.
- ¿Quieres que te diga la verdad? No lo sé. - admitió, con desgana.- Supongo que cuando un perro pasa toda la vida en una cuadra, rodeado de caballos, al final termina por acostumbrarse al olor de la paja reseca y las boñigas del tamaño de un puño. Tal vez incluso le coja el gusto a relinchar.
La kunoichi notó una punzada de dolor en el pecho, muy cerca del corazón. Sin darse cuenta, en su rostro se había dibujado el reflejo sombrío de tiempos más difíciles... Y eso no le gustaba. Trató de sonreír de nuevo, y mientras se esforzaba por recordar la dirección exacta del hostal, decidió ser ella quien hiciera las preguntas.
- ¿Por qué no me cuentas el motivo de que tus ojos hayan cambiado de color? Seguro que es una historia de lo más interesante. Me he fijado al salir de... ese sitio. ¿Es el homólogo Uchiha a mearse encima cuando tenéis miedo? - agregó, con una risita.
Kunie se detuvo. Sabía que no debía picar el anzuelo. Volvió la vista hacia Datsue y lo observó de arriba a abajo. Flacucho, con ropas gastadas y el ingenio bien entrenado. Kunie había visto a mucha gente con dinero, y aquel chico no encajaba en ninguno de los arquetipos que ella conocía.
- Sólo los ricos y los que no tienen absolutamente nada rechazan tanto dinero cuando tienen la oportunidad de cogerlo sin más. - replicó con un tono tan suave que sonaba incluso amable.- Así que, primero, he matado a cuatro hombres porque tú la cagaste. - apostilló, sin modular ni un ápice la dulzura de su voz.- Y segundo, espero que me invites a jugar al shōgi y tomar té de importación en los jardines de tu finca mientras tus sirvientes tocan un poco de música, como agradecimiento por haberte salvado el pellejo.
Sin esperar contestación por parte de Datsue, se dio media vuelta y empezó a caminar, con intención de alejarse cuanto antes de la taberna. No pudo contener una sonrisa cuando oyó los pasos del Uchiha, veloces, que la seguían. Kunie todavía tenía muchas cosas que quería preguntarle al chico, y la perspectiva de poder hacerlo la llenaba de entusiasmo. Ambos siguieron andando en dirección al hostal, fundiéndose con las sombras del entramado de callejones, mientras hablaban.
- ¿Y cómo es que una kunoichi de Takigakure se dedica a estas chapuzas de timos? ¿Es que no te pagan bien las misiones? ¿O es simplemente por diversión?
Kunie suspiró, resignada. Lo cierto era que ni ella misma sabía por qué se sentía atraída por el peligro. Quizá fuera cosa de la edad. O quizá hubiese una razón más profunda.
- ¿Quieres que te diga la verdad? No lo sé. - admitió, con desgana.- Supongo que cuando un perro pasa toda la vida en una cuadra, rodeado de caballos, al final termina por acostumbrarse al olor de la paja reseca y las boñigas del tamaño de un puño. Tal vez incluso le coja el gusto a relinchar.
La kunoichi notó una punzada de dolor en el pecho, muy cerca del corazón. Sin darse cuenta, en su rostro se había dibujado el reflejo sombrío de tiempos más difíciles... Y eso no le gustaba. Trató de sonreír de nuevo, y mientras se esforzaba por recordar la dirección exacta del hostal, decidió ser ella quien hiciera las preguntas.
- ¿Por qué no me cuentas el motivo de que tus ojos hayan cambiado de color? Seguro que es una historia de lo más interesante. Me he fijado al salir de... ese sitio. ¿Es el homólogo Uchiha a mearse encima cuando tenéis miedo? - agregó, con una risita.