23/08/2021, 13:00
—No soy una asesina como tú.
No, no lo eran. Precisamente acababa de comentarle la única diferencia.
—¿Qué motivos habría para matar a tanta gente?
Zaide rio. Fue una carcajada agria y seca, cargada de indignación, pero también de culpa. No era su intención debatir sobre aquello, no había venido a eso. Resultaba en una pérdida de tiempo y en enfocarse en cosas que le desviaban de su verdadero objetivo. Por eso mismo entró al fango. Porque dígase una cosa de Uchiha Zaide: casi nunca hace lo que le conviene.
—¿Me hablas de motivos? ¿Tú? ¿A mí? —replicó, estupefacto—. ¿Tú, que matarías a cualquiera si tu Señora Morikage te lo ordenase? —Zaide repetía lo de Señora Morikage con cierta sorna—. Sin pedir explicaciones. Sin preguntar.
Rio de nuevo al acordarse de algo. Si es que era acojonante.
—¿Alguna vez preguntaste que llevó a Juro a asesinar a Kenzou? No, ¿verdad? En cuanto lo veas tratarás de capturarlo, o matarlo, y punto. Porque eso es lo que tu Señora Morikage ordena. ¿Me hablas a mí de motivos? —repitió, elevando el tono—. Rompisteis relaciones con Uzu y Ame por perder al jinchūriki. Y cuando al Daimyō se le antoje, entraréis en guerra con ellos como hicieron las antiguas villas. Mataréis a cientos, a miles, solo por la ambición de uno.
Tremenda hipocresía le encendió. La nieve que se posaba sobre él se derritió, y la fuerza de su chakra (Poder 100) calentó el ambiente por unos instantes.
—¿Me hablas a mí de motivos? ¿Cuál es el del Daimyō para ser Daimyō? ¿Qué tiene de especial, para tenerlo todo y gobernar sobre todos sin haberse ganado nada? He visto a gente en el palacio del País de la Tierra vomitar para poder seguir comiendo en banquetes interminables mientras niños en las afueras tenían el vientre hinchado por la desnutrición. ¿Y me hablas a mí de motivos?
Era acojonante.
—¿A cuántos mataste tú, Ranko? ¿A cuántos estás matando? ¿A cuántos condenas a una vida de miseria por luchar y defender un sistema putrefacto y parasitario? —Su voz se había elevado tanto, crispada y encendida, que casi estaba gritando—. Habrás hecho muchas misiones, ¿huh? ¿Cuántas fueron para defender a los pobres, y cuántas para luchar por los adinerados o simplemente alguien que nunca pasó hambre? —Zaide sabía la respuesta. Los pobres no podían permitirse el precio de sus servicios.
»No sé qué clase de kunoichi eres, si una ingenua o una cobarde. Pero si quieres darme lecciones de moral, haz como el Uzukage: empieza por barrer en casa.
Fue una suerte que la figura de la Morikage apareciese justo después de terminar, o no sabía en qué iba a terminar aquello. La vio posarse grácilmente sobre el suelo tras saltar de un tejado. Caminaba tranquila, a paso lento y seguro. Zaide se cuidó de sus mariposas. Había tenido una mala experiencia con ellas y no quería repetirla.
Trató de serenarse. Ranko había conseguido alterarle demasiado. Además, la pregunta de la Morikage le había descolocado un poco. ¿Realmente no sabían que Akame había estado allí en una ocasión? ¿Es que nadie que le había visto aquel día se había molestado en avisarla? Le parecía surrealista.
—¿Kenzou fue un gran Morikage, huh? Forjó al hombre que terminaría con su propia vida, e invitó a un integrante de Dragón Rojo a Kusagakure. ¿Fue él mismo quién le abrió las puertas a Uchiha Akame, junto al resto de la delegación de Uzu que llegó aquel día? Un gran Kage, sin duda.
No, no lo eran. Precisamente acababa de comentarle la única diferencia.
—¿Qué motivos habría para matar a tanta gente?
Zaide rio. Fue una carcajada agria y seca, cargada de indignación, pero también de culpa. No era su intención debatir sobre aquello, no había venido a eso. Resultaba en una pérdida de tiempo y en enfocarse en cosas que le desviaban de su verdadero objetivo. Por eso mismo entró al fango. Porque dígase una cosa de Uchiha Zaide: casi nunca hace lo que le conviene.
—¿Me hablas de motivos? ¿Tú? ¿A mí? —replicó, estupefacto—. ¿Tú, que matarías a cualquiera si tu Señora Morikage te lo ordenase? —Zaide repetía lo de Señora Morikage con cierta sorna—. Sin pedir explicaciones. Sin preguntar.
Rio de nuevo al acordarse de algo. Si es que era acojonante.
—¿Alguna vez preguntaste que llevó a Juro a asesinar a Kenzou? No, ¿verdad? En cuanto lo veas tratarás de capturarlo, o matarlo, y punto. Porque eso es lo que tu Señora Morikage ordena. ¿Me hablas a mí de motivos? —repitió, elevando el tono—. Rompisteis relaciones con Uzu y Ame por perder al jinchūriki. Y cuando al Daimyō se le antoje, entraréis en guerra con ellos como hicieron las antiguas villas. Mataréis a cientos, a miles, solo por la ambición de uno.
Tremenda hipocresía le encendió. La nieve que se posaba sobre él se derritió, y la fuerza de su chakra (Poder 100) calentó el ambiente por unos instantes.
—¿Me hablas a mí de motivos? ¿Cuál es el del Daimyō para ser Daimyō? ¿Qué tiene de especial, para tenerlo todo y gobernar sobre todos sin haberse ganado nada? He visto a gente en el palacio del País de la Tierra vomitar para poder seguir comiendo en banquetes interminables mientras niños en las afueras tenían el vientre hinchado por la desnutrición. ¿Y me hablas a mí de motivos?
Era acojonante.
—¿A cuántos mataste tú, Ranko? ¿A cuántos estás matando? ¿A cuántos condenas a una vida de miseria por luchar y defender un sistema putrefacto y parasitario? —Su voz se había elevado tanto, crispada y encendida, que casi estaba gritando—. Habrás hecho muchas misiones, ¿huh? ¿Cuántas fueron para defender a los pobres, y cuántas para luchar por los adinerados o simplemente alguien que nunca pasó hambre? —Zaide sabía la respuesta. Los pobres no podían permitirse el precio de sus servicios.
»No sé qué clase de kunoichi eres, si una ingenua o una cobarde. Pero si quieres darme lecciones de moral, haz como el Uzukage: empieza por barrer en casa.
Fue una suerte que la figura de la Morikage apareciese justo después de terminar, o no sabía en qué iba a terminar aquello. La vio posarse grácilmente sobre el suelo tras saltar de un tejado. Caminaba tranquila, a paso lento y seguro. Zaide se cuidó de sus mariposas. Había tenido una mala experiencia con ellas y no quería repetirla.
Trató de serenarse. Ranko había conseguido alterarle demasiado. Además, la pregunta de la Morikage le había descolocado un poco. ¿Realmente no sabían que Akame había estado allí en una ocasión? ¿Es que nadie que le había visto aquel día se había molestado en avisarla? Le parecía surrealista.
—¿Kenzou fue un gran Morikage, huh? Forjó al hombre que terminaría con su propia vida, e invitó a un integrante de Dragón Rojo a Kusagakure. ¿Fue él mismo quién le abrió las puertas a Uchiha Akame, junto al resto de la delegación de Uzu que llegó aquel día? Un gran Kage, sin duda.