13/12/2021, 18:23
La mujer sonrió en cuanto Suzaku dijo tan emocionada que quería takoyaki, y asintió cuando Natsu dijo que todo estaría bueno.
—¡Por supuesto que estará bueno! Todo lo hacemos con ingredientes de la mejor calidad, y nuestros cocineros son de los más capacitados. —dijo, soplándose con el abanico.
—Vayamos, entonces. —cerré, ya con los tres coincidiendo.
—¡Qué alegría! Les guiaré, entonces.
Con un gesto con su abanico, comenzó a caminar hacia el oeste de la villa. Fui detrás de ella, con al menos metro y medio entre ella y yo.
—Mi nombre es Iwanami. ¡Un placer! —continuó mientras andaba a paso firme delante de nosotros —. Teníamos un local pequeño, pero nos fue tan bien que nos expandimos, pero el único espacio donde podíamos hacerlo es en esta dirección. ¡Disculpen si no está tan cerca del centro de la Villa! Además, ¡La caminata abre el hambre!
No me molestaba caminar, y no tardaríamos demasiado en llegar. Pasaríamos algunos minutos, andando entre las calles y viendo alguna que otra tienda, mucha gente buscando divertirse. Qué agradable lugar me pareció Yugakure. Aunque tenía un leve miedo a que el agua dañara mi cuerpo, pues no es lo mismo un baño normal a uno termal. Las aguas de este lugar tienen sales y minerales, ¿No?
—Meme Kūran. Un gusto. —me presenté después de estar pensativa un momento.
La mujer nos llevaría al borde de la ciudad, a un gran edificio... Viejo pero nuevo. Se notaba que llevaba tiempo en pie, pero que le habían dado una mano de pintura y mantenimiento recientemente. Bueno, la mujer dijo que lo habían remodelado, ¿No?
Era un restaurante de aspecto de lo más tradicional, con un bonito estandarte de tela con el emblema esmeralda del colibrí, y Hachidori escrito encima con preciosa caligrafía. Iwanami se colocó del otro lado de la puerta y la señaló con un gesto y una reverencia.
—¡Bienvenidos!
Me asomé. El lugar estaba iluminado por lámparas en el techo. Se notaba amplio, agradable, modesto, con mesas alrededor del sitio y una barra en el medio, detrás de la cual había un cocinero de piel bronceada, rechoncho, pero con brazos musculosos, quien parecía estar revisando sus utensilios. Al fondo había algunas puertas, supongo que daban a la parte de las aguas termales y posada. No había nadie más en el lugar.
—¿Qué les parece? —dije con una sonrisa a los chicos. A mí me gustaba, aunque esperaba que algo con la calidad que Iwanami decía estuviese más... Concurrido.
—¡Por supuesto que estará bueno! Todo lo hacemos con ingredientes de la mejor calidad, y nuestros cocineros son de los más capacitados. —dijo, soplándose con el abanico.
—Vayamos, entonces. —cerré, ya con los tres coincidiendo.
—¡Qué alegría! Les guiaré, entonces.
Con un gesto con su abanico, comenzó a caminar hacia el oeste de la villa. Fui detrás de ella, con al menos metro y medio entre ella y yo.
—Mi nombre es Iwanami. ¡Un placer! —continuó mientras andaba a paso firme delante de nosotros —. Teníamos un local pequeño, pero nos fue tan bien que nos expandimos, pero el único espacio donde podíamos hacerlo es en esta dirección. ¡Disculpen si no está tan cerca del centro de la Villa! Además, ¡La caminata abre el hambre!
No me molestaba caminar, y no tardaríamos demasiado en llegar. Pasaríamos algunos minutos, andando entre las calles y viendo alguna que otra tienda, mucha gente buscando divertirse. Qué agradable lugar me pareció Yugakure. Aunque tenía un leve miedo a que el agua dañara mi cuerpo, pues no es lo mismo un baño normal a uno termal. Las aguas de este lugar tienen sales y minerales, ¿No?
—Meme Kūran. Un gusto. —me presenté después de estar pensativa un momento.
La mujer nos llevaría al borde de la ciudad, a un gran edificio... Viejo pero nuevo. Se notaba que llevaba tiempo en pie, pero que le habían dado una mano de pintura y mantenimiento recientemente. Bueno, la mujer dijo que lo habían remodelado, ¿No?
Era un restaurante de aspecto de lo más tradicional, con un bonito estandarte de tela con el emblema esmeralda del colibrí, y Hachidori escrito encima con preciosa caligrafía. Iwanami se colocó del otro lado de la puerta y la señaló con un gesto y una reverencia.
—¡Bienvenidos!
Me asomé. El lugar estaba iluminado por lámparas en el techo. Se notaba amplio, agradable, modesto, con mesas alrededor del sitio y una barra en el medio, detrás de la cual había un cocinero de piel bronceada, rechoncho, pero con brazos musculosos, quien parecía estar revisando sus utensilios. Al fondo había algunas puertas, supongo que daban a la parte de las aguas termales y posada. No había nadie más en el lugar.
—¿Qué les parece? —dije con una sonrisa a los chicos. A mí me gustaba, aunque esperaba que algo con la calidad que Iwanami decía estuviese más... Concurrido.
Diálogo (Darkorchid)