7/09/2021, 22:11
Ranko asintió y anduvo con la Morikage. Sintió que caminaba sobre un puente, uno que estaba a punto de colapsarse y dejarla caer al vacío. Sintió que el viento del invierno le haría perder el equilibrio. ¿Dónde estaban los demás? ¿Dónde estaba la aldea? ¿Dónde estaba el bosque? Sólo existían Ranko y Kintsugi como portadoras del ocaso. Sólo ellas sabían de la desgracia. ¿Dónde estaban todas las lágrimas por Yota y Daigo?
Paddo le sacó de su ensimismamiento poético al llegar al edificio de la Morikage. Ranko le saludó con un suave movimiento de cabeza, esperando que no notara sus ojos rojos por haber llorado. Kintsugi indicó que les llevaran té a su despacho, y la joven kunoichi le siguió.
La chica de la trenza estaba confundida, de cierta manera. En cualquier otra situación, estar en el despacho de Aburame Kintsugi, rodeada de mariposas y flores, le habría hecho desmayarse. El honor de estar a solas frente a la persona que más admiraba le habría abrumado. Pero allí, ante la posibilidad de no ver más a dos de sus queridos amigos, ante una mujer que creía que se le echaría la culpa encima, Ranko sentía demasiada angustia como para expresar lo anterior.
Obedeció y se sentó frente a la mujer. Durante un largo silencio, Ranko apenas y pudo alzar la vista a ella, hasta que Kintsugi habló. Ranko abrió los ojos por completo y los dirigió a los de la máscara, buscando que su portadora pudiese escudriñar en ellos y ver que hablaba con la verdad.
—M-mi señora Morikage... ¿Por qué habría de guardarle rencor? ¿Qué habría que perdonar? —comenzó a tallarse encima del codo izquierdo con la mano derecha —. He... He leído siempre sobre... Sobre héroes. Sobre villanos. Y los villanos son los de la culpa. Q-quiero decir... Usted no le hizo nada a Yota, ni a Daigo. Usted no los capturó ni amenazó ni... Ni... —No quería confirmar que habían muerto —. Usted nunca lo haría. Usted siempre vela por el bienestar de todos. Es Uchiha Zaide quien los tiene. Es Dragón Rojo.
Sin querer, comenzó a jugar con sus pulgares, sobre su regazo. Por alguna razón se le antojó el té, y esperaba que pronto se lo llevaran. Mientras tanto, continuó.
—Siempre son los villanos los que creen que pueden pasarle sus pecados a alguien más, y pretender que nunca fue su culpa. Sí, yo... Yo desearía poder pagar para ver a mis amigos de nuevo, pero... Pero la decisión de mi Señora Morikage fue mucho muy sabia. P-podría decir que... Que incluso Yota y Daigo... Incluso ellos la apoyarían, estoy segura.
»Y sé que... Fue también muy difícil para usted. Una heroína suele necesitar una voluntad fuerte para encarar problemas así.
Paddo le sacó de su ensimismamiento poético al llegar al edificio de la Morikage. Ranko le saludó con un suave movimiento de cabeza, esperando que no notara sus ojos rojos por haber llorado. Kintsugi indicó que les llevaran té a su despacho, y la joven kunoichi le siguió.
La chica de la trenza estaba confundida, de cierta manera. En cualquier otra situación, estar en el despacho de Aburame Kintsugi, rodeada de mariposas y flores, le habría hecho desmayarse. El honor de estar a solas frente a la persona que más admiraba le habría abrumado. Pero allí, ante la posibilidad de no ver más a dos de sus queridos amigos, ante una mujer que creía que se le echaría la culpa encima, Ranko sentía demasiada angustia como para expresar lo anterior.
Obedeció y se sentó frente a la mujer. Durante un largo silencio, Ranko apenas y pudo alzar la vista a ella, hasta que Kintsugi habló. Ranko abrió los ojos por completo y los dirigió a los de la máscara, buscando que su portadora pudiese escudriñar en ellos y ver que hablaba con la verdad.
—M-mi señora Morikage... ¿Por qué habría de guardarle rencor? ¿Qué habría que perdonar? —comenzó a tallarse encima del codo izquierdo con la mano derecha —. He... He leído siempre sobre... Sobre héroes. Sobre villanos. Y los villanos son los de la culpa. Q-quiero decir... Usted no le hizo nada a Yota, ni a Daigo. Usted no los capturó ni amenazó ni... Ni... —No quería confirmar que habían muerto —. Usted nunca lo haría. Usted siempre vela por el bienestar de todos. Es Uchiha Zaide quien los tiene. Es Dragón Rojo.
Sin querer, comenzó a jugar con sus pulgares, sobre su regazo. Por alguna razón se le antojó el té, y esperaba que pronto se lo llevaran. Mientras tanto, continuó.
—Siempre son los villanos los que creen que pueden pasarle sus pecados a alguien más, y pretender que nunca fue su culpa. Sí, yo... Yo desearía poder pagar para ver a mis amigos de nuevo, pero... Pero la decisión de mi Señora Morikage fue mucho muy sabia. P-podría decir que... Que incluso Yota y Daigo... Incluso ellos la apoyarían, estoy segura.
»Y sé que... Fue también muy difícil para usted. Una heroína suele necesitar una voluntad fuerte para encarar problemas así.
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