27/01/2016, 01:22
El peliblanco le observó y el pirata, con su único ojo le sostuvo la mirada. El gris del acero contra la oscuridad de la noche, todo enmarcado en los rostros de aquellos dos. El ambiente se encontraba cargado de tensión, pues el joven reconocía el peligro de su adversario, y el viejo no bajaba la guardia ante aquella apariencia infantil.
—Tú debes ser la sabandija que se atrevió a atacar mi querida nave con una de mis propias bombas —inquirió con un desprecio incontenible—. Lamento decirte que no será suficiente para hundir este barco.
—Eso es un consuelo, pues planeo dejar este barco con la menor cantidad de daños posibles para cuando se lo entregue a los habitantes del pueblo junto con su dinero —aseguró sonriendo—. Aunque estaría mintiendo si te dijera que me conformare con solo tomar el dinero e irme, pues tengo intención de ver si eres tan fuerte como las bombas que fabricas.
La tensión iba en aumento mientras ambos se medían con palabras.
—Jajaja… Siempre pensé que el día que alguien se atreviera a desafiarme me encontraría con un sujeto con los huevos bien puestos, pero no, resulta que solo se trata de un mozalbete que tiene complejo de héroe. Y yo que pensaba que me presentarías un desafío digno. —Le contó de manera absolutamente burlona.
—¿Sabes? Creo que tu hermano pensó lo mismo cuando me lo encontré en la playa —le dijo mientras pateaba hacia él un brazo cercenado al cual le faltaba un dedo en la mano—. Me imaginé que sería un desafío, pero no, solo resultaron ser un grupo de encapuchados frágiles y cobardes.
—¡Maldito mocoso albino! —gritó colérico—. ¡Te matare lentamente! ¡Te he de desollar vivo y utilizare tu mugrosa piel como la vela de mi bote personal! —la espuma rojiza brotaba de la comisura de sus labios como si de un perro rabioso se tratara—. ¡Pero eso será después de que te obligue a ver como empalamos a todos los hombres y como violamos a todas las mujeres de esa miserable villa.
—No tendrás la oportunidad de hacer tal cosa —aseguró el Ishimura, con un aire de seriedad absoluta, pues entendía que aquel hombre tenía la intención de cumplir con su promesa—. Pues no permitiré que abandones este barco con vida. —Declaro, fijando en su enemigo unos ojos duros y filosos como el acero.
El tiempo para intercambiar amenazas término cuando el pirata se abalanzó sobre el genin.
El Ishimura le arrojó tres shuriken que fueron esquivados con aparente facilidad, a pesar del aparentemente torpe cuerpo gordo de aquel hombre. El pirata lanzó a matar un tajo a la altura del cuello, que habría decapitado al chico si no fuera porque este se agacho y rodo. El sable corto con facilidad una viga rota que se interpuso en su camino, mientras el ninja tomaba y empuñaba un par de kunais.
En esta ocasión fue el bandido quien tuvo que defenderse. El joven arrojaba multitud de tajos apuntando a sus puntos vitales, pero el anciano era un hombre consumado en el combate con armas, y bloqueo todos los ataques con la guarda semiesférica de su sable. Entre tanta defensa, encontró una brecha y golpeó la rodilla del pirata haciendo que esta cediera, pues sus huesos eran viejos y sus articulaciones débiles. El hombre aulló de dolor y Kazuma trato de aprovechar la oportunidad para desarmarlo, pero su enemigo logró resistirse y alejarlo de un golpe.
«Este anciano es un hueso duro de roer.» —Pensó mientras que ambos se incorporaban, moviéndose alrededor de un círculo invisible en medio de ellos.
El shinobi de Uzushio decidió que era momento de combatir con más fuerza. De su muslo tomo un fūma shuriken, que se desplegó en menos de un segundo y que luego arrojaría hacia su oponente. El pirata no se inmuto, ni siquiera cuando aquellas aspas mortales estuvieron a un metro de él. Únicamente se limitó a empuñar su sable en dirección hacia al ataque.
—Perfora Mekajiki —Ordenó con voz sombría y agresiva.
En aquel momento la espada, en contra de todo lo posible, multiplico su longitud, extendiendose hasta chocar contra el arma arrojada. El joven pensó que posiblemente solo la desviaría, pero no fue así. El filo del sable destrozó el fūma shuriken como si tuviera la constitución de una simple cometa. Sus manos lograron alcanzar un kunai para defenderse, pero este cedió igual de fácil. El arma pasó por un costado, causándole un corte superficial en las costillas, lo cual provocó un rechinar de dientes precedido por un roció de sangre que abandonaba la herida.
«Qué rayos fue eso —pensó incrédulo y confundido—. No, no, mantén la calma, Kazuma. No es más que un truco cualquiera, y tu tambien tienes los tuyos.»
El ojos grises trato de idear un plan mientras pasaba a la defensiva. El líder de los bandidos arrojaba cortes y aguijonazos sin descansar, pero ninguno llegaba a dar en los puntos vitales que buscaba. Hubo un instante en que el pirata salto sobre el cofre, tomando altura para buscar un ataque desde un ángulo elevado. El genin aprovechó la oportunidad para acertarle con su último kunai en una pierna. El pirata chillo, y su sable volvió a extenderse como un martín pescador cayendo en picada.
«¡Eso esperaba!» —Le grito mentalmente, mientras utilizaba el Bushido: Kikai. Todo para bloquear el ataque y conseguir que el arma se rompiera por la excesiva tensión sobre su filo.
Pero no ocurrió de esa forma. La punta del arma atravesó la tierna carne de su muslo, como si no hubiera usado técnica defensiva alguna. En cuanto se retrajo, un chorro de sangre abandonó la herida a la vez que el Ishimura dejaba escapar un grito de dolor.
—Gusano… Has tenido suerte y no he alcanzado el hueso —maldijo mientras se quitaba el kunai de la pierna—. Magnífica ¿no es así? Por algo me llaman el gran pez espada; no hay nada que mi hermosa cuchilla no pueda cortar, eso incluye el acero de tus armas, la carne de tu cuerpo y la vida de la gente que contaba contigo.
Mientras aquel de tez morena intentaba incorporarse, a unos tres metros, el pirata le apuntaba con su sable, justo a la altura de la frente en donde se encontraba grabado en metal el símbolo de su aldea. El joven sentía como la vida se le escapaba por las heridas, pero aun así mantenía aquellos desafiantes ojos de acero puestos en sus enemigos.
—Debo admitir que fue entretenido, rata de pelo blanco, pero aun tengo que pasarme a medio pueblo por la espada y la otra mitad por la polla —le confesó luciendo una sonrisa diabólica—. Te mandare al fondo del mar. Cuando llegues dale mis saludos al hijo del viejo…
La mortal Mekajiki se extendió rauda y veloz buscando la cabeza de su enemigo.
—Tú debes ser la sabandija que se atrevió a atacar mi querida nave con una de mis propias bombas —inquirió con un desprecio incontenible—. Lamento decirte que no será suficiente para hundir este barco.
—Eso es un consuelo, pues planeo dejar este barco con la menor cantidad de daños posibles para cuando se lo entregue a los habitantes del pueblo junto con su dinero —aseguró sonriendo—. Aunque estaría mintiendo si te dijera que me conformare con solo tomar el dinero e irme, pues tengo intención de ver si eres tan fuerte como las bombas que fabricas.
La tensión iba en aumento mientras ambos se medían con palabras.
—Jajaja… Siempre pensé que el día que alguien se atreviera a desafiarme me encontraría con un sujeto con los huevos bien puestos, pero no, resulta que solo se trata de un mozalbete que tiene complejo de héroe. Y yo que pensaba que me presentarías un desafío digno. —Le contó de manera absolutamente burlona.
—¿Sabes? Creo que tu hermano pensó lo mismo cuando me lo encontré en la playa —le dijo mientras pateaba hacia él un brazo cercenado al cual le faltaba un dedo en la mano—. Me imaginé que sería un desafío, pero no, solo resultaron ser un grupo de encapuchados frágiles y cobardes.
—¡Maldito mocoso albino! —gritó colérico—. ¡Te matare lentamente! ¡Te he de desollar vivo y utilizare tu mugrosa piel como la vela de mi bote personal! —la espuma rojiza brotaba de la comisura de sus labios como si de un perro rabioso se tratara—. ¡Pero eso será después de que te obligue a ver como empalamos a todos los hombres y como violamos a todas las mujeres de esa miserable villa.
—No tendrás la oportunidad de hacer tal cosa —aseguró el Ishimura, con un aire de seriedad absoluta, pues entendía que aquel hombre tenía la intención de cumplir con su promesa—. Pues no permitiré que abandones este barco con vida. —Declaro, fijando en su enemigo unos ojos duros y filosos como el acero.
El tiempo para intercambiar amenazas término cuando el pirata se abalanzó sobre el genin.
El Ishimura le arrojó tres shuriken que fueron esquivados con aparente facilidad, a pesar del aparentemente torpe cuerpo gordo de aquel hombre. El pirata lanzó a matar un tajo a la altura del cuello, que habría decapitado al chico si no fuera porque este se agacho y rodo. El sable corto con facilidad una viga rota que se interpuso en su camino, mientras el ninja tomaba y empuñaba un par de kunais.
En esta ocasión fue el bandido quien tuvo que defenderse. El joven arrojaba multitud de tajos apuntando a sus puntos vitales, pero el anciano era un hombre consumado en el combate con armas, y bloqueo todos los ataques con la guarda semiesférica de su sable. Entre tanta defensa, encontró una brecha y golpeó la rodilla del pirata haciendo que esta cediera, pues sus huesos eran viejos y sus articulaciones débiles. El hombre aulló de dolor y Kazuma trato de aprovechar la oportunidad para desarmarlo, pero su enemigo logró resistirse y alejarlo de un golpe.
«Este anciano es un hueso duro de roer.» —Pensó mientras que ambos se incorporaban, moviéndose alrededor de un círculo invisible en medio de ellos.
El shinobi de Uzushio decidió que era momento de combatir con más fuerza. De su muslo tomo un fūma shuriken, que se desplegó en menos de un segundo y que luego arrojaría hacia su oponente. El pirata no se inmuto, ni siquiera cuando aquellas aspas mortales estuvieron a un metro de él. Únicamente se limitó a empuñar su sable en dirección hacia al ataque.
—Perfora Mekajiki —Ordenó con voz sombría y agresiva.
En aquel momento la espada, en contra de todo lo posible, multiplico su longitud, extendiendose hasta chocar contra el arma arrojada. El joven pensó que posiblemente solo la desviaría, pero no fue así. El filo del sable destrozó el fūma shuriken como si tuviera la constitución de una simple cometa. Sus manos lograron alcanzar un kunai para defenderse, pero este cedió igual de fácil. El arma pasó por un costado, causándole un corte superficial en las costillas, lo cual provocó un rechinar de dientes precedido por un roció de sangre que abandonaba la herida.
«Qué rayos fue eso —pensó incrédulo y confundido—. No, no, mantén la calma, Kazuma. No es más que un truco cualquiera, y tu tambien tienes los tuyos.»
El ojos grises trato de idear un plan mientras pasaba a la defensiva. El líder de los bandidos arrojaba cortes y aguijonazos sin descansar, pero ninguno llegaba a dar en los puntos vitales que buscaba. Hubo un instante en que el pirata salto sobre el cofre, tomando altura para buscar un ataque desde un ángulo elevado. El genin aprovechó la oportunidad para acertarle con su último kunai en una pierna. El pirata chillo, y su sable volvió a extenderse como un martín pescador cayendo en picada.
«¡Eso esperaba!» —Le grito mentalmente, mientras utilizaba el Bushido: Kikai. Todo para bloquear el ataque y conseguir que el arma se rompiera por la excesiva tensión sobre su filo.
Pero no ocurrió de esa forma. La punta del arma atravesó la tierna carne de su muslo, como si no hubiera usado técnica defensiva alguna. En cuanto se retrajo, un chorro de sangre abandonó la herida a la vez que el Ishimura dejaba escapar un grito de dolor.
—Gusano… Has tenido suerte y no he alcanzado el hueso —maldijo mientras se quitaba el kunai de la pierna—. Magnífica ¿no es así? Por algo me llaman el gran pez espada; no hay nada que mi hermosa cuchilla no pueda cortar, eso incluye el acero de tus armas, la carne de tu cuerpo y la vida de la gente que contaba contigo.
Mientras aquel de tez morena intentaba incorporarse, a unos tres metros, el pirata le apuntaba con su sable, justo a la altura de la frente en donde se encontraba grabado en metal el símbolo de su aldea. El joven sentía como la vida se le escapaba por las heridas, pero aun así mantenía aquellos desafiantes ojos de acero puestos en sus enemigos.
—Debo admitir que fue entretenido, rata de pelo blanco, pero aun tengo que pasarme a medio pueblo por la espada y la otra mitad por la polla —le confesó luciendo una sonrisa diabólica—. Te mandare al fondo del mar. Cuando llegues dale mis saludos al hijo del viejo…
La mortal Mekajiki se extendió rauda y veloz buscando la cabeza de su enemigo.