8/12/2021, 03:18
El fuego me hechiza. La calidez que desborda, su sonido crepitante, la amenaza de consumirlo todo. Lo encuentro especialmente hermoso en una noche estrellada como esta. Y, más concretamente, cuando no es mi piel la que sufre el contacto de sus llamas. Lo que rompe el hechizo son los humanos. Los oigo a mi alrededor, tosiendo, murmurando. Todavía no los veo, pero pronto ellos me verán a mí. La idea no me agrada. Prefiero la soledad. Al menos durante mi primera noche.
Dejo que mi cuerpo colosal recupere el tamaño de un ninja medio. Lo poco que lo he usado me agradó, sin embargo. Se siente fuerte, poderoso. Una diana demasiado grande, eso sí. Un blanco más fácil. Mis pasos vagan por la nube de polvo y humo. Encuentro a Hanabi con una rodilla clavada en la arena. Parece que le ha gustado tanto mi ofrenda que ya no quiere más. Me permito ofrecerle una mano para ayudarle a levantarse.
—Recuerda mi nombre, Hanabi. He venido a este mundo para cumplir una misión. Y cuando la cumpla… —Sonrío. Una especie de sueño empieza a tejerse en mi mente. Un lienzo con unas pocas líneas, demasiado abstracto para que nadie que no sea el autor sepa todavía qué representa. ¿Serán capaces Datsue y Shukaku de recordar dicho lienzo? ¿Serán capaces de entenderlo?
Espero que no. He de darme prisa, antes de que los colores empiecen a impregnar la imagen.
—Hasta otra noche… Presidente.
Cierro los ojos. La capa de arena me envuelve por un instante y…
… Datsue toma aire como si llevase mucho tiempo sin hacerlo. No como si se estuviese ahogando bajo el mar, o siendo estrangulado. Fue algo más parecido a tratar de despertarse de un largo sueño y quedar atrapado en el limbo durante lo que parece una eternidad. La gente lo solía llamar apnea, y aquella fue la más terrible y larga que había tenido en la vida.
Y había tenido muchas.
Por lo que podía ver, se encontraba de una pieza. Hanabi también. Uzushiogakure —o al menos la playa— parecía a salvo. Suspiró de alivio.
—Bueno bueno bueno, parece que os habéis divertido, ¿eh? —dijo, viendo la ropa chamuscada de Hanabi.
Dejo que mi cuerpo colosal recupere el tamaño de un ninja medio. Lo poco que lo he usado me agradó, sin embargo. Se siente fuerte, poderoso. Una diana demasiado grande, eso sí. Un blanco más fácil. Mis pasos vagan por la nube de polvo y humo. Encuentro a Hanabi con una rodilla clavada en la arena. Parece que le ha gustado tanto mi ofrenda que ya no quiere más. Me permito ofrecerle una mano para ayudarle a levantarse.
—Recuerda mi nombre, Hanabi. He venido a este mundo para cumplir una misión. Y cuando la cumpla… —Sonrío. Una especie de sueño empieza a tejerse en mi mente. Un lienzo con unas pocas líneas, demasiado abstracto para que nadie que no sea el autor sepa todavía qué representa. ¿Serán capaces Datsue y Shukaku de recordar dicho lienzo? ¿Serán capaces de entenderlo?
Espero que no. He de darme prisa, antes de que los colores empiecen a impregnar la imagen.
—Hasta otra noche… Presidente.
Cierro los ojos. La capa de arena me envuelve por un instante y…
… Datsue toma aire como si llevase mucho tiempo sin hacerlo. No como si se estuviese ahogando bajo el mar, o siendo estrangulado. Fue algo más parecido a tratar de despertarse de un largo sueño y quedar atrapado en el limbo durante lo que parece una eternidad. La gente lo solía llamar apnea, y aquella fue la más terrible y larga que había tenido en la vida.
Y había tenido muchas.
Por lo que podía ver, se encontraba de una pieza. Hanabi también. Uzushiogakure —o al menos la playa— parecía a salvo. Suspiró de alivio.
—Bueno bueno bueno, parece que os habéis divertido, ¿eh? —dijo, viendo la ropa chamuscada de Hanabi.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado