16/08/2021, 18:35
«¿Mi amigote?» Pronto se imaginó a quién se refería, y frunció el ceño.
—Mi compañero de batallas —dijo, porque no pensaba llamarle amigo ni para seguirle el juego al nido de músculos y puro nervio que era aquella muchacha—, se encuentra ocupado con otras cosas.
Esperaba que lo más lejos posible. Esperaba, porque tener esperanzas era gratis, que yéndole muy mal las cosas.
Ranko le pidió que se desarmase. Una solicitud comprensible. Estuvo a punto de decirle que sus manos estaban consideradas armas, y que sus ojos eran más peligrosos que las katanas que ella empuñaba. Y no iba a cortarse las manos ni arrancarse los ojos, ¿no? Pero luego intuyó que no iba a captar su humor, y para eso, mejor quedarse callado.
Tomó un hacha. Deliberadamente lento y parsimonioso. La alzó frente a ella y dejó que resbalase por sus dedos hasta caer contra el suelo con un tintineo metálico. Repitió lo mismo con la otra. Luego se quitó el portaobjetos y lo tiró. Se apartó la capa de piel a un lado e incluso se levantó brevemente la camisa para que viese que no llevaba nada más.
Sobre desactivar el Yoroi, aquello le hacía menos gracia. Pero era otra petición bastante entendible, así que dejó de emitir chakra y los pequeños relámpagos se desvanecieron de su cuerpo.
—¿Qué tal está Sasagani Yota? ¿Y Tsukiyama Daigo? Hace tiempo que no se les ve el pelo por aquí, ¿huh? —Sonrió, y dejó que el silencio terminase de completar la respuesta a su pregunta.
—Mi compañero de batallas —dijo, porque no pensaba llamarle amigo ni para seguirle el juego al nido de músculos y puro nervio que era aquella muchacha—, se encuentra ocupado con otras cosas.
Esperaba que lo más lejos posible. Esperaba, porque tener esperanzas era gratis, que yéndole muy mal las cosas.
Ranko le pidió que se desarmase. Una solicitud comprensible. Estuvo a punto de decirle que sus manos estaban consideradas armas, y que sus ojos eran más peligrosos que las katanas que ella empuñaba. Y no iba a cortarse las manos ni arrancarse los ojos, ¿no? Pero luego intuyó que no iba a captar su humor, y para eso, mejor quedarse callado.
Tomó un hacha. Deliberadamente lento y parsimonioso. La alzó frente a ella y dejó que resbalase por sus dedos hasta caer contra el suelo con un tintineo metálico. Repitió lo mismo con la otra. Luego se quitó el portaobjetos y lo tiró. Se apartó la capa de piel a un lado e incluso se levantó brevemente la camisa para que viese que no llevaba nada más.
Sobre desactivar el Yoroi, aquello le hacía menos gracia. Pero era otra petición bastante entendible, así que dejó de emitir chakra y los pequeños relámpagos se desvanecieron de su cuerpo.
—¿Qué tal está Sasagani Yota? ¿Y Tsukiyama Daigo? Hace tiempo que no se les ve el pelo por aquí, ¿huh? —Sonrió, y dejó que el silencio terminase de completar la respuesta a su pregunta.