23/08/2021, 15:06
Oh, Hanabi había acudido al ninja adecuado.
—Ah, no hay buen restaurante que no conozca ya de esta villa —dijo con satisfacción—. No es que me considere un aventurero de la gastronomía, pero en su momento tuve mis citas aquí y allá. Y escoger un buen sitio para cenar en una primera cita es importante. —Pero qué le iba a contar a Hanabi. Seguro que en su día era todo un Genji Monogatari.
Datsue hizo un ademán para que le siguiese y, tras tomarse un momento para orientarse, arrancó a andar hacia el sur. En su opinión, los mejores sitios para comer pescado o marisco se encontraban en la zona más costera de la villa. Allí había unos cuántos donde elegir, la mayoría, por no decir todos, más que acertados para lo que buscaba Hanabi. El Uchiha escogió uno al que apenas iba. ¿La razón? Era el más caro.
«Seguro que Hanabi se ofrece a invitar, ¿no? Sí, sí. ¡Seguro!», pensaba, mientras notaba un cosquilleo en los dedos. «No pasa nada. ¡Calma esos nervios, joder!»
El restaurante estaba casi a pie de playa. De aspecto tradicional, con espacio tanto para comer en el interior como en una amplia terraza que había en el segundo piso. Cuando llegaron allí, Datsue se dio cuenta de su error: ir allí sin cita previa era una locura. O más que una locura, una invitación a perder el tiempo. Luego cayó en que iba acompañado de Hanabi, el jodido Uzukage de la villa. El camarero que estuvo a punto de preguntar si tenían mesa reservada cayó también en lo mismo.
—¡H-hanabi-sama! ¡Que… Qué honor! ¡Síganme por aquí, por favor! —pidió un señor que rozaba la cuarentena, de coleta larga y bastante flacucho.
Les encontró una mesa al borde de la terraza, pegados a una pared de cristal metro y medio de altura que permitía las vistas al mar. Contaban con estufas exteriores cerca de las sillas, una especie de pirámides de vidrio con un techito de acero arriba y una llama en el interior. Datsue creía que funcionaban con gas, y solo las ponían en los meses más fríos de invierno.
Datsue se pidió los famosos takoyakis y un poco de vino tinto, servido en una kunka. En un cuenco de cerámica, vaya. No era mucho de beber vino tinto, pero con el pulpo… Bueno, existían ciertas tradiciones que había que respetar.
—Y bueno, ¿qué le parece? —quiso saber—. Solo vine aquí una vez, pero comí de muerte.
Había sido con Aiko. Había pagado él. En su momento le sentó como una rodillazo a los riñones, pero había sido una gran noche. No se arrepentía.
—Ah, no hay buen restaurante que no conozca ya de esta villa —dijo con satisfacción—. No es que me considere un aventurero de la gastronomía, pero en su momento tuve mis citas aquí y allá. Y escoger un buen sitio para cenar en una primera cita es importante. —Pero qué le iba a contar a Hanabi. Seguro que en su día era todo un Genji Monogatari.
Datsue hizo un ademán para que le siguiese y, tras tomarse un momento para orientarse, arrancó a andar hacia el sur. En su opinión, los mejores sitios para comer pescado o marisco se encontraban en la zona más costera de la villa. Allí había unos cuántos donde elegir, la mayoría, por no decir todos, más que acertados para lo que buscaba Hanabi. El Uchiha escogió uno al que apenas iba. ¿La razón? Era el más caro.
«Seguro que Hanabi se ofrece a invitar, ¿no? Sí, sí. ¡Seguro!», pensaba, mientras notaba un cosquilleo en los dedos. «No pasa nada. ¡Calma esos nervios, joder!»
El restaurante estaba casi a pie de playa. De aspecto tradicional, con espacio tanto para comer en el interior como en una amplia terraza que había en el segundo piso. Cuando llegaron allí, Datsue se dio cuenta de su error: ir allí sin cita previa era una locura. O más que una locura, una invitación a perder el tiempo. Luego cayó en que iba acompañado de Hanabi, el jodido Uzukage de la villa. El camarero que estuvo a punto de preguntar si tenían mesa reservada cayó también en lo mismo.
—¡H-hanabi-sama! ¡Que… Qué honor! ¡Síganme por aquí, por favor! —pidió un señor que rozaba la cuarentena, de coleta larga y bastante flacucho.
Les encontró una mesa al borde de la terraza, pegados a una pared de cristal metro y medio de altura que permitía las vistas al mar. Contaban con estufas exteriores cerca de las sillas, una especie de pirámides de vidrio con un techito de acero arriba y una llama en el interior. Datsue creía que funcionaban con gas, y solo las ponían en los meses más fríos de invierno.
Datsue se pidió los famosos takoyakis y un poco de vino tinto, servido en una kunka. En un cuenco de cerámica, vaya. No era mucho de beber vino tinto, pero con el pulpo… Bueno, existían ciertas tradiciones que había que respetar.
—Y bueno, ¿qué le parece? —quiso saber—. Solo vine aquí una vez, pero comí de muerte.
Había sido con Aiko. Había pagado él. En su momento le sentó como una rodillazo a los riñones, pero había sido una gran noche. No se arrepentía.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado