10/11/2021, 21:51
Jun consideró que decir "todo manos" era lo mas acertado, lo cuál era todo menos algo clarificado. Era casi como un trabalenguas, o eso había de suponer el Senju. Poco tardó en formar un sello, con esa tan característica sonrisa picaresca suya. Todo parecía fluir hacia algún lado benigno, hasta que la chica soltó parte de sus intenciones. Su objetivo era ni más ni menos que la cartera de Siete.
El chico arqueó una ceja, no se fiaba un pelo de esa chica, ni de su propio padre ya difunto, ni del mismísimo dios si de dinero se trataba. No, no era un tacaño, era un frívolo miembro de la hermandad del puño cerrado. No es lo mismo, pero parecido... pues puede que un poco.
«¿Mi billereta? ¿acaso está haciendo algún jutsu de ladrona? ¿¡JAMÁS HABÏA OIDO DE ALGO SIMILAR!? PERO, ni de coña. No, no señor, ni de coña le digo dónde tengo la cartera... es un auténtico peligro.»
El rostro del chico planteaba su clara incertidumbre, en su mente deambulaban mil y un pensamientos sobre qué decir o cómo excusarse para no revelar ese dato. Para entonces, la chica argumentó que no debía preocuparse, pues seguramente en aquél local la ensartaban como a una iguana frita de ser autora de algún delito. Antes de contestar, el chico observó a su alrededor. No era una persona demasiado observadora, eso había de admitirlo, pero para cuando echó el ojo a su alrededor pudo observar más de una katana envainada.
«Bueno... pensandolo bien, con un poco de suerte seguro que hay entre tanta gente algún guardia de la ciudad. No creo que esa chica se arriesgue a hacer alguna tontería y que la pillen, ¿no? Sería como absurdo.»
—Está bien, tengo la cartera en el bolsillo interior derecho de la chaqueta —aclaró, donde con chaqueta se refirió a la parte superior del chándal.
Para su sorpresa, la sombra de la chica comenzó a moverse hacia él, a un ritmo que no era demasiado alarmante, pero siendo esto bastante sorprendente.
—¡Ostras! ¿y esto...?
El chico arqueó una ceja, no se fiaba un pelo de esa chica, ni de su propio padre ya difunto, ni del mismísimo dios si de dinero se trataba. No, no era un tacaño, era un frívolo miembro de la hermandad del puño cerrado. No es lo mismo, pero parecido... pues puede que un poco.
«¿Mi billereta? ¿acaso está haciendo algún jutsu de ladrona? ¿¡JAMÁS HABÏA OIDO DE ALGO SIMILAR!? PERO, ni de coña. No, no señor, ni de coña le digo dónde tengo la cartera... es un auténtico peligro.»
El rostro del chico planteaba su clara incertidumbre, en su mente deambulaban mil y un pensamientos sobre qué decir o cómo excusarse para no revelar ese dato. Para entonces, la chica argumentó que no debía preocuparse, pues seguramente en aquél local la ensartaban como a una iguana frita de ser autora de algún delito. Antes de contestar, el chico observó a su alrededor. No era una persona demasiado observadora, eso había de admitirlo, pero para cuando echó el ojo a su alrededor pudo observar más de una katana envainada.
«Bueno... pensandolo bien, con un poco de suerte seguro que hay entre tanta gente algún guardia de la ciudad. No creo que esa chica se arriesgue a hacer alguna tontería y que la pillen, ¿no? Sería como absurdo.»
—Está bien, tengo la cartera en el bolsillo interior derecho de la chaqueta —aclaró, donde con chaqueta se refirió a la parte superior del chándal.
Para su sorpresa, la sombra de la chica comenzó a moverse hacia él, a un ritmo que no era demasiado alarmante, pero siendo esto bastante sorprendente.
—¡Ostras! ¿y esto...?