10/09/2021, 19:07
Ranko tomó la chapa con timidez. La miró en su mano y cerró ésta con decisión. Asintió y le dedicó una última reverencia a modo de despedida a Kintsugi. La sombría sonrisa que la líder le regalaba le seguiría por largo tiempo, recordatorio de las cosas buenas y las cosas malas que rodean a aquellos que optan por un camino ninja.
—Estaré a sus órdenes, mi Señora Morikage.
La ahora chūnin se despidió de Hana con una reverencia, y al bajar hizo lo mismo con Paddo. Caminó por las calles de Kusagakure, ensimismada, lo suficientemente atenta como para no chocar con nadie, pero fuera de allí perdida en sus pensamientos.
Llevaba la placa todavía firmemente apretada en su diestra, junto con la confianza de Kintsugi, el honor de tal nombramiento, y la expectativa de demostrar que lo valía.
Su siniestra iba floja, como si quisiera que la angustia y la incertidumbre del destino de sus amigos se le escapara.
Al llegar a casa de la familia Sagisō, una figura pelirroja le saludó.
—¿Ran-chan? Pensé que estarías de guardia todo el día. —dijo su madre, despegando la pipa de sus labios.
Ranko alzó la mano y la abrió. La boca de Komachi se ensanchó en una sonrisa enorme, justo cuando dos personas más salían de la casa a recibir a su hija.
—Oi, Ran-chan, ¿Qué...? ¡OOOH! ¡No inventes! —Al ver la placa, su hermana Kuumi se apresuró a tomarla del brazo y tironear de él, emocionada. Sin embargo, casi al instante se dio cuenta de que algo andaba mal. La sangre se le heló al ver la expresión de su melliza —. ¿Ran... Chan?
—¿Hermana? —dijo Meme, un tanto confusa —Pensaba que ser ascendida eran buenas noticias.
—Yo... —Comenzó, volviendo a llenarse de tristeza —. Yota... Daigo...
—Yota. ¿El chico de la araña? —inquirió Meme, pues ella se había topado con él y un tal Toshio hacía tiempo.
—¿Eh? ¿Verde? ¿Le pasó algo? —Kuumi se alteró al escuchar el nombre de Daigo, pues le había tomado cariño de las pocas veces que habían interactuado.
Los labios de Ranko se torcieron. Dio un par de pasos y abrazó a su madre.
Y se deshizo en llanto.
—Estaré a sus órdenes, mi Señora Morikage.
La ahora chūnin se despidió de Hana con una reverencia, y al bajar hizo lo mismo con Paddo. Caminó por las calles de Kusagakure, ensimismada, lo suficientemente atenta como para no chocar con nadie, pero fuera de allí perdida en sus pensamientos.
Llevaba la placa todavía firmemente apretada en su diestra, junto con la confianza de Kintsugi, el honor de tal nombramiento, y la expectativa de demostrar que lo valía.
Su siniestra iba floja, como si quisiera que la angustia y la incertidumbre del destino de sus amigos se le escapara.
Al llegar a casa de la familia Sagisō, una figura pelirroja le saludó.
—¿Ran-chan? Pensé que estarías de guardia todo el día. —dijo su madre, despegando la pipa de sus labios.
Ranko alzó la mano y la abrió. La boca de Komachi se ensanchó en una sonrisa enorme, justo cuando dos personas más salían de la casa a recibir a su hija.
—Oi, Ran-chan, ¿Qué...? ¡OOOH! ¡No inventes! —Al ver la placa, su hermana Kuumi se apresuró a tomarla del brazo y tironear de él, emocionada. Sin embargo, casi al instante se dio cuenta de que algo andaba mal. La sangre se le heló al ver la expresión de su melliza —. ¿Ran... Chan?
—¿Hermana? —dijo Meme, un tanto confusa —Pensaba que ser ascendida eran buenas noticias.
—Yo... —Comenzó, volviendo a llenarse de tristeza —. Yota... Daigo...
—Yota. ¿El chico de la araña? —inquirió Meme, pues ella se había topado con él y un tal Toshio hacía tiempo.
—¿Eh? ¿Verde? ¿Le pasó algo? —Kuumi se alteró al escuchar el nombre de Daigo, pues le había tomado cariño de las pocas veces que habían interactuado.
Los labios de Ranko se torcieron. Dio un par de pasos y abrazó a su madre.
Y se deshizo en llanto.
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