25/08/2021, 13:15
Justo en ese momento vino a su nariz el ric olor de los takoyakis. Ambos fueron rápidos con los palillos y se llevaron uno a la boca. Datsue se quemó. Pero dígase una cosa de Sarutobi Hanabi: él era el fuego. El hombre ya se había comido dos bolas de pulpo cuando Datsue estaba tratando de advertirle.
—Pero, ¿por qué dice lo de la casualidad? —quiso saber Datsue.
Hanabi le miró a los ojos. Tragó el tercer takoyaki. Tomó la kunka con ambas manos y le dio un buen trago al vino. Lo necesitaría.
—Datsue, antes te hablé sobre la candidatura de Ryōkajīn —comenzó—. Como te dije, he pensado en una alternativa, pero tengo sentimientos encontrados.
»Querido amigo... había pensado en presentarme a Presidente de la República.
—Pero, ¿por qué dice lo de la casualidad? —quiso saber Datsue.
Hanabi le miró a los ojos. Tragó el tercer takoyaki. Tomó la kunka con ambas manos y le dio un buen trago al vino. Lo necesitaría.
—Datsue, antes te hablé sobre la candidatura de Ryōkajīn —comenzó—. Como te dije, he pensado en una alternativa, pero tengo sentimientos encontrados.
»Querido amigo... había pensado en presentarme a Presidente de la República.