30/09/2021, 01:28
Sonrió, sabiéndose culpable. Era un defecto que solía tener, sí. Hablaba demasiado.
La sonrisa se le borró cuando una oleada de viento le golpeó la cara, tan abrasivo que resultaba asfixiante. Se llevó el antebrazo frente a la nariz, incómodo. Uno nunca terminaba de acostumbrarse al poder que derramaban bestias como Hanabi.
—Cállate un rato y demuéstrame que eres digno del puesto, SEXTO.
Datsue entornó los ojos y enderezó la espalda.
—¿Recuerdas lo que acordamos?
Oh, pues claro que se acordaba. Hacía algo más de un año de aquello, pero lo recordaba como si lo hubiese vivido hacía tan solo unos minutos.
Extendió el puño en la dimensión interna, y Shukaku levantó su garra hasta que ambos se tocaron con los nudillos.
—Juntos.
Tomo conciencia por primera vez mientras una espiral de arena gira a mi alrededor. Parpadeo varias veces, e intuyo que la primera emoción que siento es de sorpresa. Sorpresa por la realización a la que acabo de llegar.
Acabo de nacer.
Los humanos nacen entre berreos, como criaturas tan débiles que no pueden valerse ni por sí mismas. Yo nazco en silencio, y mi primera acción será enfrentarme al ninja más poderoso de Ōnindo. Esta segunda realización no me sorprende, sin embargo. Después de todo, no me considero humano. No sé cómo llegué tan rápido a esa conclusión, pero lo sé. Lo noto en mi interior. Tampoco soy un bijū, pese a que me siento capaz de mutar mi cuerpo a uno muy parecido al de Shukaku.
No, yo soy otra cosa. Todavía no sé el qué.
Alzo la vista al cielo nocturno, plagado de estrellas. Ya sabía cómo se veía —de alguna manera, puedo acceder a todos los recuerdos de Shukaku y Datsue—, pero la vista me embarga. Todavía no he visto el sol, pero sé que no me va a cautivar tanto como la luna.
La noche es mi morada.
Noto mi respiración entrecortada. Shukaku y Datsue gastaron una gran cantidad de chakra para darme a luz, y ahora estoy pagando las consecuencias. Me miro las manos. Tengo las palmas llenas de líneas garabateadas. Alzo la vista. Veo a Hanabi frente a mí, blandiendo su bastón impregnado en llamas. Le guardo cierto cariño, pese a que nunca he intercambiado una palabra con él. No realmente.
—Trataré de… —Me interrumpo un momento. El sonido de mi propia voz me sorprende. No suena como la de Datsue, ni como la de Shukaku. Si la escuchase el primero de ellos, diría que es una voz demasiado grave y profunda. Si la escuchase el segundo, diría que es una voz demasiado humana. A mí me suena a… mi voz—. Trataré de no romperte ningún hueso, pero no me responsabilizo por tu brazo de acero.
Extiendo una mano, con los dedos ligeramente flexionados, hacia Hanabi. Puede parecer poca cosa contra un bastón en llamas, pero considero mi mano un arma en sí misma.
Todo mi cuerpo es un arma en sí mismo.
La sonrisa se le borró cuando una oleada de viento le golpeó la cara, tan abrasivo que resultaba asfixiante. Se llevó el antebrazo frente a la nariz, incómodo. Uno nunca terminaba de acostumbrarse al poder que derramaban bestias como Hanabi.
—Cállate un rato y demuéstrame que eres digno del puesto, SEXTO.
Datsue entornó los ojos y enderezó la espalda.
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—¿Recuerdas lo que acordamos?
Oh, pues claro que se acordaba. Hacía algo más de un año de aquello, pero lo recordaba como si lo hubiese vivido hacía tan solo unos minutos.
Extendió el puño en la dimensión interna, y Shukaku levantó su garra hasta que ambos se tocaron con los nudillos.
—Juntos.
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Tomo conciencia por primera vez mientras una espiral de arena gira a mi alrededor. Parpadeo varias veces, e intuyo que la primera emoción que siento es de sorpresa. Sorpresa por la realización a la que acabo de llegar.
Acabo de nacer.
Los humanos nacen entre berreos, como criaturas tan débiles que no pueden valerse ni por sí mismas. Yo nazco en silencio, y mi primera acción será enfrentarme al ninja más poderoso de Ōnindo. Esta segunda realización no me sorprende, sin embargo. Después de todo, no me considero humano. No sé cómo llegué tan rápido a esa conclusión, pero lo sé. Lo noto en mi interior. Tampoco soy un bijū, pese a que me siento capaz de mutar mi cuerpo a uno muy parecido al de Shukaku.
No, yo soy otra cosa. Todavía no sé el qué.
Alzo la vista al cielo nocturno, plagado de estrellas. Ya sabía cómo se veía —de alguna manera, puedo acceder a todos los recuerdos de Shukaku y Datsue—, pero la vista me embarga. Todavía no he visto el sol, pero sé que no me va a cautivar tanto como la luna.
La noche es mi morada.
Noto mi respiración entrecortada. Shukaku y Datsue gastaron una gran cantidad de chakra para darme a luz, y ahora estoy pagando las consecuencias. Me miro las manos. Tengo las palmas llenas de líneas garabateadas. Alzo la vista. Veo a Hanabi frente a mí, blandiendo su bastón impregnado en llamas. Le guardo cierto cariño, pese a que nunca he intercambiado una palabra con él. No realmente.
—Trataré de… —Me interrumpo un momento. El sonido de mi propia voz me sorprende. No suena como la de Datsue, ni como la de Shukaku. Si la escuchase el primero de ellos, diría que es una voz demasiado grave y profunda. Si la escuchase el segundo, diría que es una voz demasiado humana. A mí me suena a… mi voz—. Trataré de no romperte ningún hueso, pero no me responsabilizo por tu brazo de acero.
Extiendo una mano, con los dedos ligeramente flexionados, hacia Hanabi. Puede parecer poca cosa contra un bastón en llamas, pero considero mi mano un arma en sí misma.
Todo mi cuerpo es un arma en sí mismo.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado