11/10/2021, 14:33
—Sólo si estás segura de continuar… —dijo Ranko con voz preocupada.
Sin embargo, la peliplateada continuó, y Ranko fue a su lado, vigilando a cada paso que no fuera a desfallecer del dolor o cansancio. Claro que creía en Lyndis, pero algo dentro le decía que se preocupase. Juntas revisaron la nota que se les había entregado junto con las croquetas y fueron a la dirección. Se toparon con una casa enorme con un patio de iguales magnitudes. A Ranko tal lujo hasta le parecía algo familiar. Al llamar, quien salió de la casa y cruzó el jardín a paso firme, y abrió el enrejado con rostro molesto fue una mujer alta de cortos cabellos castaños.
—Kunoichi uno-san. Kunoichi dos-san. ¿Se puede saber qué hacen aquí? —preguntó Koizo Amarin, la asistente de su empleador.
—¿Koizo-san? ¿Pero cómo…?
—Tomé el tren, obviamente. Había que preparar otras cosas además de la Croqueta Continental para Yasorogo-san, y Oruno-san me envió para concretar todo. Y para asegurarme que llegarían a tiempo. Cosa que no hicieron.
Ranko volteó a ver a Lyndis, luego a Amarin, confundida.
—Pero… E-es el tercer día, estamos a tiempo.
—Oruno-san tenía razón, los shinobi no son tan brillantes, ni aunque les digas las cosas con peras y manzanas. Se les dijo que tenían que llegar pasados los tres días. Al cuarto día. Bueno, al menos supongo que las Croquetas vienen completas, ¿verdad? Muéstrenmelas —La mujer se cruzó de brazos y miró fijamente a Lyndis por un rato antes de hablarle —. Te ves terrible.
Sin embargo, la peliplateada continuó, y Ranko fue a su lado, vigilando a cada paso que no fuera a desfallecer del dolor o cansancio. Claro que creía en Lyndis, pero algo dentro le decía que se preocupase. Juntas revisaron la nota que se les había entregado junto con las croquetas y fueron a la dirección. Se toparon con una casa enorme con un patio de iguales magnitudes. A Ranko tal lujo hasta le parecía algo familiar. Al llamar, quien salió de la casa y cruzó el jardín a paso firme, y abrió el enrejado con rostro molesto fue una mujer alta de cortos cabellos castaños.
—Kunoichi uno-san. Kunoichi dos-san. ¿Se puede saber qué hacen aquí? —preguntó Koizo Amarin, la asistente de su empleador.
—¿Koizo-san? ¿Pero cómo…?
—Tomé el tren, obviamente. Había que preparar otras cosas además de la Croqueta Continental para Yasorogo-san, y Oruno-san me envió para concretar todo. Y para asegurarme que llegarían a tiempo. Cosa que no hicieron.
Ranko volteó a ver a Lyndis, luego a Amarin, confundida.
—Pero… E-es el tercer día, estamos a tiempo.
—Oruno-san tenía razón, los shinobi no son tan brillantes, ni aunque les digas las cosas con peras y manzanas. Se les dijo que tenían que llegar pasados los tres días. Al cuarto día. Bueno, al menos supongo que las Croquetas vienen completas, ¿verdad? Muéstrenmelas —La mujer se cruzó de brazos y miró fijamente a Lyndis por un rato antes de hablarle —. Te ves terrible.
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