26/01/2016, 10:50
Ayame balbuceó unos instantes, sin saber qué decir. Incluso en la peor de las circunstancias, nunca había estado así de insegura. «Pero sí que lo ha estado cuando ha hablado sobre su padre y sobre su hermano, y ahora están los dos aquí», se tuvo que recordar.
—Está nerviosa por el torneo —intervino Zetsuo, zanjando la pregunta de un sólo y certero picotazo. Daruu levantó una ceja, escéptico. Probablemente había algo más, pero lo mismo podía ser algo importante que algo nimio que le hubiera acarreado una bronca paterna. Recordaba como Ayame le había dicho una vez que si volvía empapada a casa le iba a caer una buena.
—¡Pues no debéis estarlo! Seguro que podéis ganar aunque sea una ronda, o dos... Quién sabe si alguno de vosotros podría llegar a ganar el torneo —dijo Kiroe, y clavó los ojos en el viejo Zetsuo para lanzarle un órdago que sabía que no podría eludir—: Eso si no les toca pelear el uno contra el otro, claro. Entonces sólo mi Daruu pasaría de ronda.
—Mamá, creo que deberíamos intentar no provocar...
—Al fin y al cabo, siempre he pensado que Daruu tiene un gran, gran potencial. Y lo he entrenado muy bien.
—Deberíamos ponernos en camino. O anochecerá antes de que lleguemos.
Daruu vislumbró una salida.
—¡Eso, eso! ¡Vaaaamos, que vamos a llegar tarde!
El muchacho preguntó a Kori la dirección y esperó a recibirla. Acto seguido, cogió a su madre de la mano y estiró para hacerla reaccionar. Pero Kiroe no se movió un ápice.
—500 ryos a que mi hijo le patea el culo a tu hija si tienen que pelear.
—¡PERO NO HAGAS APUESTAS MAMÁ, QUE YO LE QUIERO CAER BIEN A LA GENTE JOPÉ!
—No, espera, que sean 1000.
Daruu se arrodilló y se estiró de los pelos. «Por qué».
—Está nerviosa por el torneo —intervino Zetsuo, zanjando la pregunta de un sólo y certero picotazo. Daruu levantó una ceja, escéptico. Probablemente había algo más, pero lo mismo podía ser algo importante que algo nimio que le hubiera acarreado una bronca paterna. Recordaba como Ayame le había dicho una vez que si volvía empapada a casa le iba a caer una buena.
—¡Pues no debéis estarlo! Seguro que podéis ganar aunque sea una ronda, o dos... Quién sabe si alguno de vosotros podría llegar a ganar el torneo —dijo Kiroe, y clavó los ojos en el viejo Zetsuo para lanzarle un órdago que sabía que no podría eludir—: Eso si no les toca pelear el uno contra el otro, claro. Entonces sólo mi Daruu pasaría de ronda.
—Mamá, creo que deberíamos intentar no provocar...
—Al fin y al cabo, siempre he pensado que Daruu tiene un gran, gran potencial. Y lo he entrenado muy bien.
—Deberíamos ponernos en camino. O anochecerá antes de que lleguemos.
Daruu vislumbró una salida.
—¡Eso, eso! ¡Vaaaamos, que vamos a llegar tarde!
El muchacho preguntó a Kori la dirección y esperó a recibirla. Acto seguido, cogió a su madre de la mano y estiró para hacerla reaccionar. Pero Kiroe no se movió un ápice.
—500 ryos a que mi hijo le patea el culo a tu hija si tienen que pelear.
—¡PERO NO HAGAS APUESTAS MAMÁ, QUE YO LE QUIERO CAER BIEN A LA GENTE JOPÉ!
—No, espera, que sean 1000.
Daruu se arrodilló y se estiró de los pelos. «Por qué».