24/08/2021, 20:35
Zetsuo inspeccionó a Ayame: ahora que todos veían a través del dulce alivio y del terrorífico pesar, de verdad la vieron. Pálida de por sí, Ayame yacía blanca como la leche y tiritando en los brazos de Zetsuo. Tenía los labios azules, y los ojos se le entrecerraban. Las lágrimas en las pestañas casi parecían cristales de hielo.
—Kiroe, necesito utilizar tu cuarto de baño. Ayame necesita un baño caliente y ropa limpia y cálida —dijo.
—Tienes mi casa a tu entera disposición —se entregó Kiroe—. Sígueme, te abro. —Daruu quisó seguirla también, pero Kiroe le lanzó una mirada que significaba ahora no y otra, muy significativa, que apuntaba a Zetsuo. Chiiro sí que consiguió salirse con la suya. La muchacha tenía un rictus de terror y la piel casi tan pálida como la de Ayame, pero aún así no quería apartarse de la que consideraba casi como su hermana mayor.
Fue entonces cuando Ayame hablar por primera vez.
—De... Detén el tren... —murmuró, con un hilo de voz tan débil que Zetsuo apenas fue capaz de escucharla—. No... No dejes que los maten... A ellos también... Yokuna... Todos...
Kōri se levantó como un resorte.
—El ferrocarril que iba hacia el norte, ¿qué hacemos para detenerlo? Los comunicadores no llegan tan lejos y ya debían de estar llegando a Yukio.
Zetsuo se volvió hacia Ayame, pero la muchacha había terminado por colapsar y había caído inconsciente.
—Joder...
Daruu caminó de un lado a otro, nervioso, los engranajes de su cerebro funcionando a toda velocidad. «No llegaremos a tiempo, no hay forma de que nadie llegue a tiempo, ni siquiera desde Shinogi-To. La única forma sería...» Pensó. Se detuvo un momento, pero cuando se dio la vuelta vio que Ayame había perdido el conocimiento. Volvió a ponerse en marcha, probablemente poniendo nervioso a todo el mundo. «No, aunque hubiese... ella no puede volver. No podría hacerlo, está inconsciente, y si pudiera, no querría pedírselo. No podemos hacer...» Volvió a detenerse.
—Esperad. —Daruu se acercó un poco—. Kokuō —dijo—. Kokuō. ¿Puedes oírme? ¿Puedes tomar el control? —El Hyūga no se atrevió a mirar a Zetsuo. Pero se puso de rodillas. Pidió por favor con las palmas de las manos—. Kokuō. Hazlo por un segundo. Usa el Bijū Bunshin. Sal y quédate conmigo y con Kōri. Ayúdanos... aunque sea por Ayame.
—Kiroe, necesito utilizar tu cuarto de baño. Ayame necesita un baño caliente y ropa limpia y cálida —dijo.
—Tienes mi casa a tu entera disposición —se entregó Kiroe—. Sígueme, te abro. —Daruu quisó seguirla también, pero Kiroe le lanzó una mirada que significaba ahora no y otra, muy significativa, que apuntaba a Zetsuo. Chiiro sí que consiguió salirse con la suya. La muchacha tenía un rictus de terror y la piel casi tan pálida como la de Ayame, pero aún así no quería apartarse de la que consideraba casi como su hermana mayor.
Fue entonces cuando Ayame hablar por primera vez.
—De... Detén el tren... —murmuró, con un hilo de voz tan débil que Zetsuo apenas fue capaz de escucharla—. No... No dejes que los maten... A ellos también... Yokuna... Todos...
Kōri se levantó como un resorte.
—El ferrocarril que iba hacia el norte, ¿qué hacemos para detenerlo? Los comunicadores no llegan tan lejos y ya debían de estar llegando a Yukio.
Zetsuo se volvió hacia Ayame, pero la muchacha había terminado por colapsar y había caído inconsciente.
—Joder...
Daruu caminó de un lado a otro, nervioso, los engranajes de su cerebro funcionando a toda velocidad. «No llegaremos a tiempo, no hay forma de que nadie llegue a tiempo, ni siquiera desde Shinogi-To. La única forma sería...» Pensó. Se detuvo un momento, pero cuando se dio la vuelta vio que Ayame había perdido el conocimiento. Volvió a ponerse en marcha, probablemente poniendo nervioso a todo el mundo. «No, aunque hubiese... ella no puede volver. No podría hacerlo, está inconsciente, y si pudiera, no querría pedírselo. No podemos hacer...» Volvió a detenerse.
—Esperad. —Daruu se acercó un poco—. Kokuō —dijo—. Kokuō. ¿Puedes oírme? ¿Puedes tomar el control? —El Hyūga no se atrevió a mirar a Zetsuo. Pero se puso de rodillas. Pidió por favor con las palmas de las manos—. Kokuō. Hazlo por un segundo. Usa el Bijū Bunshin. Sal y quédate conmigo y con Kōri. Ayúdanos... aunque sea por Ayame.