18/08/2021, 16:48
—E-entiendo —dijo Ranko con respecto al nombre. Asintió cuando mencionó lo de la mujer, recordando que Lyndis le había dicho que Yuriko estaba embarazada —. M-me siento mal por ella... E-espero que entienda.
La de la trenza siguió a su amiga. Se encontraron a la mujer sentada a la mesa, con sendos platos para las kunoichi, con huevos revueltos con verduras y una salchicha para cada una, así como sendas tazas de té.
Ranko saludó con un movimiento de cabeza y suaves palabras, y se sentó tímidamente.
—Adelante, tomen asiento, chicas —comenzó la ancianita con tono algo seco. Ranko notó que se refería a ellas como "chicas" —. Quiero... Disculparme. Y agradecerles. Disculparme por... Comportarme así. Ya había bebido un poco y... Suelo... Suelo pensar mucho en mi hijita —Su voz se quebró un poco —. No tenía mucho tiempo para visitarme, aunque nos escribíamos mucho. Me dijo que vendría después de... De un torneo en el Valle al que iría con mi yerno. Pero no volvieron.
El corazón de Ranko dio un vuelco, pensando si habrían caído en el ataque al Valle de los Dojos. La anciana había comenzado a llorar en silencio. El pecho de Ranko se apretó.
—A veces... Imagino que regresan. A veces les cocino. Y anoche... Ustedes siguieron esa imagen. Y sentí que mi Yuriko estaba aquí de nuevo. Gracias por hacerme compañía, por no dejarme sola. Gracias.
La anciana se limpió las lágrimas con la manga de su vestido, y se levantó para obsequiarles una reverencia.
—Disfruten de su desayuno, niñas. Espero que, cuando tengan que partir, la fortuna les sonría, tal como ustedes me han sonreído a mí.
La mujer esbozó una sonrisa, amplia, pero triste.
La de la trenza siguió a su amiga. Se encontraron a la mujer sentada a la mesa, con sendos platos para las kunoichi, con huevos revueltos con verduras y una salchicha para cada una, así como sendas tazas de té.
Ranko saludó con un movimiento de cabeza y suaves palabras, y se sentó tímidamente.
—Adelante, tomen asiento, chicas —comenzó la ancianita con tono algo seco. Ranko notó que se refería a ellas como "chicas" —. Quiero... Disculparme. Y agradecerles. Disculparme por... Comportarme así. Ya había bebido un poco y... Suelo... Suelo pensar mucho en mi hijita —Su voz se quebró un poco —. No tenía mucho tiempo para visitarme, aunque nos escribíamos mucho. Me dijo que vendría después de... De un torneo en el Valle al que iría con mi yerno. Pero no volvieron.
El corazón de Ranko dio un vuelco, pensando si habrían caído en el ataque al Valle de los Dojos. La anciana había comenzado a llorar en silencio. El pecho de Ranko se apretó.
—A veces... Imagino que regresan. A veces les cocino. Y anoche... Ustedes siguieron esa imagen. Y sentí que mi Yuriko estaba aquí de nuevo. Gracias por hacerme compañía, por no dejarme sola. Gracias.
La anciana se limpió las lágrimas con la manga de su vestido, y se levantó para obsequiarles una reverencia.
—Disfruten de su desayuno, niñas. Espero que, cuando tengan que partir, la fortuna les sonría, tal como ustedes me han sonreído a mí.
La mujer esbozó una sonrisa, amplia, pero triste.
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