14/11/2021, 00:47
La chica pareció jactarse, o al menos disfrutar en exceso, la confusión tan presente en el rostro del shinobi. Aún con ese sello entre manos, y la propia sombra moviéndose hacia Siete, insistió en que a pesar de no salirle el lobo, lo que hacía podía ser mejor. Esa palabra —mejor— podía tener cientos de sentido, y ni por asomo los cientos de resultados posibles revelaban una beneficiosa para el Senju. Pero bueno, quien no arriesga no gana. Al menos eso dicen.
Para cuando la sombra de la kunoichi tocó la propia del shinobi, Jun deshizo el sello. Para sorpresa, no parecía haber pasado nada. Una mueca de inquietud y a la misma vez decepción se reveló en el rostro del chico, despojando su anterior mueca de incomodidad. Nada, absolutamente nada parecía haber pasado. Ni una bomba pestosa, ni una bofetada, ni un intento de hurto...
¿Qué diablos pasaba?
Fue a intentar quejarse, pero curiosamente se calló en lo que se peinaba. Pero, un momento... ¿cuándo había decidido que quería peinarse? No pudo evitar que su mirada se dirigiese hacia esa fugitiva diestra, que había hecho lo que le había salido en gana sin derecho a ello. No entendía muy bien qué había pasado, y su rostro nuevamente cambió a otra expresión, en ésta ocasión de inquietud y sorpresa.
«¿¡QUÉ LECHES!?»
Para cuando se quiso dar cuenta, no solo era su mano la que no respondía a su voluntad, si no que se trataba de todo su cuerpo. La Nara inquirió que no se alarmase, que no iba a pasarle nada. Tras ello, comenzó a imitar que sacaba de un bolsillo imaginario la cartera, del mismo lugar que había dicho Hayato que tenía. El Senju no pudo dejar de moverse en contra de su voluntad, por más que intentó resistirse, era como si se hubiese convertido en un mero títere de la kunoichi. Con las mismas, el chico tomó la cartera, e incluso la asomó a la par que la chica hacía el gesto. Preguntó si iba bien por ahí, y la respuesta fue más que evidente.
—D-demasiado bien... diría yo... —admitió Siete.
El rubio, el camarero que antes les atendió, hizo aparición de nuevo. En ésta ocasión traía consigo una bandeja de metal, en la cuál sostenía un bol con patatas y dos refrescos. Sin demora, paró ante la mesa y comenzó a servir la orden.
—Aquí tienen, espero que sea de vuestro agrado.
Para cuando la sombra de la kunoichi tocó la propia del shinobi, Jun deshizo el sello. Para sorpresa, no parecía haber pasado nada. Una mueca de inquietud y a la misma vez decepción se reveló en el rostro del chico, despojando su anterior mueca de incomodidad. Nada, absolutamente nada parecía haber pasado. Ni una bomba pestosa, ni una bofetada, ni un intento de hurto...
¿Qué diablos pasaba?
Fue a intentar quejarse, pero curiosamente se calló en lo que se peinaba. Pero, un momento... ¿cuándo había decidido que quería peinarse? No pudo evitar que su mirada se dirigiese hacia esa fugitiva diestra, que había hecho lo que le había salido en gana sin derecho a ello. No entendía muy bien qué había pasado, y su rostro nuevamente cambió a otra expresión, en ésta ocasión de inquietud y sorpresa.
«¿¡QUÉ LECHES!?»
Para cuando se quiso dar cuenta, no solo era su mano la que no respondía a su voluntad, si no que se trataba de todo su cuerpo. La Nara inquirió que no se alarmase, que no iba a pasarle nada. Tras ello, comenzó a imitar que sacaba de un bolsillo imaginario la cartera, del mismo lugar que había dicho Hayato que tenía. El Senju no pudo dejar de moverse en contra de su voluntad, por más que intentó resistirse, era como si se hubiese convertido en un mero títere de la kunoichi. Con las mismas, el chico tomó la cartera, e incluso la asomó a la par que la chica hacía el gesto. Preguntó si iba bien por ahí, y la respuesta fue más que evidente.
—D-demasiado bien... diría yo... —admitió Siete.
El rubio, el camarero que antes les atendió, hizo aparición de nuevo. En ésta ocasión traía consigo una bandeja de metal, en la cuál sostenía un bol con patatas y dos refrescos. Sin demora, paró ante la mesa y comenzó a servir la orden.
—Aquí tienen, espero que sea de vuestro agrado.