9/11/2021, 15:15
(Última modificación: 9/11/2021, 16:37 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Umi la ayudaba a colocar los aperitivos y las bebidas, pero a Suzaku no le pasó por alto que su hermana mayor parecía más distraída de lo normal. Estaba seria, y sus ojos se habían nublado con una neblina inescrutable. Era la misma cara que ponía siempre que tenía que darle una mala noticia. Decidió no presionarla, aunque en cualquier otra circunstancia lo habría hecho. Quizás, una parte de ella presentía lo que estaba por venir. Quizás era que esa parte de ella no quería escucharlo.
—Suzaku... —dijo Umi al cabo de un tiempo, con un hojaldre en una mano y la mirada perdida en el horizonte que se fundía con el cielo despejado—. ¿Has oído los rumores, verdad?
—¿Mmhh? —preguntó Suzaku, con los carrillos llenos de la empanadilla que estaba devorando felizmente.
—Más pronto que tarde, estallará una guerra —prosiguió, tras una breve pausa—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.
El vaso lleno de zumo de naranja que había alzado Suzaku se quedó a medio camino, alzado en el aire. En aquella ocasión, fue su rostro el que se congeló en la pesadumbre.
—Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío.
—Uchiha Akame no es más que un sucio traidor —Se le escapó entre dientes, al escuchar el nombre de aquel Uchiha.
El Profesional, el que siempre cumplía con éxito todas y cada una de sus misiones con la máxima eficacia, uno de los Uchiha más poderosos de la aldea... Suzaku había llegado a admirarle, había llegado a desear ser como él. Hasta que llegó la noticia de su traición a la aldea y de su introducción en aquella banda terrorista. Pero la gota que había colmado el vaso había sido el atentado en el Valle de los Dojos. Umi y ella habían tenido la suerte de salir vivas de allí para contarlo, pero no podría decirse lo mismo de tantos otros que habían fallecido a manos de Dragón Rojo o aplastados por los escombros.
Suzaku sacudió la cabeza para apartarlo de sus pensamientos. No se merecía ni uno solo de ellos.
—Bueno, para eso nos hicimos kunoichi, ¿no? Para proteger a la aldea, y para protegernos entre nosotras —resolvió, con una nueva sonrisa—. Además, tenemos a Uzukage-sama y al resto de las aldeas, ¡ese zorro viejo y ese grupo de lagartijas del tres al cuarto no tienen nada que hacer!
—Suzaku... —dijo Umi al cabo de un tiempo, con un hojaldre en una mano y la mirada perdida en el horizonte que se fundía con el cielo despejado—. ¿Has oído los rumores, verdad?
—¿Mmhh? —preguntó Suzaku, con los carrillos llenos de la empanadilla que estaba devorando felizmente.
—Más pronto que tarde, estallará una guerra —prosiguió, tras una breve pausa—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.
El vaso lleno de zumo de naranja que había alzado Suzaku se quedó a medio camino, alzado en el aire. En aquella ocasión, fue su rostro el que se congeló en la pesadumbre.
—Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío.
—Uchiha Akame no es más que un sucio traidor —Se le escapó entre dientes, al escuchar el nombre de aquel Uchiha.
El Profesional, el que siempre cumplía con éxito todas y cada una de sus misiones con la máxima eficacia, uno de los Uchiha más poderosos de la aldea... Suzaku había llegado a admirarle, había llegado a desear ser como él. Hasta que llegó la noticia de su traición a la aldea y de su introducción en aquella banda terrorista. Pero la gota que había colmado el vaso había sido el atentado en el Valle de los Dojos. Umi y ella habían tenido la suerte de salir vivas de allí para contarlo, pero no podría decirse lo mismo de tantos otros que habían fallecido a manos de Dragón Rojo o aplastados por los escombros.
Suzaku sacudió la cabeza para apartarlo de sus pensamientos. No se merecía ni uno solo de ellos.
—Bueno, para eso nos hicimos kunoichi, ¿no? Para proteger a la aldea, y para protegernos entre nosotras —resolvió, con una nueva sonrisa—. Además, tenemos a Uzukage-sama y al resto de las aldeas, ¡ese zorro viejo y ese grupo de lagartijas del tres al cuarto no tienen nada que hacer!