25/08/2021, 16:48
—El Padre de toda la aldea… salvo de Eikyuu Juro, ¿huh? —replicó Zaide.
Y Kintsugi no pudo sino alzar una ceja con escepticismo. ¿Desde cuando le preocupaba a aquel Uchiha el destino de Eikyuu Juro? Le miró de arriba a abajo, contemplativa. ¿Se conocían acaso? ¿De qué? Lo único que deberían tener en común es que ambos eran exiliados? Una sombría sospecha comenzó a extender sus alas: ¿Era posible que Juro se hubiese unido a Dragón Rojo?
—El destino de Eikyuu Juro es algo que sólo atañe a los Kusajines —respondió, simple y llanamente. Pero se podía apreciar un tinte de amargor en su voz.
—Digamos que Akame me señaló en un mapa la ubicación. Él está… ocupado con otras cosas.
«Maldita rata.» Maldijo para sus adentros, aunque debería habérselo esperado desde que se enteró de que estaba dentro de Dragón Rojo. «Muy bien, pues si ya sabéis dónde está nuestra casa, sólo nos queda defenderla.» Decidió.
—He venido a hablar, Señora Morikage —continuó Zaide, realizando una pomposa inclinación de cabeza—. ¿No va a invitarme a tomar el té mientras charlamos?
Kintsugi cruzó los brazos sobre el pecho y ladeó ligeramente la cabeza.
—Tendrás que disculparme, pero no tenemos la costumbre de tratar con terroristas. Y mucho menos de invitarles a un té —le espetó, con sequedad—. Por lo que yo de ti iría desembuchando rápido, antes de que lleguen los refuerzos. Kusagakure no se va a quedar de brazos cruzados mientras tenemos a una de las cabezas de Dragón Rojo frente a las puertas.
Y Kintsugi no pudo sino alzar una ceja con escepticismo. ¿Desde cuando le preocupaba a aquel Uchiha el destino de Eikyuu Juro? Le miró de arriba a abajo, contemplativa. ¿Se conocían acaso? ¿De qué? Lo único que deberían tener en común es que ambos eran exiliados? Una sombría sospecha comenzó a extender sus alas: ¿Era posible que Juro se hubiese unido a Dragón Rojo?
—El destino de Eikyuu Juro es algo que sólo atañe a los Kusajines —respondió, simple y llanamente. Pero se podía apreciar un tinte de amargor en su voz.
—Digamos que Akame me señaló en un mapa la ubicación. Él está… ocupado con otras cosas.
«Maldita rata.» Maldijo para sus adentros, aunque debería habérselo esperado desde que se enteró de que estaba dentro de Dragón Rojo. «Muy bien, pues si ya sabéis dónde está nuestra casa, sólo nos queda defenderla.» Decidió.
—He venido a hablar, Señora Morikage —continuó Zaide, realizando una pomposa inclinación de cabeza—. ¿No va a invitarme a tomar el té mientras charlamos?
Kintsugi cruzó los brazos sobre el pecho y ladeó ligeramente la cabeza.
—Tendrás que disculparme, pero no tenemos la costumbre de tratar con terroristas. Y mucho menos de invitarles a un té —le espetó, con sequedad—. Por lo que yo de ti iría desembuchando rápido, antes de que lleguen los refuerzos. Kusagakure no se va a quedar de brazos cruzados mientras tenemos a una de las cabezas de Dragón Rojo frente a las puertas.