16/08/2021, 00:25
(Última modificación: 16/08/2021, 00:25 por Amedama Daruu.)
Los hombres y mujeres de Yui escuchaban atentamente a Ayame, y sus rostros reflejaban el mismo terror que sentía la muchacha. Cuando acabó y declaró sus intenciones, la mujer corpulenta de antes se le acercó y la agarró por los hombros, levantando sus pies del suelo.
—¡No! ¡No, no, no, no! ¡No puedes hacer eso, Aotsuki! ¡Tú eres parte del futuro de Amegakure! —exclamó—. Y probablemente uno de los objetivos del enemigo. ¡Es obvio que espera refuerzos de Ame, pero no te espera específicamente a ti! ¡Deja que nos ocupemos nosotros!
—Deja que me ocupe yo —asintió Yokuna—. Probablemente quiera usar a Yui como chantaje. Negociar. Tú debes volver a Amegakure. Al lado de Shanise. Es el lugar donde perteneces.
—Negociar... —comenzó otro de los hombres—. ¿Creéis que Yui querría que hiciésemos alguna concesión? Conociéndola, preferiría morir... Honestamente, compañeros... no creo que ese zorro piense jugar limpio. Yui...
La mujer que agarraba a Ayame la sacudió como una lavadora en pleno centrifugado.
—¡No sabemos lo que va a pasar todavía! ¡Pero por eso mismo! ¡Yui puede morir, pero la Tormenta seguirá viva! ¡Shanise tomará el puesto, y entonces tú, tú...!
—Yuka. Suéltala ya.
Yuka bajó los brazos poco a poco y depositó a Ayame en el suelo. Sollozó.
—Ayame... para muchos de nosotros eres una heroína. Yui se quedó luchando y os dejó marchar, ¿no? ¿Crees que Yui querría que te entregases?
—¡No aguanto más! —espetó otra kunoichi, levantándose. Hizo un aspaviento con el brazo, señalando a la puerta del vagón—. ¡Pienso pelear con uñas y dientes para sacar a Yui viva de ahí y patearle el culo a ese zorro! ¡Es lo que ella querría!
Hubieron algunos gritos de guerra de aprobación, pero también cuchicheos y ruminaciones preocupadas.
—¡No! ¡Sería una locura! ¡Y Yui moriría al primer movimiento!
—¿Qué es lo que querría ella? —insistió la kunoichi, enfadada, dando un paso hacia Yokuna.
—Todo está perdido. Esto va a acabar en una guerra, de una manera u otra. Sed realistas —añadió una voz más, apagada. Un hombre escuchimizado, que en una esquina, se rascaba la cabeza, nervioso—. Aotsuki Zetsuo pidió refuerzos para un rescate casi imposible. Intentaron rescatarla, pero ella decidió quedarse, ¿no? Y ahora está sola. Y estamos yendo hacia una trampa. No podemos ganar. Solo podemos perder.
El hombre levantó la mirada.
»Deberíamos dar la vuelta, volver a Amegakure y comenzar a organizar un ejército. Yui ya ha sellado su destino. Pensemos en el futu...
Yuka se acercó y le agarró por el cuello, levantándolo. El hombre agarró su brazo, intentando escapar de la presa.
—¡CÓMO TE ATREVES, GUSANO COBARDE...!
—¡Eh! ¡Déjalo en paz!
—¡Echémoslo del tren!
—¡Eh, eh, por favor, un poco de calma, un poco de cal...!
Alguien empujó a Yokuna. El vagón se convirtió en caos, más parecido a una pelea de bar que a un escuadrón de shinobi y kunoichi. Habían llantos y gritos de rabia. Sollozos de dolor. Llamadas a la calma.
Desesperación. Almas rotas.
—¡No! ¡No, no, no, no! ¡No puedes hacer eso, Aotsuki! ¡Tú eres parte del futuro de Amegakure! —exclamó—. Y probablemente uno de los objetivos del enemigo. ¡Es obvio que espera refuerzos de Ame, pero no te espera específicamente a ti! ¡Deja que nos ocupemos nosotros!
—Deja que me ocupe yo —asintió Yokuna—. Probablemente quiera usar a Yui como chantaje. Negociar. Tú debes volver a Amegakure. Al lado de Shanise. Es el lugar donde perteneces.
—Negociar... —comenzó otro de los hombres—. ¿Creéis que Yui querría que hiciésemos alguna concesión? Conociéndola, preferiría morir... Honestamente, compañeros... no creo que ese zorro piense jugar limpio. Yui...
La mujer que agarraba a Ayame la sacudió como una lavadora en pleno centrifugado.
—¡No sabemos lo que va a pasar todavía! ¡Pero por eso mismo! ¡Yui puede morir, pero la Tormenta seguirá viva! ¡Shanise tomará el puesto, y entonces tú, tú...!
—Yuka. Suéltala ya.
Yuka bajó los brazos poco a poco y depositó a Ayame en el suelo. Sollozó.
—Ayame... para muchos de nosotros eres una heroína. Yui se quedó luchando y os dejó marchar, ¿no? ¿Crees que Yui querría que te entregases?
—¡No aguanto más! —espetó otra kunoichi, levantándose. Hizo un aspaviento con el brazo, señalando a la puerta del vagón—. ¡Pienso pelear con uñas y dientes para sacar a Yui viva de ahí y patearle el culo a ese zorro! ¡Es lo que ella querría!
Hubieron algunos gritos de guerra de aprobación, pero también cuchicheos y ruminaciones preocupadas.
—¡No! ¡Sería una locura! ¡Y Yui moriría al primer movimiento!
—¿Qué es lo que querría ella? —insistió la kunoichi, enfadada, dando un paso hacia Yokuna.
—Todo está perdido. Esto va a acabar en una guerra, de una manera u otra. Sed realistas —añadió una voz más, apagada. Un hombre escuchimizado, que en una esquina, se rascaba la cabeza, nervioso—. Aotsuki Zetsuo pidió refuerzos para un rescate casi imposible. Intentaron rescatarla, pero ella decidió quedarse, ¿no? Y ahora está sola. Y estamos yendo hacia una trampa. No podemos ganar. Solo podemos perder.
El hombre levantó la mirada.
»Deberíamos dar la vuelta, volver a Amegakure y comenzar a organizar un ejército. Yui ya ha sellado su destino. Pensemos en el futu...
Yuka se acercó y le agarró por el cuello, levantándolo. El hombre agarró su brazo, intentando escapar de la presa.
—¡CÓMO TE ATREVES, GUSANO COBARDE...!
—¡Eh! ¡Déjalo en paz!
—¡Echémoslo del tren!
—¡Eh, eh, por favor, un poco de calma, un poco de cal...!
Alguien empujó a Yokuna. El vagón se convirtió en caos, más parecido a una pelea de bar que a un escuadrón de shinobi y kunoichi. Habían llantos y gritos de rabia. Sollozos de dolor. Llamadas a la calma.
Desesperación. Almas rotas.
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