29/01/2016, 23:05
Una luz fuerte y penetrante, como un destello en pleno oscuridad, molestaba los ojos de Karamaru. ¿Estaba muerto? ¿Era esa la luz que uno podía ver al morirse? ¿Era verdad que en realidad pasamos a otra vida? ¿Una vida eterna? No, no podía ser, el calvo no se sentía un ente o un espíritu, sentía dolor, cansancio y una molestia muy particular, la luz que hacía que poco a poco vaya abriendo los ojos. Puso su mano frente a ellos tratando de apaciguar la violenta llama que los quemaba y sin perderla en su totalidad había reducido su dolor.
Pudo ver su mano y tras ella una cortina celeste, celeste como el cielo mismo con esas manchas blancas que marcan que la tormenta ya había pasado. ¿Era así como se veía el mundo después de la muerte? Trató de levantar la cabeza pero el peso que ejercía sobre su cuello era demasiado y prefirió dejarla apoyada en donde fuera que estaba. Para ese momento sentía como su cuerpo se movía al compás de un oleaje suave que lo mecía como una madre a un bebé. Por fin pudo sacar su mano y darse cuenta que esa luz, ese destello, esa llama que se imponía frente a sus ojos, no era más que el mismísimo Sol. Su mano se apoyo en el suelo, en ese suelo que se movía y que además ahora podía sentirlo. Podía conocer su textura y su forma y se dio cuenta que.... que eso era madera. Una madera húmeda como la del... la del.... ¿Podía eso ser el bote?
Cuando mejor se sentía, cuando por fin estaba entendiendo las cosas de su alrededor, la madera se detuvo en seco y, tras ello, se escucharon unos pasos en la arena a toda velocidad que a poco a poco se convertía en un sonido cada vez mas inaudible hasta mezclarse y perderse entre el sonido de las olas y de unas.... de unas... ¿Eran esas gaviotas?
Los ojos de Karamaru seguían perdidos en el manto azul que los cubría tanto a él como a la persona que tenía en contacto justo a al lado suyo. Espera.... ¿Había una persona al lado suyo? Si, y hizo que el calvo se asustase, tanto que levantó rápidamente su torso para quedarse sentado en la madera mojada. Sintió el dolor recorrer todo su cuerpo y causó que hiciese gestos con la cara y el cuerpo entero demostrándolo. Pero ahora, veía más que antes, su visión ya estaba apuntando hacia arriba si no para adelante. Pudo ver el horizonte, uno bonito, pudo ver las gaviotas revolotear por arriba de su cabeza y la infinidad del mar cruzándose con la infinidad del cielo.
«Esto es... Esto es... Esto es la Tierra. ¡Estoy vivo!
La felicidad se apoderó de su mente que casi se olvidaba del motivo por el que había logrado ver el horizonte. Al lado suyo el cuerpo que dormía junto a él era el de Kazuma, todavía inconsciente. El calvo entendió que seguramente el peliblanco había tenido un encuentro bastante similar. A los pies de ambos dos cofres le hacían peso al bote, dos cofres llenos de oro listos para que el pueblo los tomé. Un pueblo que ambos shinobis se empeñaron tanto en defender. Y no solo se llevarían oro, un barco bastante grande y quemado, pero todavía reparable, apoyaba sobre el agua y la arena. Habían encallado y eso lo había salvado.
Todo había pasado, como una simple pesadilla que se había apoderado de la mente de todos durante una sola noche. Realmente en ese momento todo lo ocurrido parecía un simple sueño, uno que podría ser creíble si no fuese por los dolores que tenía en su cuerpo. Aún no entendía como había llegado hasta ese lugar, qué había pasado ni como se salvo del fuego, pero todo eso no importaba. Él se sentía feliz como casi nunca antes. Pero su cuerpo no podía más, volvió a caer con la cabeza sobre la madera y con el Sol entrando por sus ojos nuevamente obligo al calvo a que los cerrase. Había caído inconsciente una vez más pero esta vez, con una sonrisa en el rostro.
Pudo ver su mano y tras ella una cortina celeste, celeste como el cielo mismo con esas manchas blancas que marcan que la tormenta ya había pasado. ¿Era así como se veía el mundo después de la muerte? Trató de levantar la cabeza pero el peso que ejercía sobre su cuello era demasiado y prefirió dejarla apoyada en donde fuera que estaba. Para ese momento sentía como su cuerpo se movía al compás de un oleaje suave que lo mecía como una madre a un bebé. Por fin pudo sacar su mano y darse cuenta que esa luz, ese destello, esa llama que se imponía frente a sus ojos, no era más que el mismísimo Sol. Su mano se apoyo en el suelo, en ese suelo que se movía y que además ahora podía sentirlo. Podía conocer su textura y su forma y se dio cuenta que.... que eso era madera. Una madera húmeda como la del... la del.... ¿Podía eso ser el bote?
Cuando mejor se sentía, cuando por fin estaba entendiendo las cosas de su alrededor, la madera se detuvo en seco y, tras ello, se escucharon unos pasos en la arena a toda velocidad que a poco a poco se convertía en un sonido cada vez mas inaudible hasta mezclarse y perderse entre el sonido de las olas y de unas.... de unas... ¿Eran esas gaviotas?
Los ojos de Karamaru seguían perdidos en el manto azul que los cubría tanto a él como a la persona que tenía en contacto justo a al lado suyo. Espera.... ¿Había una persona al lado suyo? Si, y hizo que el calvo se asustase, tanto que levantó rápidamente su torso para quedarse sentado en la madera mojada. Sintió el dolor recorrer todo su cuerpo y causó que hiciese gestos con la cara y el cuerpo entero demostrándolo. Pero ahora, veía más que antes, su visión ya estaba apuntando hacia arriba si no para adelante. Pudo ver el horizonte, uno bonito, pudo ver las gaviotas revolotear por arriba de su cabeza y la infinidad del mar cruzándose con la infinidad del cielo.
«Esto es... Esto es... Esto es la Tierra. ¡Estoy vivo!
La felicidad se apoderó de su mente que casi se olvidaba del motivo por el que había logrado ver el horizonte. Al lado suyo el cuerpo que dormía junto a él era el de Kazuma, todavía inconsciente. El calvo entendió que seguramente el peliblanco había tenido un encuentro bastante similar. A los pies de ambos dos cofres le hacían peso al bote, dos cofres llenos de oro listos para que el pueblo los tomé. Un pueblo que ambos shinobis se empeñaron tanto en defender. Y no solo se llevarían oro, un barco bastante grande y quemado, pero todavía reparable, apoyaba sobre el agua y la arena. Habían encallado y eso lo había salvado.
Todo había pasado, como una simple pesadilla que se había apoderado de la mente de todos durante una sola noche. Realmente en ese momento todo lo ocurrido parecía un simple sueño, uno que podría ser creíble si no fuese por los dolores que tenía en su cuerpo. Aún no entendía como había llegado hasta ese lugar, qué había pasado ni como se salvo del fuego, pero todo eso no importaba. Él se sentía feliz como casi nunca antes. Pero su cuerpo no podía más, volvió a caer con la cabeza sobre la madera y con el Sol entrando por sus ojos nuevamente obligo al calvo a que los cerrase. Había caído inconsciente una vez más pero esta vez, con una sonrisa en el rostro.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘