6/09/2021, 20:28
(Última modificación: 6/09/2021, 20:30 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Akame pudo ver la duda en los ojos de Juro, una sombra fugaz que pronto dejó paso a la inevitable verdad —que el propio jinchūriki admitió seguidamente—: nadie le habría ayudado. Ni siquiera aquellos que consideraba sus amigos, o su familia, pues así era la vida del ninja. Incluso toda una vida de leal servicio, como las que shinobi como él y Juro habían dedicado a sus Villas, no podía excusar un error si éste era lo suficientemente catastrófico. Asesinar a tu Kage computaba dentro de esa categoría, se dijo Akame.
Le pegó otro trago a la calabaza. No se había dado cuenta, pero con tanta cháchara, el recipiente había ido disminuyendo su peso preocupantemente. Akame bajó la mirada hacia la botella de barro y arrugó el gesto: no era un buen momento para quedarse sin su brebaje mágico. Tardó un par de segundos en asumir aquella nueva derrota pero, una vez aceptada, no volvió a bajar la mirada durante el resto de la conversación. El pasado, pasado estaba. Si Juro se había estado repitiendo que sus amigos seguían esperándole en Kusagakure, Akame llevaba un buen tiempo tratando de convencerse de aquello otro. Sin éxito, cabía destacar.
—Nah, no realmente —contestó por fin, aunque por un momento no supo si se refería a lo primero o a lo segundo. Luego aclaró—. Fue más simple que todo eso: quería sobrevivir. ¿Sabes, Juro? En nuestro antiguo oficio no se hacen demasiados amigos fuera de la Aldea, al menos cuando llegas alto. Toda la escoria del país acaba conociendo tu nombre, al fin y al cabo, ¿cuáles son las posibilidades de que hayas matado o capturado a uno de sus amigos? ¿De que les hayas desmontado más de un chiringuito? —ser el brazo tonto de la ley tenía esos inconvenientes—. Un ex-jōnin con mi historial no hubiera durado mucho ahí fuera, así que tuve que buscarme las habichuelas.
Y ni siquiera se trataba ya de eso; ¿de qué se suponía que iba a vivir un ex-ninja buscado por traición? No por nada resultaba muy común, en cualquier rincón de Ōnindo, encontrarse a ninjas renegados o huídos de sus Aldeas oficiando de mercenarios, ladrones, contrabandistas y cosas peores.
—Surgió una oportunidad y la aproveché —añadió luego, para inmediatamente después aclarar—. De vengarme, digo. Al cabrón que filtró toda aquella mierda sobre mí a la oficina del Uzukage. Lo mandé directo al Yomi, ahora mismo probablemente esté tratando de sobarle las tetas a Izanami.
El chiste le arrancó una risa áspera, aderezada por el alcohol. ¿O quizá había sido la imagen de Chokichi ahogándose en su propia sangre?
Le pegó otro trago a la calabaza. No se había dado cuenta, pero con tanta cháchara, el recipiente había ido disminuyendo su peso preocupantemente. Akame bajó la mirada hacia la botella de barro y arrugó el gesto: no era un buen momento para quedarse sin su brebaje mágico. Tardó un par de segundos en asumir aquella nueva derrota pero, una vez aceptada, no volvió a bajar la mirada durante el resto de la conversación. El pasado, pasado estaba. Si Juro se había estado repitiendo que sus amigos seguían esperándole en Kusagakure, Akame llevaba un buen tiempo tratando de convencerse de aquello otro. Sin éxito, cabía destacar.
—Nah, no realmente —contestó por fin, aunque por un momento no supo si se refería a lo primero o a lo segundo. Luego aclaró—. Fue más simple que todo eso: quería sobrevivir. ¿Sabes, Juro? En nuestro antiguo oficio no se hacen demasiados amigos fuera de la Aldea, al menos cuando llegas alto. Toda la escoria del país acaba conociendo tu nombre, al fin y al cabo, ¿cuáles son las posibilidades de que hayas matado o capturado a uno de sus amigos? ¿De que les hayas desmontado más de un chiringuito? —ser el brazo tonto de la ley tenía esos inconvenientes—. Un ex-jōnin con mi historial no hubiera durado mucho ahí fuera, así que tuve que buscarme las habichuelas.
Y ni siquiera se trataba ya de eso; ¿de qué se suponía que iba a vivir un ex-ninja buscado por traición? No por nada resultaba muy común, en cualquier rincón de Ōnindo, encontrarse a ninjas renegados o huídos de sus Aldeas oficiando de mercenarios, ladrones, contrabandistas y cosas peores.
—Surgió una oportunidad y la aproveché —añadió luego, para inmediatamente después aclarar—. De vengarme, digo. Al cabrón que filtró toda aquella mierda sobre mí a la oficina del Uzukage. Lo mandé directo al Yomi, ahora mismo probablemente esté tratando de sobarle las tetas a Izanami.
El chiste le arrancó una risa áspera, aderezada por el alcohol. ¿O quizá había sido la imagen de Chokichi ahogándose en su propia sangre?