23/08/2021, 16:17
Ranko se agarraba a los muertos en el estadio como una garrapata a un perro. Vuelta y vuelta a lo mismo, una y otra vez. Ni una sola mención a la defensa que hacía del sistema feudal. Ni una sola mención a Juro. Tampoco a los olvidados por su sistema de misiones. Con tal de que ella no hubiese matado a nadie directamente, le valía. Zaide sabía el porqué de su discurso tan corto: porque no tenía respuesta para el resto.
«Así que eres del tipo hipócrita», decidió. Quizá suponía demasiado, sí. Quizá juzgaba demasiado pronto. Se había equivocado en ocasiones, lo reconocía. Con Hanabi mismo. Pero mientras Ranko hablaba, ella sonreía, como si lo único que le importase era llevar razón. Ganar la batalla dialéctica. No escuchaba. No quería dudar de lo que llevaba creyendo a pies juntillas hasta aquel día.
En realidad, Zaide también evitaba un tema por razones parecidas. ¿Los muertos en el estadio? Se callaba. Una y otra vez. ¿Qué iba a decir? ¿Qué él solo había asesinado a una persona aquel día? ¿Qué sus manos tan solo estaban manchadas por la sangre del Daimyō de la Tormenta? No, el mundo le condenaba por la muerte del resto, y él también. Había sido él la mente creadora del plan. Había escogido él al monstruo de Ryū para ejecutar algo tan delicado. Se había equivocado, y habían sido centenares de inocentes y no él quienes pagaron el precio. Había roto el único código que había respetado hasta entonces: dejar fuera a los civiles.
Esperaba que un día el mundo hiciese justicia. Esperaba que un día, Ryū y él sufriesen una muerte agónica.
Más no sería hoy.
—El Padre de toda la aldea… salvo de Eikyuu Juro, ¿huh? —No había venido a discutir sobre ello, pero la injusticia que estaban cometiendo con aquel chico le obligó a no callarse—. Digamos que Akame me señaló en un mapa la ubicación. Él está… ocupado con otras cosas.
Era mentira, claro. Había sido Yota quien había cantado tras una tortura sangrienta y sin piedad. Pero a Zaide le convenía que se pensasen que Dragón Rojo seguía unido, que la barbarie que habían cometido no había terminado por destrozar la poca cohesión que les quedaba.
—He venido a hablar, Señora Morikage —dijo, realizando una pomposa inclinación de cabeza—. ¿No va a invitarme a tomar el té mientras charlamos?
«Así que eres del tipo hipócrita», decidió. Quizá suponía demasiado, sí. Quizá juzgaba demasiado pronto. Se había equivocado en ocasiones, lo reconocía. Con Hanabi mismo. Pero mientras Ranko hablaba, ella sonreía, como si lo único que le importase era llevar razón. Ganar la batalla dialéctica. No escuchaba. No quería dudar de lo que llevaba creyendo a pies juntillas hasta aquel día.
En realidad, Zaide también evitaba un tema por razones parecidas. ¿Los muertos en el estadio? Se callaba. Una y otra vez. ¿Qué iba a decir? ¿Qué él solo había asesinado a una persona aquel día? ¿Qué sus manos tan solo estaban manchadas por la sangre del Daimyō de la Tormenta? No, el mundo le condenaba por la muerte del resto, y él también. Había sido él la mente creadora del plan. Había escogido él al monstruo de Ryū para ejecutar algo tan delicado. Se había equivocado, y habían sido centenares de inocentes y no él quienes pagaron el precio. Había roto el único código que había respetado hasta entonces: dejar fuera a los civiles.
Esperaba que un día el mundo hiciese justicia. Esperaba que un día, Ryū y él sufriesen una muerte agónica.
Más no sería hoy.
—El Padre de toda la aldea… salvo de Eikyuu Juro, ¿huh? —No había venido a discutir sobre ello, pero la injusticia que estaban cometiendo con aquel chico le obligó a no callarse—. Digamos que Akame me señaló en un mapa la ubicación. Él está… ocupado con otras cosas.
Era mentira, claro. Había sido Yota quien había cantado tras una tortura sangrienta y sin piedad. Pero a Zaide le convenía que se pensasen que Dragón Rojo seguía unido, que la barbarie que habían cometido no había terminado por destrozar la poca cohesión que les quedaba.
—He venido a hablar, Señora Morikage —dijo, realizando una pomposa inclinación de cabeza—. ¿No va a invitarme a tomar el té mientras charlamos?