9/09/2021, 18:44
(Última modificación: 9/09/2021, 18:49 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
Debió de sentar jodidamente bien. ¿Realmente había sido así? Akame se recostó ligeramente en la arena, sus ojos perdidos por un momento en las llamas de la modesta candela que les alumbraba en aquella noche fría de Invierno.
—Yo enseñé a ese chaval todo lo que sabía sobre el Camino del Ninja. Deberías haberle visto cuando empezó, recién salido de la Academia después de aprobar dos o tres porque a los sensei debió darles pena dejarle un año más haciendo el último curso —replicó—. Fue mi alumno.
Luego miró a Juro mientras se arrebujaba en su capa de viaje. No dijo más sobre el tema.
Mientras el exiliado de Kusa exponía sus propios pensamientos sobre la naturaleza humana y el libre albedrío, Akame se encendía un cigarrillo. No pudo evitar pensar que aquel chico, desde luego, demostraba una inteligencia sobresaliente y una amplitud de miras muy escasa en los tiempos que corrían —sobretodo entre los shinobi—. Sin embargo, para desgracia de ambos, el Uchiha no poseía las respuestas que Juro buscaba... Probablemente su vida habría sido mucho más sencilla, de hacerlo.
—¿Te refieres a lo de matar, intimidar, contrabandear y estar rodeado de cabrones sanguinarios y peligrosos? —preguntó, retórico, mientras dejaba que el humo saliera por su nariz y labios—. Psché, si lo piensas, no suena muy diferente a ser jōnin en una Gran Aldea, ¿no crees?
Soltó otra carcajada con tonadillas de sake.
—¿Que si soy capaz de creer en algo así de nuevo? Compañero, déjame que te diga una cosa: ninguno de nosotros puede hacer algo así —fumó del cigarro otra vez—. Nos hemos tomado la pastilla roja, estamos fuera de la simulación. Bienvenido al mundo real, donde cada acción tiene consecuencias y ya no tenemos una maldita chequera repleta de boletos de quedas libre de la cárcel firmados por el Kage de turno.
Su voz transmitía una mezcla de frustración y abatimiento. Al fin y al cabo, cuando uno observaba el mundo por lo que realmente era, no debiera extrañarle encontrarse con semejantes dilemas. Akame fumó otra calada, muy honda, pero expulsó rápidamente el humo cuando encontró algo que decir.
—Esta vez te preguntaré yo algo: ¿prefieres ser poderoso, o débil? —sonrió—. El poder es tóxico como un veneno ponzoñoso, corrompe hasta a los mejores y atrae a lo peor de cada uno. Pero, ¿es mejor entonces ser irrelevante, limitarse a ir donde las corrientes del río de los fuertes te lleven? ¿Renunciar a navegar la vida y simplemente... ir a la deriva que marca la voluntad de otros?
—Yo enseñé a ese chaval todo lo que sabía sobre el Camino del Ninja. Deberías haberle visto cuando empezó, recién salido de la Academia después de aprobar dos o tres porque a los sensei debió darles pena dejarle un año más haciendo el último curso —replicó—. Fue mi alumno.
Luego miró a Juro mientras se arrebujaba en su capa de viaje. No dijo más sobre el tema.
Mientras el exiliado de Kusa exponía sus propios pensamientos sobre la naturaleza humana y el libre albedrío, Akame se encendía un cigarrillo. No pudo evitar pensar que aquel chico, desde luego, demostraba una inteligencia sobresaliente y una amplitud de miras muy escasa en los tiempos que corrían —sobretodo entre los shinobi—. Sin embargo, para desgracia de ambos, el Uchiha no poseía las respuestas que Juro buscaba... Probablemente su vida habría sido mucho más sencilla, de hacerlo.
—¿Te refieres a lo de matar, intimidar, contrabandear y estar rodeado de cabrones sanguinarios y peligrosos? —preguntó, retórico, mientras dejaba que el humo saliera por su nariz y labios—. Psché, si lo piensas, no suena muy diferente a ser jōnin en una Gran Aldea, ¿no crees?
Soltó otra carcajada con tonadillas de sake.
—¿Que si soy capaz de creer en algo así de nuevo? Compañero, déjame que te diga una cosa: ninguno de nosotros puede hacer algo así —fumó del cigarro otra vez—. Nos hemos tomado la pastilla roja, estamos fuera de la simulación. Bienvenido al mundo real, donde cada acción tiene consecuencias y ya no tenemos una maldita chequera repleta de boletos de quedas libre de la cárcel firmados por el Kage de turno.
Su voz transmitía una mezcla de frustración y abatimiento. Al fin y al cabo, cuando uno observaba el mundo por lo que realmente era, no debiera extrañarle encontrarse con semejantes dilemas. Akame fumó otra calada, muy honda, pero expulsó rápidamente el humo cuando encontró algo que decir.
—Esta vez te preguntaré yo algo: ¿prefieres ser poderoso, o débil? —sonrió—. El poder es tóxico como un veneno ponzoñoso, corrompe hasta a los mejores y atrae a lo peor de cada uno. Pero, ¿es mejor entonces ser irrelevante, limitarse a ir donde las corrientes del río de los fuertes te lleven? ¿Renunciar a navegar la vida y simplemente... ir a la deriva que marca la voluntad de otros?