27/08/2021, 16:11
El ambiente, como era de esperar a pesar del frío helado y la nieve, se caldeó bastante. A Zaide le parecía un incordio que no le mirasen a la cara. Le gustaba mirar a los ojos de las personas cuando les hablaba, y que ellos le mirasen a él. Podía desactivar el Sharingan para facilitar las cosas, claro. Pero necesitaba su ojo activo. Los necesitaba por si a una de ellas dos se les daba por cometer una locura.
Por el momento parecieron controlarse.
—He ahí la cuestión, Kintsugi. ¿Qué vale más para ti? ¿Mi muerte, o la vida de tus dos ninjas?
A nivel estratégico y militar, Zaide no tenía ningún tipo de duda de cuál sería la respuesta. Ahora, si a la balanza se le sumaba cosas más banales, como los sentimientos o el orgullo, quizá se inclinase hacia el otro lado.
—Si es lo primero, no se me ocurre ninguna razón. Adelante, inténtalo. —Esperó un segundo. Dos. Tres. Sus ojos evaluaban cada músculo, cada tendón, cada sutil movimiento de su cuerpo. Incluso la mariposa que reposaba sobre una de sus manos. A Ranko tan solo la veía de reojo, no era quien le preocupaba allí—. Si es lo segundo, bueno, has de darte cuenta de lo contraproducente que eso sería. Mi muerte implica la muerte de esos críos. No es la primera vez que hago un secuestro —explicó—. Sé cómo eliminar los rastros. No los encontraréis ni con un ejército de perros peinando todo Ōnindo. No —negó con la cabeza—, la única manera de que recuperéis a esos chicos con vida es dándome lo que quiero. Pagadme, y os lo traeré de vuelta.
Por el momento parecieron controlarse.
—He ahí la cuestión, Kintsugi. ¿Qué vale más para ti? ¿Mi muerte, o la vida de tus dos ninjas?
A nivel estratégico y militar, Zaide no tenía ningún tipo de duda de cuál sería la respuesta. Ahora, si a la balanza se le sumaba cosas más banales, como los sentimientos o el orgullo, quizá se inclinase hacia el otro lado.
—Si es lo primero, no se me ocurre ninguna razón. Adelante, inténtalo. —Esperó un segundo. Dos. Tres. Sus ojos evaluaban cada músculo, cada tendón, cada sutil movimiento de su cuerpo. Incluso la mariposa que reposaba sobre una de sus manos. A Ranko tan solo la veía de reojo, no era quien le preocupaba allí—. Si es lo segundo, bueno, has de darte cuenta de lo contraproducente que eso sería. Mi muerte implica la muerte de esos críos. No es la primera vez que hago un secuestro —explicó—. Sé cómo eliminar los rastros. No los encontraréis ni con un ejército de perros peinando todo Ōnindo. No —negó con la cabeza—, la única manera de que recuperéis a esos chicos con vida es dándome lo que quiero. Pagadme, y os lo traeré de vuelta.