28/01/2016, 00:24
—¿Reiji...?
El joven de Amegakure se había distraído por un momento; no por las vistas, que eran hermosas, si no por que no tenia ni puñetera idea de donde estaba las cosas en aquel pueblo, y puesto que se veía desde arriba, tenia que aprovechar. Si se trataba de vistas, hacia rato que ya tenia las mejores en su compañia, por lo que, la belleza del pueblo le preocupaba bien poco, y solo había sacado el tema pensado que a las chicas les gustaban ese tipo de cosas. El solo quería contemplarla a ella.
—Discúlpeme, hermosa dama, mas jamas había venido hasta este pueblo, y creía que el mejor lugar para encontrar lo que buscábamos era aquí arriba, pues se ve todo el pueblo
—Quiero el colgante Reiji
—Y lo tendrá, por supuesto, yo mismo seré quien tenga el honor de colocaroslo, si no os importuna, por supuesto
Reiji descendió por la rampa siguiéndola, y eventualmente situándose a su lado, lo mas próximo a ella, pero sin que eso la molestase para caminar. Le había dado tiempo, al menos, de encontrar la joyeria del pueblo, la única que había. Bajaron hasta el borde del acantilado, donde comenzaban las primeras casas del pueblo, que estaban construidas a uno de los lados del rió. De hecho también había visto que había un puente para cruzar al otro lado del pueblecito, ya que estaba construido en ambas orillas.
Caminaron solo unos minutos, por la calle principal del lugar y les costo poco encontrar la pequeña joyeria, puesto que cerca de la entrada al pueblo y en la calle principal era el mejor lugar para colocarse a vender. Reiji abrió la puerta y le cedió el paso a su compañera, como siempre hacia con las damiselas. Luego entro él.
—Buenas, vengo a traeros el encargo de los diamantes, y ademas me gustaría adquirir un colgante —Dijo mientras colocaba la bolsista de diamante sobre el mostrador.
Atendiendo el lugar había una señora de unos cuarenta años, de pelo castaño y ojos oscuros, un poco regordeta.
—Muchas gracias por traerlas jovencito, enseguida te saco todos los que tengo —Dijo la mujer entrando a la trastienda
—No te preocupes por el precio, solo escoge el que mas te guste— Dijo Reiji a su pelirroja acompañante.
—Aquí están todos, no suelo tenerlos a la vista—Mientras hablaba, la mujer puso sobre el mostrador una caja no mas grande que su propia cabeza, abarrotada con colgantes de diferentes tipos, había algunos incluso que parecía que llevaran allí siglos, y otros parecían mucho mas nuevos. —la gente de aquí solo compra anillos de matrimonio y poco mas, es mas romántico llevar a tu chica a comer calabaza que regalarle un colgante, pero veo que en otras tierras los mozos todavía conserváis buenas costumbres, que suerte tienes mi niña, pocos jóvenes como el encontraras hoy en día
Tras las palabras de la mujer, la cara de Reiji estaba mas roja que el pelo de su acompañante. Ella no era su novia, ni su chica, ni nada, la acababa de conocer. Y sin embargo no se atrevió a negarlo, por que su mente y su corazon ya habían decidido hacia rato que esa era la chica.
El joven de Amegakure se había distraído por un momento; no por las vistas, que eran hermosas, si no por que no tenia ni puñetera idea de donde estaba las cosas en aquel pueblo, y puesto que se veía desde arriba, tenia que aprovechar. Si se trataba de vistas, hacia rato que ya tenia las mejores en su compañia, por lo que, la belleza del pueblo le preocupaba bien poco, y solo había sacado el tema pensado que a las chicas les gustaban ese tipo de cosas. El solo quería contemplarla a ella.
—Discúlpeme, hermosa dama, mas jamas había venido hasta este pueblo, y creía que el mejor lugar para encontrar lo que buscábamos era aquí arriba, pues se ve todo el pueblo
—Quiero el colgante Reiji
—Y lo tendrá, por supuesto, yo mismo seré quien tenga el honor de colocaroslo, si no os importuna, por supuesto
Reiji descendió por la rampa siguiéndola, y eventualmente situándose a su lado, lo mas próximo a ella, pero sin que eso la molestase para caminar. Le había dado tiempo, al menos, de encontrar la joyeria del pueblo, la única que había. Bajaron hasta el borde del acantilado, donde comenzaban las primeras casas del pueblo, que estaban construidas a uno de los lados del rió. De hecho también había visto que había un puente para cruzar al otro lado del pueblecito, ya que estaba construido en ambas orillas.
Caminaron solo unos minutos, por la calle principal del lugar y les costo poco encontrar la pequeña joyeria, puesto que cerca de la entrada al pueblo y en la calle principal era el mejor lugar para colocarse a vender. Reiji abrió la puerta y le cedió el paso a su compañera, como siempre hacia con las damiselas. Luego entro él.
—Buenas, vengo a traeros el encargo de los diamantes, y ademas me gustaría adquirir un colgante —Dijo mientras colocaba la bolsista de diamante sobre el mostrador.
Atendiendo el lugar había una señora de unos cuarenta años, de pelo castaño y ojos oscuros, un poco regordeta.
—Muchas gracias por traerlas jovencito, enseguida te saco todos los que tengo —Dijo la mujer entrando a la trastienda
—No te preocupes por el precio, solo escoge el que mas te guste— Dijo Reiji a su pelirroja acompañante.
—Aquí están todos, no suelo tenerlos a la vista—Mientras hablaba, la mujer puso sobre el mostrador una caja no mas grande que su propia cabeza, abarrotada con colgantes de diferentes tipos, había algunos incluso que parecía que llevaran allí siglos, y otros parecían mucho mas nuevos. —la gente de aquí solo compra anillos de matrimonio y poco mas, es mas romántico llevar a tu chica a comer calabaza que regalarle un colgante, pero veo que en otras tierras los mozos todavía conserváis buenas costumbres, que suerte tienes mi niña, pocos jóvenes como el encontraras hoy en día
Tras las palabras de la mujer, la cara de Reiji estaba mas roja que el pelo de su acompañante. Ella no era su novia, ni su chica, ni nada, la acababa de conocer. Y sin embargo no se atrevió a negarlo, por que su mente y su corazon ya habían decidido hacia rato que esa era la chica.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)