5/12/2021, 00:42
La chica continuó con su juego de sombras, haciendo a gesto forzado que el chico copiase todos y cada uno de los movimientos de la misma. Cada articulación o músculo que ella movía, era imitado con total perfección. La desgracia parecía inminente, pues si habían bromas aceptables con alguien que acabas de conocer, las de dinero sin duda alguna no cabía en ese saco. No, con el dinero no se juega. Pero Siete parecía haber caído en la trampa como tonto, nadie le creería si gritaba ladrona a la kunoichi, cuando claramente él estaba pagando con todas las de la ley. Bueno, no era tal que así, pero ofrecer el dinero de su cartera en lo que gritaba que no lo cogiese al camarero parecía una nefasta idea.
«Maldita sea...»
Jocosa, la chica rio y de pronto su sombra regresó de manera fugaz hasta recobrar la normalidad. Hayato, pudo sentir de nuevo cómo sus músculos le volvían a obedecer, y su gesto se detuvo. Jun soltó la broma, pero por suerte se ofreció a cambio su monedero y preguntó al camarero si podía pagar ahora. Éste afirmó con la cabeza, en lo que arrancaba la hoja de su libreta y la ponía sobre la mesa. Entre tanto, Hayato volvió a guardar su cartera en el lugar que le correspondía.
—Aquí tiene. Muchas gracias.
El Senju sonrió levemente, en lo que se recostaba en el incómodo sillón y guardaba sendas manos en los bolsillos. —Si, muchas gracias, Jun.
»He de admitir que es una habilidad de lo más útil... pero supongo que su alcance o duración deben ser bastante limitados.
«Maldita sea...»
Jocosa, la chica rio y de pronto su sombra regresó de manera fugaz hasta recobrar la normalidad. Hayato, pudo sentir de nuevo cómo sus músculos le volvían a obedecer, y su gesto se detuvo. Jun soltó la broma, pero por suerte se ofreció a cambio su monedero y preguntó al camarero si podía pagar ahora. Éste afirmó con la cabeza, en lo que arrancaba la hoja de su libreta y la ponía sobre la mesa. Entre tanto, Hayato volvió a guardar su cartera en el lugar que le correspondía.
—Aquí tiene. Muchas gracias.
El Senju sonrió levemente, en lo que se recostaba en el incómodo sillón y guardaba sendas manos en los bolsillos. —Si, muchas gracias, Jun.
»He de admitir que es una habilidad de lo más útil... pero supongo que su alcance o duración deben ser bastante limitados.