30/01/2016, 04:54
En cuanto cayó al suelo sintió que prácticamente todo el barco cayó con él. Estaba mareado y adolorido. El mundo transcurría como una imagen confusa y molesta. Detestaba aquella sensación de cuando se entra y sale de la inconsciencia súbitamente. Se encontraba demasiado desorientado como para saber qué sucedía. Al menos el dolor era claro y se manifestaba como prueba de que aún estaba vivo.
Después de una gran variedad de movimientos un poco fuertes se encontró a sí mismo en la costa. Su mente aún no encajaba todas las piezas, pero al ver aquella nave pirata a lo lejos sintió como de su corazón brotaba una fuente de tranquilidad. Su vista estaba un poco borrosa, pero pudo ver los dos cajones que se encontraban en el extremo opuesto del bote donde estaba tirado.
—¡Karamaru! —Llamo a su compañero que se encontraba tirado justo al lado de él. No estaba sangrando tanto, pero lucía bastante hinchado, como si le hubiesen dado una golpiza a mano limpia —Ah, está bien… —Dijo recostando tranquilamente la cabeza en el borde cuando vio como su camarada aun respiraba—. Creo que yo también estoy vivo… —Dijo entre quejidos—. Después de todo se dice que al morir nos sentimos ligeros e indolentes, pero yo me siento pesado como el plomo y adolorido como un árbol caído. Así que debo estar bien vivo.
De nuevo se mareaba y perdía las fuerzas para hablar. El cielo era como una obra dual; una parte azul y clara, y otra dorada y brillante. El sol mañanero se levantaba con fuerzas y le calentaba el cuerpo cuya piel aún mantenía rastros del frío nocturno. Las gaviotas volaban sobre él con sus típicos cantos, mientras que el golpear de las suaves olas salpicaba la orilla del bote.
«Y pensar que decidí quedarme en el pueblo con la esperanza de ver este amanecer por mi mismo —pensó mientras se desvanecía—. Cielos. La noche se hizo eterna y terrible, pero creo que valió la pena el sobrevivir para ver este nuevo amanecer.» —Bajo la luz dorada de aquel paisaje idílico sujeto con fuerza su espada, para luego quedar inconsciente.
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Se despertó lentamente en una habitación desconocida. Trato de levantarse pero el cuerpo le dolía. Se quitó la sábana que le cubría y pudo ver cómo su cuerpo estaba vendado y expelía un fuerte aroma a alcohol y otros antisépticos. Se sentó a tratar de hacer memoria, su ropa no estaba pero había tenido la amabilidad de dejar su katana bajo la almohada. En cuanto tocó la empuñadura de Bohimei sintió como un torrente de recuerdos acudía a su mente en forma de un leve dolor de cabeza.
«Por supuesto la batalla.» —Hizo memoria tratando de recapitular todo lo acontecido, pero sus recuerdos se limitaban a fragmentos borrosos y sonidos confusos.
Puede que no todo estuviera claro, pero sabía que había combatido junto con el monje. El percibir que se encontraba solo en aquel cuarto solo hacía que temiera preguntarse dónde estaba su compañero. Trato de levantarse y caminar, pero la pierna aun le dolía mucho y tuvo que utilizar su espada como bastón. Luego de haber llegado a un pasillo lo interceptó una mujer con pintas de enfermera, está trató de hacerlo regresar a la habitación, pero viendo la negativa del joven decidió llevarlo hacia otro sitio.
Llegó a una sala bastante tradicional donde por una ventana lateral entraba el cálido sol de la media mañana. Ahí parecía estarle esperando una joven rubia bastante guapa. Le costó un poco pero pronto la recordó. Se trataba de la muchacha que iba acompañando a su amigo el cenobita. La joven se limitó a servirle té y a verificar su salud, pero en cuanto llegara el calvo les explicaría todo a ambos.
La mujer les relataría todo lo sucedido en los cinco días que estuvieron dormidos. Como el soldado que los había acompañado les trajo a salvo. Como el humo al amanecer atrajo a los soldados de un pueblo cercano y como con la ayuda de estos habían apresado a los bandidos sobrevivientes, que resultaban ser unos treinta y no diez como se pensaba. También les informaron que ya había puesto el dinero a resguardo y que utilizaron una parte para comenzar con la inmediata reconstrucción del pueblo. Que el barco encallado estaba a salvo pero que tendrían que esperar hasta la próxima luna llena para que la marea subiera lo suficiente como rescatarlo.
Después de una gran variedad de movimientos un poco fuertes se encontró a sí mismo en la costa. Su mente aún no encajaba todas las piezas, pero al ver aquella nave pirata a lo lejos sintió como de su corazón brotaba una fuente de tranquilidad. Su vista estaba un poco borrosa, pero pudo ver los dos cajones que se encontraban en el extremo opuesto del bote donde estaba tirado.
—¡Karamaru! —Llamo a su compañero que se encontraba tirado justo al lado de él. No estaba sangrando tanto, pero lucía bastante hinchado, como si le hubiesen dado una golpiza a mano limpia —Ah, está bien… —Dijo recostando tranquilamente la cabeza en el borde cuando vio como su camarada aun respiraba—. Creo que yo también estoy vivo… —Dijo entre quejidos—. Después de todo se dice que al morir nos sentimos ligeros e indolentes, pero yo me siento pesado como el plomo y adolorido como un árbol caído. Así que debo estar bien vivo.
De nuevo se mareaba y perdía las fuerzas para hablar. El cielo era como una obra dual; una parte azul y clara, y otra dorada y brillante. El sol mañanero se levantaba con fuerzas y le calentaba el cuerpo cuya piel aún mantenía rastros del frío nocturno. Las gaviotas volaban sobre él con sus típicos cantos, mientras que el golpear de las suaves olas salpicaba la orilla del bote.
«Y pensar que decidí quedarme en el pueblo con la esperanza de ver este amanecer por mi mismo —pensó mientras se desvanecía—. Cielos. La noche se hizo eterna y terrible, pero creo que valió la pena el sobrevivir para ver este nuevo amanecer.» —Bajo la luz dorada de aquel paisaje idílico sujeto con fuerza su espada, para luego quedar inconsciente.
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Se despertó lentamente en una habitación desconocida. Trato de levantarse pero el cuerpo le dolía. Se quitó la sábana que le cubría y pudo ver cómo su cuerpo estaba vendado y expelía un fuerte aroma a alcohol y otros antisépticos. Se sentó a tratar de hacer memoria, su ropa no estaba pero había tenido la amabilidad de dejar su katana bajo la almohada. En cuanto tocó la empuñadura de Bohimei sintió como un torrente de recuerdos acudía a su mente en forma de un leve dolor de cabeza.
«Por supuesto la batalla.» —Hizo memoria tratando de recapitular todo lo acontecido, pero sus recuerdos se limitaban a fragmentos borrosos y sonidos confusos.
Puede que no todo estuviera claro, pero sabía que había combatido junto con el monje. El percibir que se encontraba solo en aquel cuarto solo hacía que temiera preguntarse dónde estaba su compañero. Trato de levantarse y caminar, pero la pierna aun le dolía mucho y tuvo que utilizar su espada como bastón. Luego de haber llegado a un pasillo lo interceptó una mujer con pintas de enfermera, está trató de hacerlo regresar a la habitación, pero viendo la negativa del joven decidió llevarlo hacia otro sitio.
Llegó a una sala bastante tradicional donde por una ventana lateral entraba el cálido sol de la media mañana. Ahí parecía estarle esperando una joven rubia bastante guapa. Le costó un poco pero pronto la recordó. Se trataba de la muchacha que iba acompañando a su amigo el cenobita. La joven se limitó a servirle té y a verificar su salud, pero en cuanto llegara el calvo les explicaría todo a ambos.
La mujer les relataría todo lo sucedido en los cinco días que estuvieron dormidos. Como el soldado que los había acompañado les trajo a salvo. Como el humo al amanecer atrajo a los soldados de un pueblo cercano y como con la ayuda de estos habían apresado a los bandidos sobrevivientes, que resultaban ser unos treinta y no diez como se pensaba. También les informaron que ya había puesto el dinero a resguardo y que utilizaron una parte para comenzar con la inmediata reconstrucción del pueblo. Que el barco encallado estaba a salvo pero que tendrían que esperar hasta la próxima luna llena para que la marea subiera lo suficiente como rescatarlo.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)