13/11/2021, 16:19
(Última modificación: 13/11/2021, 16:48 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Todo lo que hicieron los dos Hyūgas fue deslizarse brevemente para evitar el jutsu de Kōri-sensei. Entonces una de ellas se abalanzó contra él con la palma por delante. La otra se limitó a formular una serie de sellos, no muy lejos del Hielo.
Y entonces sucedió. Daruu usó el momento idóneo para atacar.
El viento besó la nada, atravesando y disipando el humo. Otro humo, más blanco y pequeño, había estallado al lado de Kōri, en su flanco sudoeste. Y entonces se desveló la treta. La copia que atacaba se deshizo en un charco de agua cuando los dos primeros golpes encajaron entre las costillas de su maestro.
—¡Hakke: Yon Shō! —recitó, en su cabeza el baile de golpes en la ilusión del pergamino de su abuela, dándole otros dos golpes a Kōri—. Hachi Shō. —Ocho. Sabía que en este punto el Hielo apenas podría moverse, así que se volteó y continuó la serie, posicionándose cuidadosamente—: Jūroku Shō. —Dieciséis. Empezaba a sudar. Daruu todavía no había sido capaz de llegar a los sesenta y cuatro golpes. Siempre se quedaba en la siguiente serie. Pero sería suficiente—. ¡¡Sanjūni Shō!! —Treinta y dos golpes más, dirigiendo a su adversario hacia adelante... hacia la trampa. El último empellón lo situó justo enfrente del clon.
Daruu sonrió; su clon terminando la serie de sellos y extendiendo la palma de la mano hacia adelante.
»Suirō no Jutsu.
El clon escupió agua de la boca y la recopiló del otro Mizu Bunshin, que yacía en el suelo. Una esfera acuática rodeó al Hielo, constriñó su ahora único brazo disponible y sus dos piernas y le impidió respirar completamente. La fatiga inducida por la técnica Hyūga, combinada con la férrea prisión, otorgaba Amedama Daruu la victoria. El muchacho jadeó, y miró a Kōri con los ojos encendidos. Sabía que Kōri no querría darse por vencido, pero también sabía que no había mucho que pudiera hacer en aquél estado.
Y entonces sucedió. Daruu usó el momento idóneo para atacar.
El viento besó la nada, atravesando y disipando el humo. Otro humo, más blanco y pequeño, había estallado al lado de Kōri, en su flanco sudoeste. Y entonces se desveló la treta. La copia que atacaba se deshizo en un charco de agua cuando los dos primeros golpes encajaron entre las costillas de su maestro.
—¡Hakke: Yon Shō! —recitó, en su cabeza el baile de golpes en la ilusión del pergamino de su abuela, dándole otros dos golpes a Kōri—. Hachi Shō. —Ocho. Sabía que en este punto el Hielo apenas podría moverse, así que se volteó y continuó la serie, posicionándose cuidadosamente—: Jūroku Shō. —Dieciséis. Empezaba a sudar. Daruu todavía no había sido capaz de llegar a los sesenta y cuatro golpes. Siempre se quedaba en la siguiente serie. Pero sería suficiente—. ¡¡Sanjūni Shō!! —Treinta y dos golpes más, dirigiendo a su adversario hacia adelante... hacia la trampa. El último empellón lo situó justo enfrente del clon.
Daruu sonrió; su clon terminando la serie de sellos y extendiendo la palma de la mano hacia adelante.
»Suirō no Jutsu.
El clon escupió agua de la boca y la recopiló del otro Mizu Bunshin, que yacía en el suelo. Una esfera acuática rodeó al Hielo, constriñó su ahora único brazo disponible y sus dos piernas y le impidió respirar completamente. La fatiga inducida por la técnica Hyūga, combinada con la férrea prisión, otorgaba Amedama Daruu la victoria. El muchacho jadeó, y miró a Kōri con los ojos encendidos. Sabía que Kōri no querría darse por vencido, pero también sabía que no había mucho que pudiera hacer en aquél estado.