24/10/2021, 18:34
Su pupilo esbozó una media sonrisa como respuesta, y empezó a bajar uno por uno los escalones del estadio hasta que se situó a su misma altura, en la arena de combate. Llevaba las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta.
—Lo dices como si acostumbrara a dejarte tirado, sensei —se atrevió a bromear, pero el rostro de Aotsuki Kōri no cambió ni un ápice. Era como si las palabras rebotaran contra la pared de un glaciar. El rostro de Daruu se ensombreció de repente, y sus ojos perlados se clavaron en los del Hielo—. Ayame sigue mal, ¿verdad?
Él tardó algunos segundos en responder. Y, cuando lo hizo, sus palabras y su tono de voz fueron tan gélidas como su propia mirada:
—No tiene sentido preocuparse por Ayame ahora.
—Kōri-sensei... quiero que sepas que pase lo que pase en el combate, pienso proponerme igual. Lo sabes, ¿verdad?
—Eso será si te quedan ganas después de enfrentarte a mí. El líder de la aldea debe ser el shinobi más poderoso de Amegakure: Si no eres capaz de vencerme a mí, no tendrás el derecho a ponerte ese sombrero sobre la cabeza.
Y, tras aquellas palabras, Aotsuki Kōri flexionó ligeramente las rodillas y tensó todos los músculos de cuerpo, preparándose para moverse. El aire parecía aún más frío a su alrededor. Siempre había sido así, pero en aquellos momentos era como si no fuera capaz de contener el chakra Hyōton dentro de su cuerpo. De hecho, el aire comenzó a condensarse y a congelarse rápidamente alrededor de su hombro amputado. Y allí donde hasta el momento no había habido nada, en cuestión de segundos se formó un perfecto brazo constituido enteramente por hielo brillante y duro como el acero. Kōri alzó aquella nueva extremidad. La movía con la naturalidad propia de quien nunca se había visto privado de brazo, como si aquel fuese su estado natural. Y, con un movimiento de aquella mano terminada en una especie de garra, invitó a su pupilo a acercarse.
—Lo dices como si acostumbrara a dejarte tirado, sensei —se atrevió a bromear, pero el rostro de Aotsuki Kōri no cambió ni un ápice. Era como si las palabras rebotaran contra la pared de un glaciar. El rostro de Daruu se ensombreció de repente, y sus ojos perlados se clavaron en los del Hielo—. Ayame sigue mal, ¿verdad?
Él tardó algunos segundos en responder. Y, cuando lo hizo, sus palabras y su tono de voz fueron tan gélidas como su propia mirada:
—No tiene sentido preocuparse por Ayame ahora.
—Kōri-sensei... quiero que sepas que pase lo que pase en el combate, pienso proponerme igual. Lo sabes, ¿verdad?
—Eso será si te quedan ganas después de enfrentarte a mí. El líder de la aldea debe ser el shinobi más poderoso de Amegakure: Si no eres capaz de vencerme a mí, no tendrás el derecho a ponerte ese sombrero sobre la cabeza.
Y, tras aquellas palabras, Aotsuki Kōri flexionó ligeramente las rodillas y tensó todos los músculos de cuerpo, preparándose para moverse. El aire parecía aún más frío a su alrededor. Siempre había sido así, pero en aquellos momentos era como si no fuera capaz de contener el chakra Hyōton dentro de su cuerpo. De hecho, el aire comenzó a condensarse y a congelarse rápidamente alrededor de su hombro amputado. Y allí donde hasta el momento no había habido nada, en cuestión de segundos se formó un perfecto brazo constituido enteramente por hielo brillante y duro como el acero. Kōri alzó aquella nueva extremidad. La movía con la naturalidad propia de quien nunca se había visto privado de brazo, como si aquel fuese su estado natural. Y, con un movimiento de aquella mano terminada en una especie de garra, invitó a su pupilo a acercarse.