25/08/2021, 18:55
Dioses, ¡el vino ahora era lo de menos! ¿Que le hubiese dolido más si lo pagase de su propio bolsillo? Quizá. ¡Pero eso ahora no importaba! ¡Estaban hablando del futuro del país y la villa! ¡De sus futuros personales!
Tenía que haber otra solución. Tenía que haber otra jodida solución. ¿Por qué tenía Hanabi que sacrificar parte de su felicidad, cuando ya había dado tanto por la villa? Joder, y él… ¡Lo único que había deseado era una vida tranquila! Con su barquito, con su chalet junto a la playa, con sus pequeños caprichos… ¡Ahora lo único que tendría era montañas de papeles de las que ocuparse y el peso de una villa sobre su espalda! ¿Podría soportarlo? De solo pensarlo, ya empezaba a faltarle el aire.
«No, tiene que haber otra puta solución».
Tenía que haber alguien. Un tipo jodidamente carismático que pudiese provocar que las masas coreasen su nombre y lo suficientemente decente como para llevar el país con dignidad. Alguien en quien pudiesen confiar. ¿Conocía a alguien así?
«¿Cómo? Pero, ¿tú quién vas a...? Bueno, a ver, ¿quién?»
«Yo… ¿Presidente?» Datsue no daba crédito a que algo así fuese posible, pero se lo imaginó por un momento. Soñar era gratis, después de todo. Se vio a sí mismo inaugurando centros hospitalarios, colegios, siempre yendo de un lado a otro. Viajando. Tentador. Apostaba a que era una vida que le haría más feliz. Y, además, ni siquiera sería un trabajo a largo plazo.
Luego empezó a pensar en los inconvenientes. ¿Cómo organizaría al país? ¿Cuáles serían sus primeras medidas? ¿Y los aranceles? ¿Impuestos? ¿Tratos comerciales? Dioses, estaría más perdido que un kusareño en un combate. Como Uzukage, Datsue pensaba delegar y confiar en los más sabios para muchas decisiones. Pero joder, al menos se había estado preparando para ello. Años de vida militar, meses de prácticas gobernando el ejército en Yamiria. Incluso llevaba tiempo mentalizándose, pensando en cosas que podían mejorar el funcionamiento de la aldea. Pero, para manejar la Espiral…
Oh, aquello era otra cosa. Hanabi había estado preparando junto a Rasen toda la transición a la República. Tenía los conocimientos. Tenía la experiencia. También las ideas. Él en cambio no sabría ni por dónde empezar.
Las olas rompieron contra la orilla del mar. Datsue empezó a darse cuenta poco a poco de la única diferencia que había entre una opción y otra. La segunda le convenía más a Hanabi y Datsue a título personal. La primera, al país y la villa.
Una solitaria lágrima resbaló por una de sus mejillas.
—Supongo que ha llegado el momento de madurar, ¿hmm? —Las lágrimas ahora caían a raudales de sus ojos. No sabía si era por él mismo, o por el hecho de que a partir de aquel momento vería con mucha menos asiduidad a Hanabi. Joder, cuánto lo iba a echar de menos—. Está bien...
»...tomaré el sombrero.
Pese a que todavía no acababa de asimilarlo, de créerselo del todo, notó una súbita presión sobre los hombros. Un peso que antes no estaba allí.
—Pero gane las elecciones, maldita sea. Gane... y llevemos juntos al país y la villa a una época dorada y de prosperidad sin precedentes.
Le ofreció la mano para que se la estrechase. Aquel era el trato que le ofrecía. Y como corazón de comerciante que tenía, los tratos estaban para cumplirse.
Tenía que haber otra solución. Tenía que haber otra jodida solución. ¿Por qué tenía Hanabi que sacrificar parte de su felicidad, cuando ya había dado tanto por la villa? Joder, y él… ¡Lo único que había deseado era una vida tranquila! Con su barquito, con su chalet junto a la playa, con sus pequeños caprichos… ¡Ahora lo único que tendría era montañas de papeles de las que ocuparse y el peso de una villa sobre su espalda! ¿Podría soportarlo? De solo pensarlo, ya empezaba a faltarle el aire.
«No, tiene que haber otra puta solución».
Tenía que haber alguien. Un tipo jodidamente carismático que pudiese provocar que las masas coreasen su nombre y lo suficientemente decente como para llevar el país con dignidad. Alguien en quien pudiesen confiar. ¿Conocía a alguien así?
«Yo sí»
«¿Cómo? Pero, ¿tú quién vas a...? Bueno, a ver, ¿quién?»
«El único humano que consiguió convencerme de que compartir una vida con él sería más divertido que descuartizarle vivo. Si pudiste liar al Gran Shukaku, Matakages, unos cuantos aldeanos será jugar en Modo Fácil»
«Piénsalo, ¡seguro que tendrías un salario más alto que de Kage! ¡JIAJIAJIA! Podríamos movernos más libremente por todo el país, y seríamos la máxima autoridad, por encima de Hanabi. Saldríamos ganando todos»
«Piénsalo, ¡seguro que tendrías un salario más alto que de Kage! ¡JIAJIAJIA! Podríamos movernos más libremente por todo el país, y seríamos la máxima autoridad, por encima de Hanabi. Saldríamos ganando todos»
«Yo… ¿Presidente?» Datsue no daba crédito a que algo así fuese posible, pero se lo imaginó por un momento. Soñar era gratis, después de todo. Se vio a sí mismo inaugurando centros hospitalarios, colegios, siempre yendo de un lado a otro. Viajando. Tentador. Apostaba a que era una vida que le haría más feliz. Y, además, ni siquiera sería un trabajo a largo plazo.
Luego empezó a pensar en los inconvenientes. ¿Cómo organizaría al país? ¿Cuáles serían sus primeras medidas? ¿Y los aranceles? ¿Impuestos? ¿Tratos comerciales? Dioses, estaría más perdido que un kusareño en un combate. Como Uzukage, Datsue pensaba delegar y confiar en los más sabios para muchas decisiones. Pero joder, al menos se había estado preparando para ello. Años de vida militar, meses de prácticas gobernando el ejército en Yamiria. Incluso llevaba tiempo mentalizándose, pensando en cosas que podían mejorar el funcionamiento de la aldea. Pero, para manejar la Espiral…
Oh, aquello era otra cosa. Hanabi había estado preparando junto a Rasen toda la transición a la República. Tenía los conocimientos. Tenía la experiencia. También las ideas. Él en cambio no sabría ni por dónde empezar.
Las olas rompieron contra la orilla del mar. Datsue empezó a darse cuenta poco a poco de la única diferencia que había entre una opción y otra. La segunda le convenía más a Hanabi y Datsue a título personal. La primera, al país y la villa.
Una solitaria lágrima resbaló por una de sus mejillas.
—Supongo que ha llegado el momento de madurar, ¿hmm? —Las lágrimas ahora caían a raudales de sus ojos. No sabía si era por él mismo, o por el hecho de que a partir de aquel momento vería con mucha menos asiduidad a Hanabi. Joder, cuánto lo iba a echar de menos—. Está bien...
»...tomaré el sombrero.
Pese a que todavía no acababa de asimilarlo, de créerselo del todo, notó una súbita presión sobre los hombros. Un peso que antes no estaba allí.
—Pero gane las elecciones, maldita sea. Gane... y llevemos juntos al país y la villa a una época dorada y de prosperidad sin precedentes.
Le ofreció la mano para que se la estrechase. Aquel era el trato que le ofrecía. Y como corazón de comerciante que tenía, los tratos estaban para cumplirse.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado