22/01/2016, 19:45
—Ah... Entonces... No creo que te falte mucho... Parece que se te da muy bien esa técnica —Datsue se limitó a encogerse de hombros—: Ayame. Me llamo Aotsuki Ayame.
—Un placer —dijo, realizando una florida reverencia.
Entonces, el silencio anudó sus lenguas mientras ambos shinobis observaban el pueblo, grisáceo por la cortina de lluvia que le cubría. Era el momento de pensar. Era el momento de planear.
—Entonces, ¿cuál es el plan? Yo debería actuar desde las sombras, imagino.
—O al menos intentarlo —asintió Datsue—. Vamos, ya hemos perdido mucho tiempo —Adelantándose, empezó a trotar cuesta abajo—. Además, aun con la mala suerte de que te viesen… ¿Qué ocurriría? —preguntó de forma retórica—. No eres sospechosa de nada, ni siquiera de ser mi cliente —esbozó una media sonrisa mientras le dirigía una mirada risueña—, para desgracia de mi bolsillo.
El barro y el lodo dieron paso a un empedrado camino, cuya agua se acumulaba aquí y allá entre las grietas y los huecos de las piedras, que partía al pueblo en dos. Los retazos de luz provenientes del interior de las casas, así como las esparcidas farolas que había a un lado y a otro, iluminaban el recorrido de los dos ninjas y se reflejaban en los charcos, cuya superficie tintineaba a causa de la lluvia.
—Ahí debe ser —aseguró el Uchiha, al verlo a lo lejos. Así se lo indicaba el cartelito metálico colocado encima de la puerta: “La Posada de Tenchi”
Tenchi, como el puente… Muy original no es pero, supongo que efectivo sí.
El edificio, colocado a la derecha del camino, era de dos pisos y de considerable tamaño. De las ventanas del piso inferior surgían varias franjas de luz que cubrían con un velo dorado el aire, hasta proyectarse en el húmedo suelo. Pegado a la posada, a su derecha, había otro pequeño edificio, la mitad de alto, con el inequívoco dibujo de un caballo colgado en un cartel. La entrada estaba formada por un enorme portal corredero de seis metros de anchura, de metal y liso por completo hasta arriba, donde la superficie se transformaba en finas rejas, lo suficientemente juntas las unas de las otras como para no dejar pasar nada más grande que un gato callejero.
¿Estará Tormenta ahí?
—¿Cómo lo ves? —preguntó el Uchiha en voz baja. Pese a que no transitaba nadie por las sombrías calles del pueblo, quiso ser precavido—. Yo diría que, si Tormenta está en esa cuadra de ahí, podríamos sacarla sin que nadie se enterase hasta que amanezca, cuando ya estemos muy lejos de aquí.
—Un placer —dijo, realizando una florida reverencia.
Entonces, el silencio anudó sus lenguas mientras ambos shinobis observaban el pueblo, grisáceo por la cortina de lluvia que le cubría. Era el momento de pensar. Era el momento de planear.
—Entonces, ¿cuál es el plan? Yo debería actuar desde las sombras, imagino.
—O al menos intentarlo —asintió Datsue—. Vamos, ya hemos perdido mucho tiempo —Adelantándose, empezó a trotar cuesta abajo—. Además, aun con la mala suerte de que te viesen… ¿Qué ocurriría? —preguntó de forma retórica—. No eres sospechosa de nada, ni siquiera de ser mi cliente —esbozó una media sonrisa mientras le dirigía una mirada risueña—, para desgracia de mi bolsillo.
El barro y el lodo dieron paso a un empedrado camino, cuya agua se acumulaba aquí y allá entre las grietas y los huecos de las piedras, que partía al pueblo en dos. Los retazos de luz provenientes del interior de las casas, así como las esparcidas farolas que había a un lado y a otro, iluminaban el recorrido de los dos ninjas y se reflejaban en los charcos, cuya superficie tintineaba a causa de la lluvia.
—Ahí debe ser —aseguró el Uchiha, al verlo a lo lejos. Así se lo indicaba el cartelito metálico colocado encima de la puerta: “La Posada de Tenchi”
Tenchi, como el puente… Muy original no es pero, supongo que efectivo sí.
El edificio, colocado a la derecha del camino, era de dos pisos y de considerable tamaño. De las ventanas del piso inferior surgían varias franjas de luz que cubrían con un velo dorado el aire, hasta proyectarse en el húmedo suelo. Pegado a la posada, a su derecha, había otro pequeño edificio, la mitad de alto, con el inequívoco dibujo de un caballo colgado en un cartel. La entrada estaba formada por un enorme portal corredero de seis metros de anchura, de metal y liso por completo hasta arriba, donde la superficie se transformaba en finas rejas, lo suficientemente juntas las unas de las otras como para no dejar pasar nada más grande que un gato callejero.
¿Estará Tormenta ahí?
—¿Cómo lo ves? —preguntó el Uchiha en voz baja. Pese a que no transitaba nadie por las sombrías calles del pueblo, quiso ser precavido—. Yo diría que, si Tormenta está en esa cuadra de ahí, podríamos sacarla sin que nadie se enterase hasta que amanezca, cuando ya estemos muy lejos de aquí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado