27/01/2016, 22:11
—O al menos intentarlo —asintió Datsue—. Vamos, ya hemos perdido mucho tiempo.
Ayame asintió quedamente y siguió la estela del supuesto mercader cuando este empezó a trotar colina abajo.
—Además, aun con la mala suerte de que te viesen… ¿Qué ocurriría? —Ayame le miró de reojo, Datsue parecía estar planteando una pregunta de manera retórica. Y esa sospecha se vio confirmada con sus siguientes palabras—: No eres sospechosa de nada, ni siquiera de ser mi cliente —esbozó una media sonrisa mientras le dirigía una mirada risueña—, para desgracia de mi bolsillo.
Ayame respondió a su sonrisa. Pero su gesto estaba cargado de una incomodidad que era palpable más allá de sus labios.
—No, no soy sospechosa. Pero lo seré si me ven contigo mientras intentas robar un caballo de un establo, ¿no crees?
La tierra empapada, el barro y el lodo terminaron, y Ayame suspiró de alivio cuando sus pies dieron al fin con las piedras que marcaban el camino. Al fin un suelo firme. El agua seguía acumulándose entre las fisuras de las baldosas y las grietas, pero aquello no era mayor problema.
«De hecho...» Se dijo. «Me dará una gran ventaja si necesito huir. Aunque eso supondrá dejar a Datsue atrás...»
Cuando miró a su alrededor, Ayame se alivió al comprobar que su memoria había retenido bastante bien los detalles del pueblo durante su pequeña estancia allí. El camino de piedras lo dividía en dos partes claramente diferenciadas; pero cuando atisbó los débiles jirones de luz que salían desde las ventanas de las casas y las farolas ya encendidas, se alarmó al pensar en lo tarde que era. Prácticamente se había hecho de noche sin que se hubiese dado cuenta. Y en aquellos instantes no supo si le aterrorizaba más quedarse a oscuras en aquel lugar o la ira de su hermano cuando la encontrara fuera del lugar donde se habían citado.
—Ahí debe ser —la voz de Datsue la sobresaltó, como si en lugar de la suya hubiese estado esperando un tono de voz apática y carente de sentimientos pero llena de la más absoluta gelidez...
El shinobi estaba señalando hacia un edificio de dos pisos que ella ya conocía y en cuyo letrero se podía adivinar, a pesar de las tinieblas, el título de "La posada de Tenchi".
—¿Cómo lo ves? —preguntó Datsue en voz baja.
—Ahí fue donde nos alojamos ayer —comentó Ayame en el mismo tono de voz, de manera casi casual.
—Yo diría que, si Tormenta está en esa cuadra de ahí, podríamos sacarla sin que nadie se enterase hasta que amanezca, cuando ya estemos muy lejos de aquí.
—¿Tú crees que será tan fácil? —replicó, con cierto escepticismo—. Ni siquiera sabemos si la puerta estará abierta. Y, de estarlo, quizás hayan colocado a un guardia o algo similar. No creo que dejen a los caballos sin vigilar así como así.