17/09/2021, 23:49
« Con tus seres queridos, ¿eh? » — pensó el marionetista con amargura.
Lo cierto es que no le guardaba mucho aprecio a su padre después de lo que hizo. Y a decir verdad, sus seres queridos habían sido su hermana y su abuela durante toda su vida. Ellas estaban vivas, en Kusagakure. Si existía aquel camino tan precioso que el Uchiha describía, él lo recorrería solo, de principio a fin. O al menos, eso se repetía. En algún rincón de su alma, sin embargo, se asomaba tímidamente un pequeño anhelo. El rencontrarse con la mujer que le dio la vida y que él nunca había podido conocer. Poder pasar tiempo con su madre. El único deseo que se le había arrebatado desde el momento en que vino al mundo.
Pero Juro no se dejó seducir por aquel susurro producto de su mente cansada. Lo que le quedaba por delante era duro, pero inevitable, y no podía flaquear.
El marionetista seguía con vida porque se había convencido de que era lo necesario. Debía sobrevivir para vengarse de Kurama, tal y como prometió. Para enfrentar a la injusticia que iba a asolar el mundo. Para evitar que se repitiera otra tragedia. O simplemente, porque estaba demasiado asustado como para quitarse la vida sin si quiera poder convencerse así mismo —al menos, por un breve periodo de tiempo— de que él era dueño del camino que ahora recorría a hurtadillas.
Sin embargo, entendía la desesperación. El desanimo. El flaqueo. Cuando todo el mundo te quiere muerto, incluso la persona más desalmada termina por ceder ante la presión en algún momento.
¿Qué harías tú en mi lugar, Juro? ¿Dejarías de pelear? ¿Serviría para algo el sacrificio de tantas y tantas personas en los Dojos si dejáramos nuestra revolución a medias? — Lo cierto es que su posición era complicada y Juro tuvo que meditar sus palabras. ¿Qué debía hacer? ¿Animar a Akame a cometer otra masacre? Eso, desde luego, no entraba en sus ideales. Pero también entendía lo que era llegar a un punto de no retorno.
— Habéis dañado el régimen, eso seguro. No sé hasta que punto, ni cuanto tiempo tardará en recuperarse. Pero es cierto que si ahora desaparecéis, lo único que lograreis será reforzar la creencia de que, por mucha presión que se le eche encima, Ōnindo permanecerá igual — suspiró el muchacho —. La única salida que nos queda a los dos es luchar, Akame. Luchar por lo que creemos para no hundirnos en la miseria. Pero también creo que las cosas pueden hacerse de otra manera, sin importar el momento de la partida en el que nos encontremos. Un asesinato no tiene que conducir a otro por necesidad. Una masacre no tiene que llevar a otra. Debemos aprender de nuestros errores y lograr nuestros objetivos sin llevarnos a inocentes de por medio.
» Entiendo que siempre hay un precio a pagar. Pero también creo que solo así podremos honrar a los caídos bajo nuestra mano, y quizá algún día, recorrer ese camino del que hablas en verdadera paz — dijo el marionetista, con seriedad. Aun así, no pudo evitar que al final, asomase una sonrisa por la comisura de sus labios —. Supongo que sigo siendo un idealista, a pesar de todo. No lo puedo evitar...
Akame se irguió y Juro, un poco más tarde y guiado por la mirada del Uchiha, notó la presencia intrusa. Su compañero exiliado reaccionó al instante y mandó un clon que se perdió entre las sombras.
— Probablemente. Pero somos dos personas muy solicitadas. Mejor ser precavidos — susurró el chico, asegurándose de que solo el Uchiha le escuchara.
Juro decidió esperar, aunque imitó a Akame y se arrebujó en su capa, para ocultar su rostro y figura. Disimuladamente, acercó la mano a su portaobjetos bajo la prenda de ropa, en caso de necesitar acceder a alguno de sus venenos en una refriega repentina.
Lo cierto es que no le guardaba mucho aprecio a su padre después de lo que hizo. Y a decir verdad, sus seres queridos habían sido su hermana y su abuela durante toda su vida. Ellas estaban vivas, en Kusagakure. Si existía aquel camino tan precioso que el Uchiha describía, él lo recorrería solo, de principio a fin. O al menos, eso se repetía. En algún rincón de su alma, sin embargo, se asomaba tímidamente un pequeño anhelo. El rencontrarse con la mujer que le dio la vida y que él nunca había podido conocer. Poder pasar tiempo con su madre. El único deseo que se le había arrebatado desde el momento en que vino al mundo.
Pero Juro no se dejó seducir por aquel susurro producto de su mente cansada. Lo que le quedaba por delante era duro, pero inevitable, y no podía flaquear.
El marionetista seguía con vida porque se había convencido de que era lo necesario. Debía sobrevivir para vengarse de Kurama, tal y como prometió. Para enfrentar a la injusticia que iba a asolar el mundo. Para evitar que se repitiera otra tragedia. O simplemente, porque estaba demasiado asustado como para quitarse la vida sin si quiera poder convencerse así mismo —al menos, por un breve periodo de tiempo— de que él era dueño del camino que ahora recorría a hurtadillas.
Sin embargo, entendía la desesperación. El desanimo. El flaqueo. Cuando todo el mundo te quiere muerto, incluso la persona más desalmada termina por ceder ante la presión en algún momento.
¿Qué harías tú en mi lugar, Juro? ¿Dejarías de pelear? ¿Serviría para algo el sacrificio de tantas y tantas personas en los Dojos si dejáramos nuestra revolución a medias? — Lo cierto es que su posición era complicada y Juro tuvo que meditar sus palabras. ¿Qué debía hacer? ¿Animar a Akame a cometer otra masacre? Eso, desde luego, no entraba en sus ideales. Pero también entendía lo que era llegar a un punto de no retorno.
— Habéis dañado el régimen, eso seguro. No sé hasta que punto, ni cuanto tiempo tardará en recuperarse. Pero es cierto que si ahora desaparecéis, lo único que lograreis será reforzar la creencia de que, por mucha presión que se le eche encima, Ōnindo permanecerá igual — suspiró el muchacho —. La única salida que nos queda a los dos es luchar, Akame. Luchar por lo que creemos para no hundirnos en la miseria. Pero también creo que las cosas pueden hacerse de otra manera, sin importar el momento de la partida en el que nos encontremos. Un asesinato no tiene que conducir a otro por necesidad. Una masacre no tiene que llevar a otra. Debemos aprender de nuestros errores y lograr nuestros objetivos sin llevarnos a inocentes de por medio.
» Entiendo que siempre hay un precio a pagar. Pero también creo que solo así podremos honrar a los caídos bajo nuestra mano, y quizá algún día, recorrer ese camino del que hablas en verdadera paz — dijo el marionetista, con seriedad. Aun así, no pudo evitar que al final, asomase una sonrisa por la comisura de sus labios —. Supongo que sigo siendo un idealista, a pesar de todo. No lo puedo evitar...
Akame se irguió y Juro, un poco más tarde y guiado por la mirada del Uchiha, notó la presencia intrusa. Su compañero exiliado reaccionó al instante y mandó un clon que se perdió entre las sombras.
— Probablemente. Pero somos dos personas muy solicitadas. Mejor ser precavidos — susurró el chico, asegurándose de que solo el Uchiha le escuchara.
Juro decidió esperar, aunque imitó a Akame y se arrebujó en su capa, para ocultar su rostro y figura. Disimuladamente, acercó la mano a su portaobjetos bajo la prenda de ropa, en caso de necesitar acceder a alguno de sus venenos en una refriega repentina.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60