27/08/2021, 16:49
(Última modificación: 27/08/2021, 17:02 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Zetsuo había terminado de bañar a Ayame. Con ayuda de Kiroe y de Chiiro, la vistieron con ropas secas y limpias y la llevaron a una habitación vacía. Iba a necesitar calma y silencio, necesitaría descansar antes de recobrar la consciencia y enfrentarse de nuevo a la cruda realidad.
Zetsuo soltó su muñeca después de comprobar por enésima vez su pulso cardiaco y se levantó. Pero sus ojos no se apartaban de ella, y viéndola allí, envuelta entre varias capas de sábanas y edredones, respirando ahora pausadamente y en calma; se veía incapaz de marcharse y dejarla de nuevo sola. ¿Y si se despertaba mientras él estaba fuera y volvía a hacer alguna de las suyas?
—Kiroe, puedes volver. Me quedaré aquí con ella hasta que despierte —decidió al fin.
Daruu se levantó de la silla de repente. Kōri no era muy asiduo a asustarse, al contrario que su hermana, pero sí siguió el movimiento del muchacho con sus ojos escarchados.
—Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará —bramó, con los puños cerrados y mirada decidida. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla izquierda—. Son palabras de Amekoro Yui, la mejor Kage que ha conocido esta aldea. Son las palabras de una heroína del país. Son una guía, son un camino. Los amejin somos ninjas fuertes, entrenados para desempeñar nuestro oficio en las más duras condiciones. ¿¡Deja de caer la lluvia cuando una sola gota cae al suelo!? ¿¡Se va la Tormenta para siempre cuando amaina!? Siempre estuvimos preparados. Somos amejin. Las dificultades son nuestro elemento. Y yo, Kōri-sensei... yo seré la Sombra de la Tormenta. Me propondré como Rokudaime Arashikage.
«Has crecido, Daruu.»
Kōri que no había pronunciado palabra hasta el momento, se puso de pie, poniéndose a la misma altura que Daruu, y le miró largamente a los ojos. Mucho tiempo había pasado desde que aquel ninja recién salido de la academia había quedado bajo su tutela como su pupilo. Mucho tiempo había pasado desde que habían realizado su primera misión como el Equipo Kōri, irónicamente, en las tierras de Yukio. Pero el Daruu que se presentaba aquel día ante él, era muy diferente de aquel Daruu novato.
—Proponerte como Rokudaime Arashikage... Estás a punto de meterte en el ojo de la tormenta. Vas a ser otro punto de mira en el ojo de Kurama. A Ayame no va a hacerle ninguna gracia...
Kōri cerró los ojos con un suspiro, y la temperatura pareció descender bruscamente varios grados más. Para cuando volvió a abrirlos, sus iris gélidos brillaban como nunca antes lo habían hecho. Brillaban con la fuerza de un iceberg bajo la luz de la luna llena.
—¿Y crees que es tan sencillo como eso? ¿Crees que puedes decir de la noche a la mañana que te colocarás el sombrero de Arashikage y toda la aldea doblará la rodilla ante ti?
»Primero vas a tener que demóstrarmelo a mí. A tu sensei. Demuestra que eres digno de ese Sombrero o yo mismo te lo arrancaré de la cabeza.
Zetsuo soltó su muñeca después de comprobar por enésima vez su pulso cardiaco y se levantó. Pero sus ojos no se apartaban de ella, y viéndola allí, envuelta entre varias capas de sábanas y edredones, respirando ahora pausadamente y en calma; se veía incapaz de marcharse y dejarla de nuevo sola. ¿Y si se despertaba mientras él estaba fuera y volvía a hacer alguna de las suyas?
—Kiroe, puedes volver. Me quedaré aquí con ella hasta que despierte —decidió al fin.
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Daruu se levantó de la silla de repente. Kōri no era muy asiduo a asustarse, al contrario que su hermana, pero sí siguió el movimiento del muchacho con sus ojos escarchados.
—Amegakure no caerá hoy. Ni mañana. El País de la Tormenta no se doblegará —bramó, con los puños cerrados y mirada decidida. Una solitaria lágrima cayó por su mejilla izquierda—. Son palabras de Amekoro Yui, la mejor Kage que ha conocido esta aldea. Son las palabras de una heroína del país. Son una guía, son un camino. Los amejin somos ninjas fuertes, entrenados para desempeñar nuestro oficio en las más duras condiciones. ¿¡Deja de caer la lluvia cuando una sola gota cae al suelo!? ¿¡Se va la Tormenta para siempre cuando amaina!? Siempre estuvimos preparados. Somos amejin. Las dificultades son nuestro elemento. Y yo, Kōri-sensei... yo seré la Sombra de la Tormenta. Me propondré como Rokudaime Arashikage.
«Has crecido, Daruu.»
Kōri que no había pronunciado palabra hasta el momento, se puso de pie, poniéndose a la misma altura que Daruu, y le miró largamente a los ojos. Mucho tiempo había pasado desde que aquel ninja recién salido de la academia había quedado bajo su tutela como su pupilo. Mucho tiempo había pasado desde que habían realizado su primera misión como el Equipo Kōri, irónicamente, en las tierras de Yukio. Pero el Daruu que se presentaba aquel día ante él, era muy diferente de aquel Daruu novato.
—Proponerte como Rokudaime Arashikage... Estás a punto de meterte en el ojo de la tormenta. Vas a ser otro punto de mira en el ojo de Kurama. A Ayame no va a hacerle ninguna gracia...
Kōri cerró los ojos con un suspiro, y la temperatura pareció descender bruscamente varios grados más. Para cuando volvió a abrirlos, sus iris gélidos brillaban como nunca antes lo habían hecho. Brillaban con la fuerza de un iceberg bajo la luz de la luna llena.
—¿Y crees que es tan sencillo como eso? ¿Crees que puedes decir de la noche a la mañana que te colocarás el sombrero de Arashikage y toda la aldea doblará la rodilla ante ti?
»Primero vas a tener que demóstrarmelo a mí. A tu sensei. Demuestra que eres digno de ese Sombrero o yo mismo te lo arrancaré de la cabeza.