1/09/2021, 15:03
Y tras una última bravuconada suya, Uchiha Zaide desapareció con el estallido del sello explosivo. Era un Clon de Sombras, tal y como Ranko y Kintsugi habían deducido. Nunca antes le habría gustado más equivocarse en su deducción.
«Lo siento, Sasagani Yota... Tsukiyama Daigo...»
Una temblorosa voz, junto a ella, sacó a la Morikage de su ensimismamiento.
—M-mi… Mi… Mi Señora… —era Sagiso Ranko, pálida como la cera y la respiración entrecortada—. Mi Señora, Yota… y... y Daigo… Ellos no.. E-ellos… —Las lágrimas comenzaron a resbalar rápidamente por sus mejillas—. ¿P-por qué, mi Señora? —preguntó, y su tono de voz se tornó súplica. Súplica de explicaciones. Súplica de consuelo...
Kintsugi la miraba con la cabeza gacha, el gesto sombrío y, si Ranko se fijaba en su rostro, con sendas marcas húmedas en sus mejillas. La mujer se acercó a ella y le colocó una mano en el hombro.
—No podemos negociar con esos terroristas, Ranko —le dijo, con voz grave—. No espero que lo entiendas... ¿Pero te haces una idea de lo que son sesenta mil ryō? Con ese dinero sustentamos a muchas familias de la aldea. Deshacernos de él significaría condenarlos a la indigencia. Y ni siquiera estoy hablando de shinobi. Piensa en ellos, Ranko. Piensa en todos ellos: niños que van a la escuela, padres y madres que necesitan mantener a sus familias, médicos que necesitan ese dinero para los tratamientos de sus pacientes, maestros, herreros, comerciantes... Ha sido una decisión muy difícil, créeme que lo ha sido... Pero no podía castigarlos de esa manera. No a tantas personas que dependen de mí.
Era muy cruel tener que poner las vidas en una balanza de esa manera. Pero Zaide la había obligado a ello.
—Pero no dejaremos que su sacrificio haya sido en vano, Ranko. Le haremos pagar todo lo que nos ha hecho. Con intereses —Kintsugi apretó la mano en torno al hombro de Ranko en un gesto que intentaba ser reconfortante. Aunque sabía bien que ningún gesto podría aliviar la pérdida que acababa de sufrir, al menos intentó derivar ese sufrimiento hacia la venganza—. Te necesitaré a mi lado, Ranko. Emplearé todos los medios que estén a mi alcance para dar caza a ese desgraciado, y no descansaré hasta haber hecho justicia por Yota y por Daigo. ¿Qué me dices?
«Lo siento, Sasagani Yota... Tsukiyama Daigo...»
Una temblorosa voz, junto a ella, sacó a la Morikage de su ensimismamiento.
—M-mi… Mi… Mi Señora… —era Sagiso Ranko, pálida como la cera y la respiración entrecortada—. Mi Señora, Yota… y... y Daigo… Ellos no.. E-ellos… —Las lágrimas comenzaron a resbalar rápidamente por sus mejillas—. ¿P-por qué, mi Señora? —preguntó, y su tono de voz se tornó súplica. Súplica de explicaciones. Súplica de consuelo...
Kintsugi la miraba con la cabeza gacha, el gesto sombrío y, si Ranko se fijaba en su rostro, con sendas marcas húmedas en sus mejillas. La mujer se acercó a ella y le colocó una mano en el hombro.
—No podemos negociar con esos terroristas, Ranko —le dijo, con voz grave—. No espero que lo entiendas... ¿Pero te haces una idea de lo que son sesenta mil ryō? Con ese dinero sustentamos a muchas familias de la aldea. Deshacernos de él significaría condenarlos a la indigencia. Y ni siquiera estoy hablando de shinobi. Piensa en ellos, Ranko. Piensa en todos ellos: niños que van a la escuela, padres y madres que necesitan mantener a sus familias, médicos que necesitan ese dinero para los tratamientos de sus pacientes, maestros, herreros, comerciantes... Ha sido una decisión muy difícil, créeme que lo ha sido... Pero no podía castigarlos de esa manera. No a tantas personas que dependen de mí.
Era muy cruel tener que poner las vidas en una balanza de esa manera. Pero Zaide la había obligado a ello.
—Pero no dejaremos que su sacrificio haya sido en vano, Ranko. Le haremos pagar todo lo que nos ha hecho. Con intereses —Kintsugi apretó la mano en torno al hombro de Ranko en un gesto que intentaba ser reconfortante. Aunque sabía bien que ningún gesto podría aliviar la pérdida que acababa de sufrir, al menos intentó derivar ese sufrimiento hacia la venganza—. Te necesitaré a mi lado, Ranko. Emplearé todos los medios que estén a mi alcance para dar caza a ese desgraciado, y no descansaré hasta haber hecho justicia por Yota y por Daigo. ¿Qué me dices?