24/08/2021, 00:56
Ranko asintió. Sonrió al ver que a Lyndis ya no le ponía nerviosa que le llamara así, como si fuese de lo más normal.
—Sí. Iremos al sur directamente.
Habiendo terminado de acomodar todo y ponerse las mochilas. Ranko le hizo un gesto a Lyndis para que salieran. Dio un último vistazo a la casa y decidió que, algún día en el futuro, regresaría a visitarla.
Al salir, vieron a la mujer canturrear algo en el huerto, pero alzó la cabeza al escucharlas alejarse. No dijo nada más, pero les dedicó un energético gesto de despedida con la mano y una gran sonrisa de abuelita. Ranko respondió a ambos.
Prosiguieron, con estómagos llenos y espíritus renovados, el par de kunoichis continuó su camino. Ranko instó a que regresaran hasta las vías que habían abandonado la noche anterior, y de ahí caminarían hacia el sur. Al ser de mañana, era fácil identificar el este a su izquierda, y luego seguir hacia adelante.
Los campos de bambú crecieron a su paso y luego desaparecieron, dando lugar a una inmensa pradera. Ranko aceleraba el paso cada tanto, buscando aprovechar tiempos de velocidad, y los intercalaba con momentos más lentos, de descanso, sin detenerse realmente por mucho. Ranko platicaría con Lyndis y respondería lo que ella quisiera.
—Sí. Iremos al sur directamente.
Habiendo terminado de acomodar todo y ponerse las mochilas. Ranko le hizo un gesto a Lyndis para que salieran. Dio un último vistazo a la casa y decidió que, algún día en el futuro, regresaría a visitarla.
Al salir, vieron a la mujer canturrear algo en el huerto, pero alzó la cabeza al escucharlas alejarse. No dijo nada más, pero les dedicó un energético gesto de despedida con la mano y una gran sonrisa de abuelita. Ranko respondió a ambos.
Prosiguieron, con estómagos llenos y espíritus renovados, el par de kunoichis continuó su camino. Ranko instó a que regresaran hasta las vías que habían abandonado la noche anterior, y de ahí caminarían hacia el sur. Al ser de mañana, era fácil identificar el este a su izquierda, y luego seguir hacia adelante.
Los campos de bambú crecieron a su paso y luego desaparecieron, dando lugar a una inmensa pradera. Ranko aceleraba el paso cada tanto, buscando aprovechar tiempos de velocidad, y los intercalaba con momentos más lentos, de descanso, sin detenerse realmente por mucho. Ranko platicaría con Lyndis y respondería lo que ella quisiera.
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