14/09/2021, 22:23
Tras alcanzar los bosques, Ranko gritaría su nombre haciendo que intentara girar sobre sí misma, pero no le daría tiempo recibiendo una especie de patada que la haría dar un par de pasos torpes algo desequilibrada.
— ¡Oye, y ahora que te...! — Y una densa nube de humo ocultaría la visión de esta.
Lyndis no perdió el tiempo y salió de su radio de acción para evitar mayores molestas tanto en los ojos como en la respiración, para vérselas de frente con un grupo armado.
—¿Quiénes son? ¡Lyndis! —alzó la voz, buscando que su amiga le escuchara —. ¿¡Estás bien!?
— ¡Estoy bien! — Respondió torciendo un poco la cabeza, hacia el lugar de la procedencia de la voz de Ranko. — Pero estos bastardos no podrán decir lo mismo por mucho tiempo — farfulló malhumorada, pasando los dedos una útima vez por su boca para eliminar todos los restos que le quedasen de la bomba de humo ahora que podía respirar en condiciones.
Frente a ella, había dos personas: un hombre con ropas de tonos verdosos y la boca tapada por un pañuelo a diferencia de su reluciente y calva sesera; y más atrás, una mujer que no ocultaba su rostro pese a llevar unas vestimentas mas que similares.
—La chica de la trenza y la de cara de mapache. Traen una carga costosa. Déjenla y váyanse. Ahora.
— Entiendo, entiendo. Debéis de llevar un buen tiempo sin probar bocado y estais famélicos — dijo con una sonrisa de oreja a oreja; dió un par de pequeños saltos en el mismo sitio, mientras levantaba un poco los puños. — Por mi perfecto, te voy a dar un buen bocata de hostias. Ven, vamos ¿a que esperas? —Haría un último gesto con sus dos manos, inclinándose ligeramente hacia delante invitándolo a atacar.
Si este cargaba hacia delante debido a su provocación, la joven daría un rápido paso hacia atrás para que el arma golpeara al suelo. Lyndis la pisaría para terminar de incrustarla, y le propinaría una patada en la cara con la otra pierna, girando sobre sí misma.
— ¡Oye, y ahora que te...! — Y una densa nube de humo ocultaría la visión de esta.
Lyndis no perdió el tiempo y salió de su radio de acción para evitar mayores molestas tanto en los ojos como en la respiración, para vérselas de frente con un grupo armado.
—¿Quiénes son? ¡Lyndis! —alzó la voz, buscando que su amiga le escuchara —. ¿¡Estás bien!?
— ¡Estoy bien! — Respondió torciendo un poco la cabeza, hacia el lugar de la procedencia de la voz de Ranko. — Pero estos bastardos no podrán decir lo mismo por mucho tiempo — farfulló malhumorada, pasando los dedos una útima vez por su boca para eliminar todos los restos que le quedasen de la bomba de humo ahora que podía respirar en condiciones.
Frente a ella, había dos personas: un hombre con ropas de tonos verdosos y la boca tapada por un pañuelo a diferencia de su reluciente y calva sesera; y más atrás, una mujer que no ocultaba su rostro pese a llevar unas vestimentas mas que similares.
—La chica de la trenza y la de cara de mapache. Traen una carga costosa. Déjenla y váyanse. Ahora.
— Entiendo, entiendo. Debéis de llevar un buen tiempo sin probar bocado y estais famélicos — dijo con una sonrisa de oreja a oreja; dió un par de pequeños saltos en el mismo sitio, mientras levantaba un poco los puños. — Por mi perfecto, te voy a dar un buen bocata de hostias. Ven, vamos ¿a que esperas? —Haría un último gesto con sus dos manos, inclinándose ligeramente hacia delante invitándolo a atacar.
Si este cargaba hacia delante debido a su provocación, la joven daría un rápido paso hacia atrás para que el arma golpeara al suelo. Lyndis la pisaría para terminar de incrustarla, y le propinaría una patada en la cara con la otra pierna, girando sobre sí misma.