30/08/2021, 13:09
—He ahí la cuestión, Kintsugi. ¿Qué vale más para ti? ¿Mi muerte, o la vida de tus dos ninjas? —replicó Zaide.
Y Kintsugi frunció el ceño, con un mal presentimiento aleteando en su pecho.
—Explícate —exigió.
—Si es lo primero, no se me ocurre ninguna razón. Adelante, inténtalo —El Uchiha alargó una tensa pausa mientras los tres se evaluaban mutuamente en una especie de competición por comprobar quién daría el primer paso. El paso que determinaría muchas cosas. Ninguno lo hizo. Aún había demasiadas incógnitas en el aire—. Si es lo segundo —continuó al fin—, bueno, has de darte cuenta de lo contraproducente que eso sería. Mi muerte implica la muerte de esos críos. No es la primera vez que hago un secuestro. Sé cómo eliminar los rastros. No los encontraréis ni con un ejército de perros peinando todo Ōnindo. No, la única manera de que recuperéis a esos chicos con vida es dándome lo que quiero. Pagadme, y os lo traeré de vuelta.
Kintsugi frunció aún más el ceño. ¿Que la muerte de Zaide significaría la muerte de Yota y Daigo? O aquel Uchiha estaba muy confiado en sus posibilidades de escapar indemne de Kusagakure o... estaba en dos lugares a la vez. Y sólo había una manera de que fuera posible que Aburame Kintsugi acabara con Uchiha Zaide, o lo redujera para interrogarlo, y él matara a sus shinobi al mismo tiempo.
«O es un clon, o tiene algún tipo de mecanismo para matarlos a distancia.» Dedujo, apretando las mandíbulas. Algo lo suficientemente potente como para incluso borrar sus rastros... «Maldito cobarde.»
—Has secuestrado a mis shinobi y ahora me estás pidiendo un rescate por ellos, bajo la amenaza de su muerte... —repitió, mascticando las palabras, incapaz de creer la situación que estaba viviendo. Kintsugi bajó la mano, y la mariposa revoloteó con delicadeza hasta su hombro, donde se quedó agitando las alas lentamente.
La Morikage sentía la penetrante mirada de Ranko clavada en ella. Sabía lo que estaba pasando por su cabeza, y le habría gustado girarse hacia ella y dedicarle una sonrisa tranquilizadora. Pero no lo hizo.
—¿Qué es lo que quieres? —le espetó, casi escupiendo las palabras.
Y Kintsugi frunció el ceño, con un mal presentimiento aleteando en su pecho.
—Explícate —exigió.
—Si es lo primero, no se me ocurre ninguna razón. Adelante, inténtalo —El Uchiha alargó una tensa pausa mientras los tres se evaluaban mutuamente en una especie de competición por comprobar quién daría el primer paso. El paso que determinaría muchas cosas. Ninguno lo hizo. Aún había demasiadas incógnitas en el aire—. Si es lo segundo —continuó al fin—, bueno, has de darte cuenta de lo contraproducente que eso sería. Mi muerte implica la muerte de esos críos. No es la primera vez que hago un secuestro. Sé cómo eliminar los rastros. No los encontraréis ni con un ejército de perros peinando todo Ōnindo. No, la única manera de que recuperéis a esos chicos con vida es dándome lo que quiero. Pagadme, y os lo traeré de vuelta.
Kintsugi frunció aún más el ceño. ¿Que la muerte de Zaide significaría la muerte de Yota y Daigo? O aquel Uchiha estaba muy confiado en sus posibilidades de escapar indemne de Kusagakure o... estaba en dos lugares a la vez. Y sólo había una manera de que fuera posible que Aburame Kintsugi acabara con Uchiha Zaide, o lo redujera para interrogarlo, y él matara a sus shinobi al mismo tiempo.
«O es un clon, o tiene algún tipo de mecanismo para matarlos a distancia.» Dedujo, apretando las mandíbulas. Algo lo suficientemente potente como para incluso borrar sus rastros... «Maldito cobarde.»
—Has secuestrado a mis shinobi y ahora me estás pidiendo un rescate por ellos, bajo la amenaza de su muerte... —repitió, mascticando las palabras, incapaz de creer la situación que estaba viviendo. Kintsugi bajó la mano, y la mariposa revoloteó con delicadeza hasta su hombro, donde se quedó agitando las alas lentamente.
La Morikage sentía la penetrante mirada de Ranko clavada en ella. Sabía lo que estaba pasando por su cabeza, y le habría gustado girarse hacia ella y dedicarle una sonrisa tranquilizadora. Pero no lo hizo.
—¿Qué es lo que quieres? —le espetó, casi escupiendo las palabras.