19/08/2021, 18:30
Y así, Aotsuki Ayame echó a caminar, a través de la helada tormenta de nieve, siendo consciente de que probablemente no habría vuelta atrás. Quizás en su trayecto pensase en todo lo que podría no volver a ver: a sus compañeros, allá en el tren. A su familia, allá en Amegakure. A Shanise, allá en su despacho. A Daruu. A Kaido. Incluso a Datsue, con quien ahora mantenía una fraternal amistad.
Pero estaba tan determinada que era capaz de desoír a la voz de su compañera, Kokuo, y en este caso, por desgracia, también a la voz de su propio cuerpo, que le decía: tengo frío. A la estación de Yukio llegó una escuchimizada figura envuelta en una capa de viaje empapada e insuficiente. Dos ninjas del copo de nieve la vieron desde lejos y cuchichearon entre ellos al reconocerla.
Ambos sacaron sendos kunai y se quedaron en guardia, quizás extrañados de que una enemiga que había huído volviese por su propio pie en paralelo a la vía.
—¡Eh, tú! ¡Aotsuki! —dijo uno de ellos—. ¿A qué has venido? El Señor Kurama espera a Amegakure. ¿Vienes tú sola? —quiso saber—. ¡Las manos donde pueda verlas! —Se dio la vuelta hacia uno de los dos compañeros que vigilaban agazapados desde un tejadillo y le gritó—: Yōichi, avisa al Emperador. Dile que Aotsuki Ayame está aquí.
Pero estaba tan determinada que era capaz de desoír a la voz de su compañera, Kokuo, y en este caso, por desgracia, también a la voz de su propio cuerpo, que le decía: tengo frío. A la estación de Yukio llegó una escuchimizada figura envuelta en una capa de viaje empapada e insuficiente. Dos ninjas del copo de nieve la vieron desde lejos y cuchichearon entre ellos al reconocerla.
Ambos sacaron sendos kunai y se quedaron en guardia, quizás extrañados de que una enemiga que había huído volviese por su propio pie en paralelo a la vía.
—¡Eh, tú! ¡Aotsuki! —dijo uno de ellos—. ¿A qué has venido? El Señor Kurama espera a Amegakure. ¿Vienes tú sola? —quiso saber—. ¡Las manos donde pueda verlas! —Se dio la vuelta hacia uno de los dos compañeros que vigilaban agazapados desde un tejadillo y le gritó—: Yōichi, avisa al Emperador. Dile que Aotsuki Ayame está aquí.
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