27/08/2021, 15:59
«Alguien tendrá que tomar el puesto de nuevo Arashikage...»
¿Zetsuo? ¿Mamá? ¿Kōri...?
¿...Yo?
Recordo un buen día, de hacía mucho tiempo. El día en el que el destino de Oonindo dio un giro de noventa grados. Aquél día, luchó contra Uchiha Datsue por muchas cosas. Por desahogo. Por venganza. Curioso día aquél...
Curioso día aquél. Empezaban como enemigos que se odiaban a muerte, y terminaban compartiendo un saludo afectuoso y revelándose técnicas ninja, ayudándose el uno al otro como si fueran compañeros de Villa.
Daruu se encerró en la cabaña de vacaciones de la familia Amedama y se fue directo al baño para desinfectarse la herida con agua oxigenada y unas gasas. Mientras hacía el trabajo sucio y desagradable, pensó que giros como el de aquél día eran lo que hacía que aquella herida, en el fondo, importase menos. Que la sangre derramada tuviera sentido. A decir verdad, él nunca se había sentido del todo motivado para ser ninja. Había nacido en Amegakure, una aldea ninja, así que el suyo era un oficio común y deseable, con prestigio y considerablemente bien pagado si se te daba bien esto del Ninjutsu. No había habido dudas, y aún así tampoco había habido un proyecto a futuro, una razón de ser. Simplemente, había sucedido.
Pero ahora que comprendía que, como Datsue y Ayame en la ronda de combates del examen, un par de ninjas podían cambiar el curso de Oonindo entero en apenas unos minutos; como él y Datsue ese mismo día también... Ahora que sabía que con su trabajo y sus acciones podía dirigir el rumbo de la humanidad en un rumbo o en otro...
...Daruu estaba seguro de que aquél era su oficio. Que aquella, y otras tantas heridas que estaban por venir valdrían la pena. Porque él quería formar parte de la tripulación cuando hubiera que decidir hacia dónde virar el timón.
Desde aquél día, la perspectiva de Daruu sobre su trabajo había cambiado mucho. Ya no formaba parte de la tripulación. Era parte de los hombres de confianza de su Capitana. Los marineros de su país, sin embargo, estaban acostumbrados a navegar bajo la Tormenta. Ahora la Tormenta se había marchado, y el barco necesitaría un nuevo Capitán...
Recordó aquél día en el Torneo de los Dojos.
Pero los dioses son caprichosos. Suijin no se conformaba con devorar a uno de sus hijos, tenía que obtener el sacrificio adecuado. Por ello, volvió a levantarse con un rugido monstruoso. El público de nuevo volvió a gritar de expectación cuando la ola comenzó a levantarse, derribando a los clones de sombra de Daruu, tomándolos por sorpresa. Como una guerrera del océano, Aotsuki Ayame se abalanzó con un grito de guerra hacia su compañero de aldea, clamando como suyas las aguas que Daruu había liberado del sello. Las sombras hicieron de noche el Valle de los Dojos, al menos para el Hyūga. La luna, allá en el cielo, eclipsó al sol.
Daruu tomó aire y juntó las manos en una palmada. Desde ahí cerró los dedos formando el sello del Mono, y sus brazos se envolvieron en una capa de electricidad cerúlea. Los extendió hacia el centro de la ola, y disparó desde las palmas dos serpientes zigzagueantes de rayo, que se juntaron en una sola, más grande y temible. La serpiente hendió a través del mar como en una leyenda religiosa y lo partió en dos, dejando a Ayame en el aire.
—Y yo seré la Tormenta.
Y fue entonces cuando él se alzó, de un potente salto, con los brazos en cruz. Sus brazos volvieron a invocar a Raijin, y liberó sus Futatsu Mukei con dos cortes directos en forma de equis...
En aquél momento, aquella frase no tenía un sentido, más allá del figurado. Pero Daruu ya había asumido cual sería su destino, incluso si el destino no tenía del todo claro el pesado significado de la palabra Tormenta.
...y después...
—Y tú, Amedama...
»Lidera a mis shinobi de vuelta a Amegakure.
Daruu recordaba aquellas palabras, que se le habían quedado grabadas a fuego. Las pronunció Amekoro Yui, en aquél entonces Señora Feudal por tiempo breve. Y él, también por tiempo breve, cargó con el peso del sombrero. Recordó la presión, el miedo, pero también el orgullo. Cómo le quitaron a Kaido aquél endemoniado sello de Dragón Rojo, con la inestimable ayuda de Datsue. Cómo guió a sus shinobi y kunoichi de vuelta a Amegakure...
...sus shinobi y kunoichi.
Daruu se levantó de la silla de golpe.
—Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará —dijo, clavando la vista en su sensei, con los puños cerrados. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla izquierda—. Son palabras de Amekoro Yui, la mejor Kage que ha conocido esta aldea. Son las palabras de una heroína del país. Son una guía, son un camino. Los amejin somos ninjas fuertes, entrenados para desempeñar nuestro oficio en las más duras condiciones. ¿¡Deja de caer la lluvia cuando una sola gota cae al suelo!?
»¿¡Se va la Tormenta para siempre cuando amaina!?
»Siempre estuvimos preparados. Somos amejin. Las dificultades son nuestro elemento.
»Y yo, Kōri-sensei... yo seré la Sombra de la Tormenta. Me propondré como Rokudaime Arashikage.
¿Zetsuo? ¿Mamá? ¿Kōri...?
¿...Yo?
· · ·
Recordo un buen día, de hacía mucho tiempo. El día en el que el destino de Oonindo dio un giro de noventa grados. Aquél día, luchó contra Uchiha Datsue por muchas cosas. Por desahogo. Por venganza. Curioso día aquél...
Curioso día aquél. Empezaban como enemigos que se odiaban a muerte, y terminaban compartiendo un saludo afectuoso y revelándose técnicas ninja, ayudándose el uno al otro como si fueran compañeros de Villa.
Daruu se encerró en la cabaña de vacaciones de la familia Amedama y se fue directo al baño para desinfectarse la herida con agua oxigenada y unas gasas. Mientras hacía el trabajo sucio y desagradable, pensó que giros como el de aquél día eran lo que hacía que aquella herida, en el fondo, importase menos. Que la sangre derramada tuviera sentido. A decir verdad, él nunca se había sentido del todo motivado para ser ninja. Había nacido en Amegakure, una aldea ninja, así que el suyo era un oficio común y deseable, con prestigio y considerablemente bien pagado si se te daba bien esto del Ninjutsu. No había habido dudas, y aún así tampoco había habido un proyecto a futuro, una razón de ser. Simplemente, había sucedido.
Pero ahora que comprendía que, como Datsue y Ayame en la ronda de combates del examen, un par de ninjas podían cambiar el curso de Oonindo entero en apenas unos minutos; como él y Datsue ese mismo día también... Ahora que sabía que con su trabajo y sus acciones podía dirigir el rumbo de la humanidad en un rumbo o en otro...
...Daruu estaba seguro de que aquél era su oficio. Que aquella, y otras tantas heridas que estaban por venir valdrían la pena. Porque él quería formar parte de la tripulación cuando hubiera que decidir hacia dónde virar el timón.
Desde aquél día, la perspectiva de Daruu sobre su trabajo había cambiado mucho. Ya no formaba parte de la tripulación. Era parte de los hombres de confianza de su Capitana. Los marineros de su país, sin embargo, estaban acostumbrados a navegar bajo la Tormenta. Ahora la Tormenta se había marchado, y el barco necesitaría un nuevo Capitán...
· · ·
Recordó aquél día en el Torneo de los Dojos.
Pero los dioses son caprichosos. Suijin no se conformaba con devorar a uno de sus hijos, tenía que obtener el sacrificio adecuado. Por ello, volvió a levantarse con un rugido monstruoso. El público de nuevo volvió a gritar de expectación cuando la ola comenzó a levantarse, derribando a los clones de sombra de Daruu, tomándolos por sorpresa. Como una guerrera del océano, Aotsuki Ayame se abalanzó con un grito de guerra hacia su compañero de aldea, clamando como suyas las aguas que Daruu había liberado del sello. Las sombras hicieron de noche el Valle de los Dojos, al menos para el Hyūga. La luna, allá en el cielo, eclipsó al sol.
Daruu tomó aire y juntó las manos en una palmada. Desde ahí cerró los dedos formando el sello del Mono, y sus brazos se envolvieron en una capa de electricidad cerúlea. Los extendió hacia el centro de la ola, y disparó desde las palmas dos serpientes zigzagueantes de rayo, que se juntaron en una sola, más grande y temible. La serpiente hendió a través del mar como en una leyenda religiosa y lo partió en dos, dejando a Ayame en el aire.
—Y yo seré la Tormenta.
Y fue entonces cuando él se alzó, de un potente salto, con los brazos en cruz. Sus brazos volvieron a invocar a Raijin, y liberó sus Futatsu Mukei con dos cortes directos en forma de equis...
En aquél momento, aquella frase no tenía un sentido, más allá del figurado. Pero Daruu ya había asumido cual sería su destino, incluso si el destino no tenía del todo claro el pesado significado de la palabra Tormenta.
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...y después...
—Y tú, Amedama...
»Lidera a mis shinobi de vuelta a Amegakure.
Daruu recordaba aquellas palabras, que se le habían quedado grabadas a fuego. Las pronunció Amekoro Yui, en aquél entonces Señora Feudal por tiempo breve. Y él, también por tiempo breve, cargó con el peso del sombrero. Recordó la presión, el miedo, pero también el orgullo. Cómo le quitaron a Kaido aquél endemoniado sello de Dragón Rojo, con la inestimable ayuda de Datsue. Cómo guió a sus shinobi y kunoichi de vuelta a Amegakure...
...sus shinobi y kunoichi.
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Daruu se levantó de la silla de golpe.
—Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará —dijo, clavando la vista en su sensei, con los puños cerrados. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla izquierda—. Son palabras de Amekoro Yui, la mejor Kage que ha conocido esta aldea. Son las palabras de una heroína del país. Son una guía, son un camino. Los amejin somos ninjas fuertes, entrenados para desempeñar nuestro oficio en las más duras condiciones. ¿¡Deja de caer la lluvia cuando una sola gota cae al suelo!?
»¿¡Se va la Tormenta para siempre cuando amaina!?
»Siempre estuvimos preparados. Somos amejin. Las dificultades son nuestro elemento.
»Y yo, Kōri-sensei... yo seré la Sombra de la Tormenta. Me propondré como Rokudaime Arashikage.